El activista mexicano Gustavo Castro, quien es sobreviviente y testigo del ataque a defensora de derechos humanos Berta Cáceres, no sólo ha enfrentado el horror en Honduras, sino también en su propio México.
Ciudad de México, 14 de marzo (SinEmbargo).– El mexicano Gustavo Castro Soto ha entregado su vida a la investigación y con la misma ha defendido diversas causas. Su valor le ha llevado a enfrentarse con grandes empresas, muy a pesar de que ser activista en México conlleva persecución, acoso y otros tipos de ataques. Inclusive la muerte.
Castro lo ha sabido siempre, pero de acuerdo con sus amigos, uno de los episodios más trágicos que había vivido antes del ataque a Berta Cáceres Flores, defensora hondureña del medio ambiente y de los derechos humanos, fue el asesinato de su amigo y compañero de lucha, Mariano Abarca Robledo, quien estaba en contra de la minera Black Fire, en Chicomuselo, Chiapas.
«El nuca ha expresado que su vida está en riesgo, pero está consciente que hacer su labor implicaba riesgos. Él no tiene un enemigo en particular, pero su trabajo atenta contra intereses económicos de privados y de gobiernos. Su vida siempre ha estado en peligro porque es defensor de derechos humanos», comentó Isaín Mandujano, periodista y amigo de Gustavo Castro.
Un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos refiere que en los últimos años, la criminalización de defensores de los derechos humanos en el contexto de la política global de extracción de recursos naturales y de megaproyectos ha mostrado una tendencia generalizada en América Latina.
Castro Soto, quien es originario de Michoacán y de profesión sociólogo, comenzó a trabajar en Chiapas luego del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en un principio con investigación social en las comunidades.
Luego su activismo se enfocó en la defensa de pueblos indigenas y el medio ambiente y recursos naturales, no sólo el sureste de México, sino en más entidades federativas. Entonces fundó la organización Otros Mundos A.C.
Gustavo, acompañado de comunidades enteras y organizaciones internacionales ha defendido territorio chiapaneco de empresas con intereses en construir megraobras o explotar los recursos naturales; o incluso han denunciado abusos por parte de autoridades o intentos de despojo.
Libertad Díaz, integrante de Otros Mundos, comentó que a los defensores de la tierra se les criminaliza.
«Hay redes de derechos humanos que han documentado que a los activistas se les persigue de manera sistemática», dijo Díaz, quien agregó que: «la solidaridad de Gustavo con los pueblos indígenas, a nivel nacional e internacional, ha provocado que el Gobierno mexicano tenga muchísima presión por lo que sucedió [en Honduras]».
Nuevamente la vida de Gustavo Castro Soto está en riesgo, pues, además de sobrevivir a un ataque, es testigo principal del asesinato de la dirigente indígena hondureña Berta Cáceres Flores.
Tras el incidente suscitado el pasado 3 de marzo, el activista, quien está lesionado y las autoridades de Honduras le impiden volver a México, escribió una carta que dice: «Los sicarios ya saben que no morí, y seguro estarán dispuestos a cumplir con su tarea».
«Me duele enormemente estar encerrado en la misma ciudad solo, mientras miles se congregan a unas cuadras para despedir a nuestra querida Berta. Pero les quiero decir que ahí estoy con ustedes, llorando a mares la perdida de Bertica, pero también agradeciendo a la vida haberla conocido y haberme inspirado tanto», dice la misiva.
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Los amigos de Castro Soto contaron a SinEmbargo que es muy celoso de su vida privada, pero en cuanto a su labor, es una persona muy transparente, de esos aventureros que toman su mochila y su tienda de campaña y se van al norte o al bajío de México o a Centroamérica para informar sobre las consecuencias de las hidroelécticas o el fracking o la contaminación de ríos.
«Gustavo no sólo se dedica al activismo, sino se dedica al conocimiento. Produce material, como libros, manuales, instructivos, documentales, de los daños colaterales de la minería extractiva, por ejemplo. Eso le ha permitido construir una red de amigos y colegas en toda la región Mesoamericána: Guatemala, Honduras, El Salvador», comentó Isaín Mandujano.
Mandujano conoció al activista hace dos décadas y asegura que es una persona muy tranquila, empática y muy racional.
«Lo he visto en reuniones con campesinos, con con comunidades indígenas o en foros, y él tiene mucha paciencia. Les dedica tiempo y espacio para explicarles algún tema. Además, es una persona que vive con lo necesario, incluso de una forma austera. Él a donde va puede dormir en una galera o en una casa de campaña, es un hombre que se adapta fácilmente a cualquier situación», recordó Mandujano.
Gustavo Castro Soto llegó hace más de dos décadas a Chiapas, y luego fundó Otros Mundos, en San Cristobal de las Casas. En 2015 inció al construcción de «Alter-Natos», un centro ecológico que busca proponer nuevas «formas de vida» que no estén relacionadas con el capitalismo.
«Todos podemos ir conociendo nuevas formas y nuevas ecotecnologías e incorporar todo aquello que decimos y pregonamos en las comunidades», dice Castro en un video referente a la creación de «Ater-Natos».
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Libertad Díez declaró que la situación en la que vive su compañero es triste y lamentable «que refleja la impunidad, el autoritarismo, pero también refleja la solidaridad de los pueblos. Si Berta estuviera viendo todo este movimiento, yo creo que estaría muy orgullosa del pueblo lenca [uno de las más grandes étnias indígenas de Honduras], pueblo que nos da un ejemplo de vida».
A Castro Soto se le negó la salida del aeropuerto de Tegucigalpa, Honduras, con destino a México tras el asesinado de su compañera y después de declarar ante las autoridades. Debe esperar 30 días para poder volver a su país.
Días después, familiares de Gustavo, de Bertha Cáceres, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh) y más organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales denunciaron irregularidades en retención del sociólogo ambientalista.
Además, han pedido al Gobierno mexicano que traiga a Castro Soto de vuelta y que le brinde garantías para salvaguardar su integridad y la de su familia.
El pasado 10 de marzo, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michel Forst, pidió al Gobierno de Honduras que garantice la seguridad y la protección del activista mexicano.
“Gustavo Castro Soto debe recibir de forma inmediata una protección eficaz y una salida hacia su país”, concluyó el Relator Especial.
A la petición de protección se han sumado 36 eurodiputados del Grupo de la Izquierda Unitaria Europea e Izquierda Verde Nórdica; Amnistía Internacional (AI), La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), entre otros.
El pasado jueves 3 de marzo, un grupo de sicarios asesinó a la ecologista Berta Cáceres en La Esperanza, al oeste de Honduras. Gustavo Castro se encontraba en la casa de su colega, pues se encontraba trabajando en ese país.
Castro resultó herido en el ataque y fingió estar muerto para salvar su vida vida.
Las autoridades hondureñas han relacionado el crimen con un intento de robo, pero familiares de Cáceres sostienen que se trata de un crimen relacionado con su lucha.
Según Amnistía, el asesinato de Cáceres ha supuesto “un grave retroceso” en materia de derechos humanos en Honduras donde ha reinado la impunidad ante otros homicidios similares.
“Ahora hay mucho temor, mucha incertidumbre porque todos los defensores consideraban a Berta intocable”, informó Amnistía Internacional.