Jesús Robles Maloof
14/07/2016 - 12:00 am
Pokémon Go
¿Qué información entregamos al hacer uso del juego? ¿Existe un solo modelo de contexto, cuando de ciudad y barrios hablamos? ¿Podríamos perseguir pokémones en cualquier calle de México? ¿Dónde está la política en todo esto?
Mi solidaridad con Sergio Aguayo, amigo y maestro.
Al perseguirlo, nos persiguen a todas y a todos.
Regresaba a casa de un cansado pero edificante viaje a Bogotá, cuando leía en Sin Embargo la historia de una presentadora de televisión que en plena transmisión cruzaba el set jugando Pokémon Go, (un app de juego para dispositivos disponible en Android y IOS), sin importarle que su compañero informaba sobre el pronóstico del clima en Tampa, Florida. De inmediato revisé las noticias y una combinación alucinante de hechos se desplegó ante mis ojos.
“No importa si ves a un pokémon legendario, nunca te detengas a media calle o en algún lugar inseguro a atraparlo” dice el Municipio de Zapopan. “Hay un pokémon enfermo en el AMC que tendrá buen cuidado de él. Apreciaríamos si usted no lo visita”. Dice en un tuit un conocido hospital en Amsterdam. “La estación de Policía de Darwin en Australia, anuncia que no permitirá el acceso de personas a sus instalaciones en busca de Pokémones”.
Me voy de viaje y al regresar encuentro que un mundo fantástico toma por asalto nuestra triste e injusta realidad. Increíble, pensé.
Para los cuarentones el regreso de Pokémon nos toma desprevenidos, entre otras cosas porque cuando lo conocimos en 1996, las personas de mi generación ya estábamos batallando por sobrevivir en medio de la crisis. Lejos de las fantásticas narrativas de Pikachú mis recuerdos son nebulosos e imprecisos. Hoy por la mañana preguntaba a mis compañeras sobre sí los legendarios portadores de las pokebolas estaban relacionados con la historia de Remi y Corazón Alegre o de Heidi y su Abuelito.
Superando parte de mi ignorancia ahora entiendo que los pokémon son criaturas salvajes que al atraparlos por los Entrenadores (usuarios o jugadores) pasan a formar parte de tu equipo, el que eventualmente se enfrentará a otros equipos dirigidos por otros Entrenadores. Así, las tareas de captura, entrenamiento, y preparación de los Pokémon definen un buen equipo. Lo nuevo es que ahora una app permite realizar estas tareas en las calles de nuestra ciudad, al combinar nuestra ubicación GPS con lugares citadinos a los que podemos acudir en búsqueda de estas criaturas mediante una interfaz que combina la realidad y el juego.
No es difícil asociar esta narrativa fantástica con actividades milenarias practicadas por nuestra especie. Incluso aquellas tan cercanas como los perros y gatos que no solo definen, crean y recrean esas hermosas criaturas y al hacerlo nos definimos también. Pronto entendí que la realidad no había sido subvertida, menos en México. Nuevas evidencia sobre la masacre de Allende, Coahuila han sido dadas a conocer, junto con la información de la persecución del corrupto de Humberto Moreira a Sergio Aguayo. En México el furor de Pokémon Go conviviría con hechos como estos.
Creo necesario lanzar insistir en algunas reflexiones sobre las implicaciones de nuestros dispositivos y las aplicaciones a propósito de este conocido videojuego. Con el lanzamiento de Pokémon GO, la hasta hace poco filial de Google, Niantic Labs consolida el vínculo entre el entorno digital del usuario y su entorno inmediato para entretener y claro, para vender. No es la primera vez que se logra. Desde años y con diversos objetivos Google Maps, Trip Advisor, Google Instant, Uber, Waze, Tinder, entre otras que brindan servicios a millones de personas donde la ubicación y el contexto inmediato son clave.
Lo que hace diferente a Pókemon Go es que logra vincular no solo la ubicación y el contexto, esta app conecta a los usuarios con una narrativa tan íntimamente apropiada desde su infancia y juventud, como lo es ver una caricaturas, jugar videojuegos, ir al cine y participar en juegos de rol. Ahora esa generación ha superado los estudios superiores y millones de ellas y ellos han entrado al mundo laboral y resulta un gran mercado.
