Eminem subió al escenario acompañado de Royce da 5’9» pero sin quitarse la pose de tímido, saludando a penas al público y lanzando un «¡qué bonito es Brasil!».
Alba Gil
Sao Paulo, 12 mar (EFE).- Las letras del rapero Eminem cerraron hoy el primer día del festival Lollapalooza Brasil, que dio su disparo de salida con un clase magistral de rock a cargo de Eagles of Death Metal, la banda que tocaba en la sala Bataclan de París durante los atentados del 13-N.
El ganador de un Óscar y quince premios Grammy consiguió elevar hasta el olimpo del hip hop el festival Lollapalooza, que celebra hasta mañana su quinta edición brasileña en el Autódromo de Interlagos de Sao Paulo.
Eminem subió al escenario acompañado de Royce da 5’9» pero sin quitarse la pose de tímido, saludando a penas al público y lanzando un «¡qué bonito es Brasil! Ya hace casi seis años que estuve aquí» al poco de comenzar.
El rapero fue animándose mientras hacía un repaso a su carrera, con la que ha llegado a vender más de 100 millones de copias, pero echando mano a éxitos como «Love the way you lie» o «Monster» cuando los gritos menguaban, una fórmula con la que logró mantener botando hasta al más extenuado.
El plato fuerte de la programación comenzó antes con el rock de los también estadounidenses Eagles of Death Metal, conocidos mundialmente por actuar en la sala de conciertos Bataclan de la capital francesa durante los ataques terroristas de noviembre, que dejaron 90 fallecidos.
El grupo se rindió al amor y el vocalista, Jesse Hughes, se pasó el concierto enviando besos, mensajes de pasión y algún que otro piropo a varias admiradoras entusiasmadas.
Y entre canalladas y rock and roll, Hughes no se olvidó de bailar, brincar y vibrar, a pesar de presentarse sin su gran amigo Josh Homme, la mitad del alma de los «Eagles», que ya había avisado de su ausencia.
Los australianos Tame Impala subieron después al palco para testar a sus seguidores, acostumbrados al rock psicodélico de la banda, y ver si cuajaba entre el público latinoamericano el océano de pop y electrónica que baña su más reciente trabajo, «Currents».
Los del «antílope africano» rescataron el espíritu indie rock con el que nació el festival, que en los últimos tiempos se había embarcado en tonos más comerciales, e hipnotizó a más de uno con magnéticas melodías y haces de luz.
Tame Impala llegó al escenario principal pisando fuerte y reuniendo a una multitud que trataba de encontrar una coreografía que pegase con las canciones.
En proceso de metamorfosis se presentaron también los ingleses Mumford & Sons, cuyo inconfundible banjo acústico ha conseguido dar al folk un nuevo apellido, pero que, con «Wilder Mind» han decidido salir de su zona de confort para nadar en el universo de los sintetizadores.
El primer acorde que el cuarteto londinense tocó en Brasil levantó un ensordecedor grito del público, que no perdió la pista al cantar a pleno pulmón «Little Lion» mientras el vocalista reía divertido.
Sin embargo, las novedades del grupo no parecieron gustar a todos y el ritmo de la noche entró en declive cuando los hasta entonces entregados fans dejaron de saberse las letras.
La energía regresó de golpe cuando invitaron a subir a una incrédula admiradora que provocó la risa del público, encantado de que la banda tocara acto seguido su gran single, «I will wait».
Así puso fin a su primera jornada el festival Lollapalooza, concebido en Estados Unidos en 1991 y bautizado con un nombre que evoca «algo inusual y extraordinario», y que este año llega al país suramericano sin representación hispana.
Tras Brasil, la cita sónica aterrizará el próximo fin de semana en Buenos Aires y Santiago de Chile, para volar luego a Chicago, Berlín y Bogotá.
Pero antes, el público brasileño tendrá la oportunidad de ver todavía a los británicos Florence + The Machine, al exmiembro de Oasis Noel Gallagher, a los estadounidenses Alabama Shakes y al dúo Jack Ü, formado por Skrillex y Diplo.