Adela Navarro Bello
13/04/2016 - 12:04 am
“El Güero” Palma (este sí es), un peligro para México
El Gobierno de México, la Procuraduría General de la República, tienen 59 días para analizar los expedientes ministeriales donde se haga mención de las atrocidades cometidas por “El Güero” Palma en los primeros cinco años de los noventa, aquellos delitos que no hayan prescrito y por los que no haya sido juzgado, para emprender una nueva batalla legal, que lo ponga otra vez en prisión.
Desde 1990 y hasta 1995 cuando fue detenido, Héctor “El Güero” Palma, entonces líder de lo que hoy es el Cártel de Sinaloa, junto a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, fue uno de los responsables de la época más sangrienta y trágica que se tenga cuenta en Sinaloa y Baja California.
Palma y Guzmán estaban enfrentados a los hermanos Arellano Félix, quienes encabezaban el cártel que se identificaba por sus apellidos. Peleaban el corredor Sinaloa y la frontera de Tijuana para controlar el tráfico y trasiego de drogas provenientes de Centro y Sudamérica y con destino final a los Estados Unidos.
En esa cruenta batalla fueron asesinados niños, mujeres, cuñados, hermanos; unos a otros se hicieron un daño irreparable con más bajas consanguíneas en el lado sinaloense que en el bajacaliforniano. El árbol genealógico de la familia Arellano Félix, compuesta por siete hermanos, cinco hombres y dos mujeres, no fue en aquel entonces resquebrajado. La venganza, la ejecución de Francisco Rafael Arellano Félix, vendría por parte del mismo Cártel de Sinaloa, en 2011 cuando festejaba su cumpleaños en Los Cabos, Baja California Sur.
En la enloquecida narco-guerra de Palma y Guzmán contra los Arellano dieron muerte a subprocuradores, policías federales, agentes del ministerio público, activistas, periodistas, y ciudadanos que nada tenían que ver con el ilícito negocio de las drogas. Sinaloa se convirtió en el Estado más violento e inseguro del país, y Baja California en la frontera más codiciada y así golpeada por la criminalidad.
Los de Sinaloa estaban acuerpados por los Beltrán Leyva y su brazo armado. Los Arellano crearon un grupo de sicarios reclutando miembros de la mafia mexicana y del barrio Logan de San Diego, California, Estados Unidos, además de jóvenes de la sociedad tijuanense a quienes entrenaron para utilizar armas en Israel y que fueron conocidos como “Los narcojuniors”.
Entre esos dos grupos escenificaron balaceras en Culiacán, Mazatlán, Puerto Vallarta, Guadalajara y Tijuana, contando por miles los muertos en ese primer lustro de la década de los noventa.
De los homicidios de mayor impacto, fue el de quien fuera delegado de la PGR y Procurador de Sinaloa, Francisco Rodolfo Álvarez Faber, quien había depurado la corporación estatal de agentes corruptos, y agentes del Ministerio Público que servían a los mafiosos. También desentrañó el asesinato de la activista Norma Corona, y persiguió a los narcos que en su entidad amenazaban y mataban.
También el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo en 1993 cuando los dos cárteles, el de Sinaloa y el Arellano, tomaron el aeropuerto internacional de Guadalajara como su campo de guerra, y confundieron, según versión oficial y mafiosa, al prelado con Joaquín Guzmán Loera, debido al vehículo en que viajaba.
En la lista se anota la balacera en la discoteca Christine de Puerto Vallarta en 1992 desatada cuando los Arellano y sus sicarios vacacionaban en el lugar, y “El Güero” Palma y “El Chapo” junto a sus huestes llegaron para llenarlos de plomo en plena madrugada. No lo lograron. Ambos cárteles se dispararon y los hermanos huyeron por ductos del aire acondicionado, mientras los sinaloenses lo hicieron en sus camionetas. Las bajas fueron de ambos lados y clientes del lugar que no estaban en el crimen organizado.
En 1993 Guzmán Loera fue detenido por primera vez, y en 1995, Héctor “El Güero” Palma les caería del cielo a las autoridades federales cuando el avión en el que clandestinamente viajaba tuvo un desperfecto y descendió de manera dramática, sin que su ocupante principal sufriera lesiones graves.
En 2010, Héctor Luis Palma Salazar “El Güero” fue extraditado a los Estados Unidos.
En México entre 1995 y 2004, los abogados de Palma le libraron de por lo menos 20 procesos judiciales iniciados por el Estado Mexicano. De hecho en ningún momento la Procuraduría General de la República logró imputarle los delitos contra la salud, de tráfico o de homicidio. En México, y a pesar de su historial de asesinatos y trasiego de droga, a Héctor “El Güero” Palma lo juzgaron por delitos menores, entre ellos confabular para que “El Chapo” escapara de prisión –los dos estaban recluidos en Puente Grande, Jalisco- en 2001. A saber de sus abogados, Palma cumpliría su condena en México en el año 2002, ahí una de las hipótesis por las que no escapó.
Por el último de los delitos imputados, colaborar con la fuga de Joaquín Guzmán, las autoridades mexicanas mantuvieron en prisión a Palma, hasta que hubo la petición y se concedió la orden de extradición a los Estados Unidos. En aquel país, a cambio de información, pues se declaró en bancarrota, al “Güero Palma” lo sentenciaron a 16 años de prisión por colaborar con datos que contribuyeron al entendimiento de la estructura de las mafias mexicanas y a la captura de alguno de sus miembros.
Aunque no es clara la fecha en la cual la Unión Americana solicitó la extradición, uno de los preceptos jurídicos en la corte de aquel país, fue que se le consideraran como años compurgados de la pena, los que estuvo a la espera de ser extraditado. Y para un Juez de los Estados Unidos, ese plazo fenece en el 11 de junio de 2016.
En 59 días, uno de los capos más sanguinarios de los que se tenga memoria en México estará libre. Y en su calidad de mexicano recluido en los Estados Unidos, al término de su condena, será deportado a nuestro país. A tierras mexicanas llegará sin enfrentar proceso alguno, luego que –insisto- la Fiscalía Mexicana fue incapaz de llevarlo a proceso y posterior sentencia judicial, por asesinato, por narcotráfico, cuando cientos, miles de personas fueron muertas, en ocasiones directamente por él, en otras por sus órdenes, más de manera indirecta.
El Gobierno de México, la Procuraduría General de la República, tienen 59 días para analizar los expedientes ministeriales donde se haga mención de las atrocidades cometidas por “El Güero” Palma en los primeros cinco años de los noventa, aquellos delitos que no hayan prescrito y por los que no haya sido juzgado, para emprender una nueva batalla legal, que lo ponga otra vez en prisión. Entre los cientos, los miles de asesinatos, el tráfico de droga, la corrupción de corporaciones, debe haber, seguramente habrá, ese delito no perseguido.
No hacerlo, dejar que Palma Salazar sea deportado a México, en total libertad e impunidad, significará un peligro para este País. Al igual que Joaquín Guzmán cuando evadió dos veces la cárcel, o Rafael Caro Quintero cuando fue liberado por las autoridades mexicanas, lo más probable es que regrese a la vida que solo ha tenido, a lo único que sabe hacer: Al narcotráfico y la criminalidad. Finalmente, el cártel al que dio vida y forma, ahí sigue.
20 procesos libró Héctor Luis “El Güero” Palma en México, y en junio, con 55 años encima, llegará sin culpa al país de la impunidad, el narcotráfico, la corrupción y la muerte que gobierna el Presidente Enrique Peña Nieto.
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