Partiendo en cortejo “las inconsolables chillonas” marchan en procesión por las calles de la localidad burlándose de gobiernos y de todo aquello que merezca ser azotado con el látigo del humor.
Por Juan Carlos Gutiérrez Barraza
Ciudad de México, 13 de febrero (La Opinión/SinEmbargo).-Un día antes de que se inaugure el carnaval en el municipio de Jiutepec, Morelos (México), los hombres de la comunidad inician su ritual para despedir el “mal humor” vistiendo ropas femeninas.
La multitud de varones travestidos interpretan a esas “viudas” que a partir de este momento enterrarán la “tristeza” durante una semana: varones con exagerados maquillajes, calzado de tacón alto, faldas cortas y medias coquetas logran en el espectador una impresión doble, ya que en esa mezcla de sátira y alegría popular se pretende no solo divertirse sino también reflexionar sobre los problemas de la comunidad.
Partiendo en cortejo “las inconsolables chillonas” marchan en procesión por las calles de la localidad burlándose de gobiernos y de todo aquello que merezca ser azotado con el látigo del humor, recordándonos que hay muchos problemas que solo pueden enfrentarse con con alegría y desenfado, cuando el contento opaca la desdicha caminamos con ligereza animados por la ilusión.
La noche de las “viudas” es ya una celebración reconocida entre la población que espera con impaciencia este momento de liberar opresiones personales o sociales que habían quedado enterradas; es la ocasión donde se incuba la alegría con biberones y maternidad impostada, ese desfile que abre paso a la próxima fiesta de la “carne” (carnaval) con explícitos bailes y cantos, a base de comparsas que surcan el viento con ritmos que invitan a intercambiar la aflicción por el placer de estar, que convierten la pena en alimento y la desesperanza en anhelo.
La noche en que se despide el féretro que carga el cadáver del “mal humor” es un espectáculo que resuena en lo más profundo de las tradiciones jiutepequenses recordándonos que el pasado es incorregible y debe quedar atrás, mientras la entrega al presente es nuestra única opción, esa donde aún nos abismamos al poder y la totalidad.
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