Condenar el uso, así sea intensivo al punto de la adicción de los juegos, es más propio del conservadurismo y de las religiones que ven en estás fantásticas narrativas, una real competencia. De igual manera adscribirse al discurso del miedo que asocia las conductas del juego a las que los usuarios realizarían en sus interacciones sociales, significa pensar en los gamers como personas sin inteligencia social y representa la supina ignorancia de la importancia del juego en nuestra humanidad, que va desde la creación literaria, la solución de problemas complejos, el desarrollo de la informática entre otros.
Lejos de esas posturas pienso que haríamos bien en pensar estos fenómenos y hacernos algunas preguntas básicas de las que aun no tengo todas respuestas ¿Qué información entregamos al hacer uso del juego? ¿Existe un solo modelo de contexto, cuando de ciudad y barrios hablamos? ¿Podríamos perseguir Pokémones en cualquier calle de México? ¿Cuál es modelo de negocio que subyace a estas aplicaciones y que implicaciones para las personas y para la política tienen plataformas tan dominantes como Android, Google y Microsoft? ¿Dónde está la política en todo esto? En Enjambre Digital nos hemos empezado a preguntar esto.
Ya desde de la app Ingress, Niantic Labs requería acceso casi total a la cuenta tu Google, cosa que Pokémon Go repite. Este nivel de acceso es muy raro y puede ser entendible solo en el contexto de la relación de Niantic con Google y su calidad de desarrollador destacado. La mayoría de las aplicaciones en Android o en IOS no justifican la cantidad de permisos y accesos a tu información en el funcionamiento del servicio que brindan o en sus palabras “experiencia del usuario”. Algunas más o menos cínicas describen la necesidad de acceso a dichos privilegios no en el funcionamiento de la aplicación misma, sino por la necesidad de hacer dinero, o en sus palabras por “el modelo de negocio”.
Después de años de analizar condiciones de servicio tanto de los dispositivos, como de las aplicaciones, me queda claro que parecieran tener en mente a un usuario ignorante (o quizá pensándolo así lo configuran), por lo que el poder del control de los dispositivos y de la información personal que nos otorgan estas empresas es casi nula, en un paternalismo propio de la peor dictadura.
Google podría decir que mediante su panel de control ahora nos permite informarnos o decidir, pero claramente las versiones de Android 6.0 en adelante si bien nos otorgan la posibilidad de retirar permisos a las apps, los paneles de control están pésimamente diseñados y no logran acercarse al detalle que ocultamente existía en “App opps” de Android 4.0. Sobre Pokémon Go y las preguntas antes señaladas Adam Reve ha escrito un buen texto.
Incluso de mayor importancia y como suele suceder en México, no hemos discutido la presencia en el mercado de Android y su relación con Google que se traduce en la casi imposibilidad de usar un teléfono sin crear una cuenta de Google y adscribirse a Google Services con todo lo que ello implica, lo que debería ser un derecho como lo es en Europa donde los órganos reguladores se toman en serio los derechos de las personas.
Quizá la respuesta a la ausencia del gobierno y de los reguladores en México no sea intencional y camine en sentido inverso. Sabemos que estas grandes corporaciones han sido la primeras beneficiadas por la Estrategia Digital y Google ya ha arrebatado un pedazo importante a Microsoft en la venta de “soluciones al gobierno” a manera de licencias, actos de dispendio incomprensibles ante la existencia de software libre, que desarrollado adecuadamente podría ser una alternativa. Gran parte del servicio de correo eléctronico del gobierno federal está en manos de Google, sin que conozcamos lo que ello implica en términos de seguridad y eficacia.
¿No podríamos crear una extensión de Pokémon con la que pudiéramos atrapar a nuestros corruptos gobernantes?
En tanto lo logramos pienso que jugar es muy divertido y hacerlo conociendo lo que implica es una buena práctica. La invitación a pensar los múltiples conexiones entre la políticas, las corporaciones de internet y lo que ello implica para nuestra libertad, es igualmente necesaria.
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