El rastro genético de estas extintas tortugas fue encontrado por casualidad el volcán Wolf y ahora existe una posibilidad de que esta especie vuelva a la Tierra.
Quito, 13 de septiembre (AP) — Poco después de la visita de Charles Darwin a las Galápagos, allá por 1850, se registró la extinción de una de las especies de tortugas gigantes que habitaba en la isla Floreana debido a que balleneros y navegantes las utilizaban como alimento en sus viajes por el Pacífico.
La especie Chelonoidis elephantopus, endémica de esa isla, se creía perdida para siempre, pero su rastro genético se encontró por casualidad en el volcán Wolf y el hallazgo sumado a estudios genéticos realizados en la Universidad de Yale, generó la posibilidad de revivir a estas tortugas.
Sin embargo, Linda Cayot, asesora científica de Galapagos Conservancy, precisó a The Associated Press que la especie podría recuperarse “hasta cierto punto”.
“No vamos a tener una especie perfecta genéticamente, 100% como la que había en Floreana, pero sí vamos a tener una población de tortugas con bastantes genes de la tortuga original”, y añadió que cuando se liberen individuos reproducidos en cautiverio en esa isla, dentro de unos cinco años, “la evolución va a actuar y vamos a tener una tortuga natural de Floreana y eso es lo mejor que podemos hacer”.
El descubrimiento del material genético que permitiría rescatar a la especie se realizó en la isla Isabela, cuando científicos de Estados Unidos, Bélgica, Ecuador, Grecia, Italia y Australia, buscaban en 2012 individuos con alta carga genética de otras especies gigantes, entre ellas el emblemático Solitario Jorge.
Este proyecto denominado Iniciativa para la Restauración de las Tortugas Gigantes, se cumple como una propuesta conjunta entre el Parque Nacional Galápagos y Galapagos Conservancy.
La razón por la que se hallaron tortugas con alta carga genética de la isla Floreana en Isabela es porque los navegantes y balleneros las capturaban en su sitio de origen pero en ocasiones las dejaban en Isabela para aligerar carga porque ese era el último punto antes de emprender largas travesías oceánicas.
El ministro de Ambiente de Ecuador, Tarsicio Granizo, destacó la importancia de la noticia: “estamos oyendo sobre extinciones y lo dañino que el ser humano puede ser para una especie, pero hoy, con los resultados de esta investigación estamos diciendo al mundo que es posible revertir los efectos negativos sobre la naturaleza. Vamos a recuperar una especie extinta”.
Uno de los científicos que estuvo en las investigaciones posteriores al hallazgo, Washington Tapia, explicó a la AP que del volcán Wolf se extrajeron inicialmente mil 700 muestras de sangre de igual número de tortugas. De éstas, 80 tenían ascendencia de Floreana, lo que resultó inesperado pues se trataba de una especie extinta 160 años atrás.
Poco después, dice, se eligieron 20 tortugas vivas que poseen alta carga genética de la especie extinta y las juntaron en cuatro grupos (corrales de tres hembras y dos machos) para iniciar el programa de reproducción y crianza con su propia especie.
En el reporte científico en que se anunció esta iniciativa, el profesor Luciano Beheregaray, jefe del Grupo de Ecología Molecular de la Universidad de Flinders, dice que el esfuerzo de conservación será un hito importante en el inicio de la recuperación del exótico ecosistema de la isla de Floreana, que depende críticamente de las tortugas.
Los genetistas siguen trabajando en colaboración con el Parque Nacional de Galápagos y la Conservación de Galápagos para el programa de mejoramiento monitoreado con los animales reubicados en los centros de crianza.
“El objetivo de este estudio es generar nuevos individuos con la mayor diversidad genética de los linajes originales de Floreana y que vuelvan a ocupar el nicho ecológico tan importante que estas especies ocupan en las Galápagos”, dijo a la AP Jaime A. Chaves, Profesor de Biología Evolutiva USFQ de la Universidad San Francisco de Ecuador.
“Es muy emocionante presenciar el alcance de estos estudios genéticos identificando individuos que tienen el potencial de ser el punto de partida para la recuperación de linajes únicos que se creían extintos así como la restauración de especies ‘perdidas’ a mano de los seres humanos”, agregó.
El archipiélago de Galápagos es parte de Ecuador y se encuentra a unos mil kilómetros del territorio continental. En 1979 fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por sus especies animales y vegetales, terrestres y marinas únicas en el mundo.