El populismo (del latín populus «pueblo») es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al «pueblo» como fuente del poder.
Le suenan las siguientes afirmaciones: “Las reformas están dando resultados, el recibo de la luz ha bajado, ahora los mexicanos pagamos menos, ya tenemos guarderías de tiempo completo, contigo sumamos voluntades para alcanzar la seguridad, la justicia y la paz, pasé mi examen y ya me dieron la plaza, ya tenemos internet y telefonía de larga distancia”.
El debate se encuentra entre encasillar al partido en el gobierno como una maquinaria electoral afín al Populismo o al Clientelismo, o quizá hoy en día tengan un poco de ambas.
Al leer a mi maestra y colega Flavia Freidenberg, coincido en que el populismo se caracteriza como una práctica limítrofe de la democracia. Esto es, implica un sistema de movilización y apelación constante del líder hacia las masas, mismas que deben percibir un nivel de inclusión a efecto de permanecer en la órbita de influencia e intercambio que finalmente se manifiesta tanto en la arena electoral como en la de movilización para apoyar las acciones de gobierno, algo así como el multicitado “Ya lo sé. Que no aplauden”.
Las políticas clientelares, los abusos de autoridad, las promesas de campaña incumplidas, el uso discrecional y patrimonialista de los recursos públicos, la poca transparencia en la asignación y utilización de los recursos, la corrupción tan grande en la que vivimos, ejemplo podemos citar miles, el utilizar un helicóptero para fines personales, el hacerse de propiedades bajo el amparo de la corrupción mediante millonarios contratos, las debilidades de las licitaciones en las diferentes oficinas gubernamentales, el no respetar el nulo servicio profesional de carrera y “remover” de las plazas laborales a los servidores públicos para dar empleo a los “amigos paleros”, son formas concretas de corrupción grave y de afectación de la vida y el interés público.
En la tentación populista de Freidenberg establece que: formalmente, el discurso populista siempre se pretende identificar como democrático y revolucionario. Implica entonces una situación que no podría calificarse como dictatorial porque se realiza una convocatoria hacia la participación y la restauración de la igualdad usurpada por las élites. Adicionalmente se autodefine como nacionalista. Sin embargo, esto se distorsiona cuando el movimiento populista se aparta del orden legal, a la vez que propicia acciones como el control de medios y se alienta la demagogia alrededor del líder o el movimiento en perjuicio de la celebración de elecciones libres o el mero ejercicio de las libertades más elementales como las de reunión, imprenta u oposición político-electoral.
Estamos inmersos en un proceso electoral en el cual somos testigos de cómo la autoridad electoral actúa a voluntad de los partidos políticos, los partidos políticos nos están ahogando prácticamente en publicidad electoral y nos han saturado de promesas sin sustento y con nula viabilidad.
Una vez más las elecciones clientelares y populistas en México las definirán los millones de mexicanos que se encuentran en la pobreza, aquellos a los cuales el partido en el poder y que por más de 70 años ha logrado cimentar redes clientelares, en los cuales el voto vale un tinaco, una televisión, 500 pesos y en muchos estados, el voto vale la estabilidad laboral o el salvarse de una buena “madrina” así se las gastan en esta elección intermedia, pues resulta de notorio interés el mantener el control de la cámara baja, para estar en posibilidades de seguir moviendo a México.
Hoy los ciudadanos debemos hacer un compromiso verdadero para cambiar la vida política de nuestro país, creando las condiciones y normas para eliminar los casos de política clientelar, porque como ya vimos, ésta representa un gasto superfluo y patrimonialista que termina beneficiando a una persona o grupo; a alguien que se vuelve -más que representante popular-, dirigente de una mafia que se burla de las personas y busca permanecer en el poder usando las peores prácticas. Como los lideres desde sindicatos hasta pepenadores o comerciantes del barrio bravo de Tepito, le parece justo, lógico y viable que una lideresa de ambulantes sea millonaria, candidata y que sus familiares sean diputados y tengan altos cargos en la vida pública.
Para que podamos vencer estas tentaciones populistas y clientelares debemos ir en busca de la transparencia, debemos dotarnos los ciudadanos de una democracia creíble y verdaderamente representativa, merecemos un gobierno eficaz y un que este gobierno nos otorgue un verdadero estado de bienestar, que nos brinde seguridad, paz y vivir en un estado de derecho.
Nos vemos la próxima semana
@nexoestudios