Ya no se vaga y, mucho menos, se peregrina. El flâneur del siglo XIX es un desleído mito literario. Una palabra bella y perdida en la confusión de la Historia. Menos desdibujado su sentido que cristalizado por un discurso nostálgico, académico o de divulgación y siempre un poco frívolo e inexacto. A causa de tantos recaudos, este libro también tuvo un ligero impulso y sabor arqueológico. Con la misma facilidad que un paisaje desconocido nos suscita nuevas reflexiones Scott nos invita a deambular por una lúcida historia sobre los modos de caminar.
Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).- Caminar implica una movilización. Física, claro, evidentemente, pero además una movilización que tiene que ver con algo más subjetivo. Al caminar trastocamos necesariamente los puntos de vista: el nuestro, al mirar el mundo; el de aquellos que nos ven movernos de un punto a otro. Ese cambio de perspectiva puede tener muchas variantes, muchos matices, muchos sentidos. Puede ser algo más bien casual, banal, cotidiano, pero puede ser también algo que implique una reflexión sobre los pasos que uno da. Sobra la vida, sobre las cosas, la gente, los caminos. Sobre cuestiones existenciales que se van corriendo de lugar a medida que avanzamos y que nos transforman, siempre nos transforman. A veces de un modo imperceptible. A veces de un modo radical.
Todas estas cuestiones aparecen esbozadas en Caminantes. Flâneurs, paseantes, vagabundos, peregrinos, el primer libro de ensayos de Edgardo Scott, alguien que viene del mundo de la ficción (y del psicoanálisis, y de la música). El libro, que tiene un formato de bolsillo ideal para sacarlo a la calle sin demasiadas incomodidades, es de ensayo, sí, pero de una ensayística amigable que flirtea todo el tiempo con un lenguaje poético que no puede pasar inadvertido y que tampoco es ajeno a la obra de Scott.
Probablemente si no conociera al autor mi lectura hubiera sido diferente. Pero algunos años de amistad filtran la manera de leer y me llevan a pensar que el libro hubiera sido muy distinto si, en este momento, él no hubiera decidido caminar un poco más que de costumbre. Un poco más, bastante más, hasta llegar a instalarse cerca de París, donde los recorridos claramente son otros, muy otros. Donde las caminatas cambian el sentido de lo caminado. De lo caminado ese día, en ese momento y de lo caminado durante todos esos años que pasaron y que de algún modo fueron construyendo una especie de sendero que lo fue llevando hasta este momento y ese lugar.
No como un destino, sino como una elección que el hombre hace de su devenir. Porque en definitiva caminar también es eso: elegir por dónde uno prefiere andar.
¿Quién es Edgardo Scott? Nació en Lanús, Provincia de Buenos Aires, en 1978. Fue fundador e integrante del Grupo Alejandría, grupo que en 2005 inició en Buenos Aires el movimiento de ciclos literarios en narrativa. Publicó la nouvelle No basta que mires, no basta que creas (2008); el libro de cuentos Los refugios (2010) y la novela El exceso (2012). Colabora con artículos de crítica literaria en La Nación, Eterna cadencia, Otra parte, Inrockuptibles. Ha traducido a Henry David Thoreau, Iain Sinclair, William Shakespeare y James Joyce. Es editor de Clubcinco editores.