«The Soundhouse Tapes» fue la carta de presentación de una banda cuya puesta de largo se produjo oficialmente en 1980 con un disco que, apenas sin promoción, llegó hasta el cuarto puesto de la lista de ventas británica.
Madrid, 14 de abril (EuropaPress).- No son precisas muchas presentaciones a estas alturas con Iron Maiden, indiscutiblemente uno de los nombres esenciales del heavy metal durante los últimos cuarenta años. Pero sí es pertinente un recuerdo para su primer disco, aquel Iron Maiden cuyo advenimiento se produjo en abril de 1980 (el día 14, concretamente) y que cambió súbitamente el rumbo de los acontecimientos.
Iron Maiden se habían formado en Londres (Inglaterra) cinco años antes, en 1975, ya con el bajista Steve Harris como único y fornido líder. Junto a él, el vocalista Paul Di’Anno, los guitarristas Dave Murray y Dennis Stratton y el baterista Clive Burr.
Su debut discográfico se produjo en 1979 con el EP «The Soundhouse Tapes», carta de presentación de una banda cuya puesta de largo se produjo oficialmente en 1980 con un disco que, apenas sin promoción, llegó hasta el cuarto puesto de la lista de ventas británica.
Era el éxito de una banda que se había fogueado a base de bien en el directo, y que convenció al mismísimo presidente de EMI en aquella época, Brian Shepherd, en un concierto en el Marquee londinense a finales de 1979. Una semana después de aquel recital, firmaban su contrato y se ponían manos a la obra con su debut en los estudios Kingway.
RUNNING FREE
Como suele suceder con los grupos que luchan y que tocan sin descanso hasta conseguir su sueño, este primer álbum estaba prácticamente hecho, por lo que el quinteto lo grabó en trece días. Y pudo hacerlo en menos tiempo, pero hubo problemas con productores como Andy Scott, quien se empeñó en que Steve Harris debía tocar su bajo con púa en lugar de con los dedos. Fue despedido, claro.
El productor que hizo el trabajo fue finalmente Will Malone, quien defraudó a la banda por no saber captar su feroz sonido, ese con el que se apropiaban de elementos del rock progresivo, el rock duro e incluso el punk para crear su personalísimo sonido, que daría vida a una nueva tendencia musical denominada new wave of british heavy metal, destinada a reinar en todo el mundo durante los ochenta.
El primer sencillo del disco fue «Running Free» (compuesto por Harris y Di’Anno), un tema que aún sigue sonando en los conciertos del grupo y que llegó al puesto 34 de la lista inglesa en febrero de 1980. Iron Maiden incluso lo interpretó en televisión en el mítico programa Top of the Pops, haciendo, además, la primera actuación en directo sin playback desde la de los Who en 1972.
Aunque el sonido no gustara del todo al grupo, la crítica recibió al álbum con entusiasmo gracias a la mencionada «Running Free», pero también a otras canciones como «Sanctuary», «Phantom of the Opera», la instrumental «Transylvania» o la homónima Iron Maiden.
La posterior gira con Judas Priest, llamada muy elocuentemente «British Steel», afianzó la fama del grupo, al tiempo que consolidó también esa nueva ola de metaleros británicos que, como hicieran The Beatles y The Rolling Stones en los sesenta, asaltaron el resto del mundo con una propuesta tan poderosa como vigorosa.
El resto es historia de la música popular de nuestro tiempo, con músicos despedidos, fichajes de relumbrón como el vocalista Bruce Dickinson (actualmente recuperándose de un cáncer de lengua), discos más inspirados que otros y varias vueltas al mundo con giras catedralicias y conciertos mastodónticos. Con la mascota del grupo, Eddie, como estandarte del verdadero vigor del heavy metal. Up the Irons!