Sergio Saldaña Zorrilla
13/02/2018 - 12:05 am
La antidemocracia mexicana
La contienda electoral del 2018 en México va nuevamente camino a la anti-democracia, pues los discursos de mentiras, calumnias y falsos rumores del PRI y del PAN comienzan ya a inundar el país entero.
La contienda electoral del 2018 en México va nuevamente camino a la anti-democracia, pues los discursos de mentiras, calumnias y falsos rumores del PRI y del PAN comienzan ya a inundar el país entero. Se trata de los falsos discursos de un viejo régimen que se resiste a morir; de un régimen que sabe que son una tiranía repudiada por todo un país, pero que se ha atrincherado en la miseria de unos cuantos y en la ignorancia de otros tantos para disparar cañonazos de difamaciones, con la única esperanza de, nuevamente, imprimirle miedo a los mexicanos. Le apuestan a que será más fuerte el efecto de sus campañas de desorientación de masas que el repudio que les tenemos. PRI y PAN son unos verdaderos enemigos de la democracia.
Decía Pericles que la democracia no consiste tanto en lograr que el poder quede en manos del pueblo, sino en que el país sea administrado en el interés general y no en el de una minoría[1]. Para lograr lo anterior, los antiguos atenienses consideraban que una democracia sólo puede existir si posee dos cualidades: isegoría y parrhesía.
Tucídides, el primer historiador riguroso de la humanidad –y a quien debemos gran parte de lo que sabemos de la democracia ateniense clásica-, describe la isegoría como la igualdad en el derecho al uso de la palabra[2]. Sin isegoría no existe la democracia, pues sin garantía de libertad de expresión la política carecería de elementos para el debate y la visión del mundo colectiva (Weltanschau) estaría limitada a la visión de una minoría. Por su parte, la parrhesía consiste en el apego a decir la verdad en la política. A este respecto, Michel Foucault es preciso cuando señala “que todo mundo pueda hablar no significa que todo mundo pueda decir la verdad”[3]. Quizás lo que convirtió a Foucault en un filósofo político de primer orden para los sistemas democráticos de la Europa Occidental de la posguerra es el énfasis que da al papel del discurso verdadero que requieren dichos sistemas. En México, la isegoría está consagrada en el artículo 6º de nuestra Constitución. Sin embargo, la parrhesía está ausente tanto de nuestra teoría como de nuestra práctica democrática.
El neoclasicismo democrático foucaltniano es enfático al señalar que sólo algunos pueden decir la verdad. El decir verdad en los asuntos públicos puede parecer algo menor pero en realidad es el punto fino de la implementación de una democracia. Pocas cosas son tan difíciles en la clase política gobernante mexicana actual como, por ejemplo, lograr que los gobernantes digan la verdad. Se debaten entre decir lo que deben decir en apego a la verdad versus lo que les conviene decir de acuerdo a su cálculo de conveniencia personal. La parrehsía consiste precisamente en lograr que el debate político se realice con exclusivamente discursos apegados a la verdad independientemente de que esto convenga a intereses particulares predominando solamente el interés general (lo que ciertamente fue la base del enorme prestigio del Pericles legislador de Atenas).
Señala Foucault que también existe el falso decir veraz[4]. Esto es, el discurso de quienes aseguran que cierta acción es en beneficio del interés general, cuando en realidad sólo es una persuasión para beneficiar a una minoría. El PAN y el PRI encajan perfectamente en esta descripción del falso discurso –como lo vimos en este sexenio con la aprobación de la Reforma Energética, una reforma que ya sabían ellos que se encaminaba a que se dispararan los precios de la gasolina, de la electricidad y del gas en el país, pero sostuvieron el falso discurso de que lo hicieron supuestamente por el bien de la Nación.
La otra forma del falso decir veraz es la de quienes sienten amor a la patria pero son débiles ante la corrupción, pues son capaces de venderlo todo por dinero, descripción dentro de la que encaja perfectamente el actual PRD.
Como en la antigua democracia ateniense, debemos expulsar de la política mexicana a quienes no persigan el interés general al hablar y al actuar; desterrar a quienes hayan fallado en la defensa de la Patria (a lo que el propio Tucídides fue condenado al perder ante Esparta la defensa de Anfípolis) y condenar a penas severas a quienes mientan. Hoy necesitamos detener a los autores de las campañas de mentiras del régimen, necesitamos una purga en el sistema político mexicano y necesitamos implementar filtros eficaces a la nueva clase política que ha de emerger para la no repetición de esta tiranía.
[1] Tucídides (1948). Histoire de la guerre du Peloponnèse, vol. 1, trad. De Jean Voilquin, Paris, Garnier frères.
[2] Idem.
[3] Foucault, Michel (2008). Le gouvernement de soi et des autres. Cours au Collège de France (1982-1983). Seuil/Gallimard.
[4] Idem.
@SergioSaldanaZ
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