Sus fans van a encontrarse con un producto que sigue evolucionando como lo ha hecho hasta ahora: con continuos giros de guión, enrevesados líos amorosos y esa mirada al pasado, edulcorada, con la que han retratado la vida de las mujeres españolas en los años 20.
Por Laura García Higueras
Madrid, 14 febrero (ElDiario.es).- «No hay nada que la guerra no logre cambiar, nada que no destruya a su paso». Aquellos que se engancharon a Las chicas del cable en su primera temporada, no se sorprenderán de que la grandilocuente voz en off de Lidia (Blanca Suárez) vaya a seguir siendo la fiel -y cansina- narradora de su final. Tampoco les extrañará que los enredos amorosos vayan a ir aún más allá ni que las protagonistas vayan a cambiar, de nuevo, de oficio. Todo ello podrán comprobarlo a partir de este viernes 14, cuando Netflix estrene los cinco primeros episodios de su desenlace.
De igual modo, no le chocará que, incluso viviendo en Madrid en tiempos de contienda, ellas calcen tacones y estén perfectamente peinadas y maquilladas incluso tras presenciar un bombardeo. Por supuesto, tampoco se asombrarán de que, como ya demostraron desde su inicio, esta no sea una serie feminista. ¿La protagonizan cinco mujeres? Sí, pero su predominancia en el reparto no lleva implícito inscribirse en este movimiento social y político. Sus protagonistas siguen estando en parte definidas por sus romances y una dependencia emocional que, la verdad, se podrían haber ahorrado.
«Cuando eres consciente de que puedes morir en cualquier momento, solo te queda disfrutar». Así justifican que en la capital en guerra, haya unos privilegiados que sigan saliendo a clubes nocturnos por las noches. No hay rastro de la miseria, como si las bombas fueran selectivas en su letalidad.
Y es por ello, por todo lo que no hace ni es, por lo que su quinta y última temporada va a cautivar y complacer. Las Chicas del Cable dicen adiós con acierto y coherencia. Sus fans van a encontrarse con un producto que sigue evolucionando como lo ha hecho hasta ahora: con continuos giros de guión, enrevesados líos amorosos y esa mirada al pasado, edulcorada, con la que han retratado la vida de las mujeres españolas en los años 20.
NORMALIZAR SIN GRANDES PRETENCIONES
Que siga siendo lo mismo es también una ventaja por la forma en la que temas como la transexualidad, la homofobia o la lucha por los derechos de las mujeres se han establecido como una constante en sus episodios. Teresa Fernández-Valdés (Bambú), su productora ejecutiva, explicó en la presentación del desenlace que su trabajo junto a Netflix había cambiado su «manera de abordar los temas».
Una premisa que les ha permitido conectar «con problemas de la actualidad» en un tono alejado del pesimismo. Es por ello que han conseguido normalizar la transformación de Sara (Ana Polvorosa) en Óscar o cómo las amigas logran conseguir siempre lo que se proponen, sobre todo a nivel laboral.
Esta forma de suavizar el pasado reciente puede generar rechazo a muchos, pero también rebosa un mérito en el que merece la pena detenerse. «Hay lecciones que hay que dejar atrás», compartía la directiva sobre las directrices que habían recibido por parte de la plataforma. En tiempos en los que parece que algunos han decidido abrazar y recuperar debates que habían sido superados o en los que al menos habíamos avanzado, está bien y es sano ver cómo un grupo de mujeres consiguen desenvolverse en un contexto que, desde luego, no les favorece.
El maltrato, el machismo, la desigualdad o la homofobia son aquí encarados, aunque sin voluntad de erigirse como crítica. Su valor reside en que si aquello de lo que no se habla, no existe, Las Chicas del Cable han logrado que formen parte de un producto que, no nos olvidemos, lo que pretende es entretener. Y precisamente por esto, por lo bien que lo consigue, su última temporada va a suponer el broche que Las Chicas del Cable merecían.
GENERANDO VÍNCULO HASTA EL FINAL
Las protagonistas llevan unidas desde que comenzó la serie y así es como van a terminar. Después del trágico desenlace con la cuarta tanda por la muerte de Ángeles y la huida de todas ella para evitar mayores consecuencias, hacía falta un motivo por el que volvieran a reunirse. Sofía (Denisse Peña), la hija que la fallecida había pedido que cuidaran, y que se había marchado a Nueva York con Lidia y Francisco, ha decidido volver a España para luchar en la guerra. Una joven que, para más inri, padece una grave enfermedad del corazón -habíamos avisado, la tragedia continúa-.
Lidia regresa de Estados Unidos y congrega a «las chicas» para ir en su busca en la que será su última aventura. Si algo saben hacer en Netflix es producir episodios en los que no dejan de ocurrir cosas, generando niveles de emoción y riesgo para anclar y sobresaltar al espectador. Un público que sufrirá por la supervivencia de este grupo de amigas que seguirá dejándose la piel en lograr su objetivo.
Y sí, también va a haber lágrimas. «No hay vínculo tan potente como el que nace en un campo de batalla», explica la voz ‘que todo lo sabe’ en el primer episodio. Las Chicas del Cable han llegado a la guerra civil española dispuestas a unirse todavía más con su audiencia, antes de darle el adiós definitivo.