De corte impecable fueron también los diseños presentados más tarde por Carolina Herrera, quien dijo adiós con el desfile de hoy a la dirección creativa de la casa que lleva su nombre para dedicar más tiempo a su familia, aunque permanecerá como embajadora de la marca.
Nora Quintanilla
Nueva York, 12 febrero (EFE).- La Semana de la Moda de Nueva York quedó hoy deslumbrada por el buen gusto de dos casas de moda de origen latinoamericano: Oscar de la Renta, fundada por el icono dominicano fallecido en 2014, y la firma de la venezolana Carolina Herrera, que dio el relevo como diseñadora en su último desfile.
Laura Kim y Fernando García, directores creativos de Oscar de la Renta, vistieron para el otoño a una mujer femenina y sofisticada, ya fuera con falda y pantalón en verde caqui combinados con camisas o suéteres blancos, o con vestidos, sobrios y monocolor con motivos florales, o más coquetos, con dibujos de animales.
Los chaquetones se alargaron y adoptaron líneas rectas, teñidos de camel, blanco roto o rojo pasión, pero en contraste con ellos destacó un espectacular abrigo de color carmesí en «degradé» con caída voluminosa en tul, uno de los tejidos estrella del desfile.
La firma se lució precisamente en los modelos para ocasiones especiales, y asombraron los vestidos, en los que el delicado tul envolvió las formas femeninas con sutiles transparencias surcadas de pedrería bordada, flores en terciopelo o remolinos de lentejuelas.
Deslumbró un trío de vestidos de noche en terciopelo negro que dejaron con la boca abierta a la actriz Dakota Fanning y la modelo Isabeli Fontana, sentadas en la primera fila del espectáculo de moda dispuesto dentro del histórico edificio Cunard, decorado para la ocasión con árboles flanqueando la pasarela.
Uno de esos vestidos era de cuello cerrado y manga larga, con apliques plateados en hombro y cadera dibujando ramas; otro, tipo tubo y con un escote palabra de honor adornado también; y el último, que cerró el desfile, tenía un profundo escote en V, una abertura frontal en la falda y una elegante capa posterior.
De corte impecable fueron también los diseños presentados más tarde por Carolina Herrera, quien dijo adiós con el desfile de hoy a la dirección creativa de la casa que lleva su nombre para dedicar más tiempo a su familia, aunque permanecerá como embajadora de la marca.
La experiencia de 37 años en el sector de la moda de la venezolana se hizo patente en una glamurosa colección que reunió en el Museum of Modern Art (MoMA) a numerosas caras conocidas admiradoras de su trabajo, como Bianca Jagger, que la acompañó en su primer desfile y no se quiso perder el último.
Destacaron los vestidos de corte fluido en fucsia, naranja y azul claro, con plisados que escondían colores; en tul y con volumen, o de estilo camisero y cintura marcada, así como los estampados con dibujos de tigres y leopardos en acabados metalizados.
No faltaron su clásico binomio blanco y negro ni sus camisas blancas, que combinó con faldas de abertura lateral cubierta con transparencias para insinuar sin enseñar, y en el tramo final, con faldas largas en colores joya ajustadas por cinturones anchos.
Cuando la pasarela quedó vacía, los aplausos reemplazaron la voz de Ella Fitzgerald, que había dado ritmo al desfile, y el público en pie recibió a una Carolina Herrera arropada por su equipo y por el diseñador Wes Gordon, que le entregó un ramo de rosas antes de recoger su testigo.
Por la mañana, la firma Ralph Lauren también hizo gala de su «savoir faire» dentro de las opciones conservadoras, con una colección primavera-verano de aires marineros que aprovechó los colores de la bandera estadounidense y hasta se lanzó con amarillos o verdes vivos para aparcar el «winter blues».
El estadounidense quiso trasladar a su audiencia y, por ende, a quien lleve sus diseños «ready to wear», a su casa vacacional en Jamaica, con conjuntos que dependían del blanco y el azul marino en la mayoría de casos, ya fueran suéteres de rayas con «shorts» o vestidos florales de escote «halter».
Más arriesgada e informal fue la firma 3.1 Phillip Lim, que aplicó su «chic sin esfuerzo» a conjuntos sueltos y de estilo pijama en colores pastel, mientras que elevó otros atuendos aptos para la noche con superposiciones de telas estampadas, especialmente en vestidos.