Con su marca K’uxul Pok, Alberto quiere que la vida de las mujeres tejedoras mejore y salgan adelante con sus familias y que los hombres vean que es una oportunidad más de trabajo. Eso sin mencionar que ha roto ya estereotipos con sólo desear y poner empeño a lo que le gusta.
Por Mitzi Mayahuel Fuentes Gómez
San Cristóbal de Las Casas (México), 14 ene (EFE).- Al aprender a utilizar el telar de cintura, actividad destinada solo para mujeres, un tejedor y diseñador indígena tzotzil rompió esa regla y, de paso, deshizo los estereotipos de género en el estado de Chiapas, sureste de México.
Durante sus primeros 25 años de vida, Alberto López Gómez, ahora un reconocido tejedor y diseñador en México y el mundo, se dedicó exclusivamente a trabajar el campo, como dictan los usos y costumbres en la comunidad de Juxtón, en el municipio de Aldama, de donde es originario, hasta que le pidió ayuda a su mamá, Margarita Gómez Santis, para que le enseñara a tejer.
Su madre, sabiendo la posible tormenta que se vendría sobre su hijo, decidió apoyar y alentar a Alberto y, aunque no fue fácil, ambos decidieron entonces hacer a un lado los prejuicios y comenzar a tejer a escondidas, a pesar de que ella le recordó «que los hombres no tejían, solo se dedicaban al campo».
«La primera que me enseñó fue mi mamá, me enseñó todo el proceso, después mis hermanas me enseñaron a hacer los brocados», dijo en entrevista con Efe el tejedor, de 31 años.
Alberto, el menor de seis hermanos, se definió como un «tejedor nato y un promotor de la cultura» de su pueblo y dijo que trabajar el textil es una forma de expresión pues «cada prenda cuenta una historia».
«Lo más difícil fue vencer la discriminación (ser estigmatizado por ser tejedor) y migrante, además la falta de dinero y no hablar el español fueron todo los problemas que enfrentó en un inicio», relató.
Pero tras superar esos obstáculos, López Gómez se reveló como un extraordinario tejedor y diseñador además de un líder para decenas de mujeres especialistas en telar de cintura de su comunidad a quienes ha apoyado para dar a conocer su trabajo.
«Mi sueño es luchar, apoyar a las compañeras, darles trabajo y dar a conocer su trabajo en otros países porque a las compañeras de las comunidades aquí (en México) no nos conocen», contó.
«Lo que hacemos es un brocado tejido y todo brocado tiene un significado», dijo Alberto al tiempo que explicó cómo en un huipil puede estar representado el señor de la tierra, las cruces representan a la iglesia, las serpientes o el padre y madre, la unión de la pareja y en medio lleva el universo y los cuatro puntos cardinales», apuntó.
Con su experiencia de trabajo en telar de cintura, donde comenzó hace cinco años, Alberto también empezó a «tejer» una red de más de 150 mujeres, nativas de Aldama, a quienes ayudan a crear los diseños que ellas plasman sus prendas.
En ese grupo es Alberto quien juega y combina colores y diseños para que puedan ser comercializados, trabajo que siente es lo que ha marcado la diferencia con otros tejedores de textiles en Chiapas.
«Ahora estamos luchando, los estamos logrando con los trabajos que hacemos y demostrando la cultura que tenemos», apuntó Alberto
La tenacidad, la persistencia y la creación de esa red de tejedoras llamaron la atención de la Universidad de Harvard, en Boston, Estados Unidos, quienes invitaron a Alberto a mostrar el arte que se ejecuta en Aldama, Chiapas, del 25 de enero al 3 de febrero.
Además, sus creaciones también podrán ser apreciadas en la American Indian Fashion through the Feathers, evento que se celebrará en Nueva York el 2 de febrero.
Con su marca K’uxul Pok, Alberto quiere que la vida de las mujeres tejedoras mejore y salgan adelante con sus familias y que los hombres vean que es una oportunidad más de trabajo.
Una integrante de la red de tejedora, Antonia Gómez, contó a Efe su entusiasmo por lograr atraer las miradas del mundo hacia el trabajo que están realizando cientos de mujeres que buscan que se valore su trabajo y también mejores ingresos.
«Los que vean los trabajos que hablen para que tengamos más trabajo. Estamos muy felices y más si tenemos trabajo, nos gusta que les convenza nuestro trabajo, que vean lo bonito de nuestra labor y que pidan más, porque ayudaran a que nuestra familia tenga para comer, la salud y la escuela de nuestros hijos», expuso.
Por su parte, López Gómez explicó que dependiendo del tamaño y la complejidad del tejido, los textiles pueden tardar de tres meses hasta un año en estar listos y su costo va de 3 mil a 5 mil pesos (entre 160 y 265 dólares).
Desde hace cinco años, Alberto se instaló en San Cristóbal de Las Casas, donde colabora con algunos colectivos culturales y negocios locales para exponer y comercializar sus diseños, además de impartir talleres para que más personas aprendan el arte del tejido de cintura.