Gerardo Grande
13/02/2016 - 12:01 am
¿Con qué se conecta el poeta al escribir sus versos?
¿Con qué materias misteriosas se conecta el poeta al escribir sus versos? En el caso de que exista la posibilidad de tocar algo desconocido e inesperado
¿Con qué materias misteriosas se conecta el poeta al escribir sus versos? En el caso de que exista la posibilidad de tocar algo desconocido e inesperado; al bucear en el inconsciente que es, muchas veces, desde donde viene el poema. ¿Qué tanto de profeta puede llegar a tener el escritor de poesía? Es abundante el número de culturas antiguas que creen que el poeta, en un trabajo de autoexploración profunda llega a conectar con visiones que pueden ayudar a resolver un problema de la comunidad o incluso predecir algún conflicto mayor. Ideas parecidas las podemos encontrar en la actualidad en la etnia Kuna, ubicada entre Panamá y Colombia; sólo por mencionar una de las muchas etnias y comunidades que hasta el día de hoy creen esto. Unos podrán aceptar estas creencias, otros serán escépticos, pero lo cierto es que en varios casos el poeta ha predicho su suerte, como lo hizo Javier Heraud; que nació en Lima en 1942 y murió en Madre de Dios en 1963. Así, a los 21 años Heraud entró en la lista de jóvenes escritores deslumbrantes que dejan en su camino un puñado de escritos visionarios y de alta calidad literaria. En 1960 publicó su poemario “El río” y ese mismo año ganó el concurso El poeta joven del Perú con su libro “El viaje”. En “El río”, Javier Heraud incluye un poema (que le da título al libro) divido en nueve estrofas, en este texto la voz poética es la voz de un río que lo recorre todo y en su camino encuentra la muerte, un río que a veces se desliza suavemente
“por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos”
pero también es bravo y fuerte. En 1961 el poeta ingresa a las filas del Movimiento Social Progresista; agrupación con la que seguirá formando sus ideas revolucionarias, mismas que lo llevan a Moscú para participar en el Foro Internacional de la Juventud y en 1963 regresa a Perú para participar en la guerra contra el gobierno militar. Ese fue el último año para Javier Heraud, el último año de vivir la poesía fuera del libro. Cabe señalar que en una primera lectura si se quiere superficial, la obra de este poeta peruano, puede parecer simple, sin embargo, si se lee de manera más profunda descubrimos que en general, su poesía está cargada de símbolos, recursos estilísticos bien manejados y sobre todo una técnica depurada en la construcción de cada poemario y en la preocupación por la arquitectura de sus poemas. Como he dicho antes, el poema El río, está dividido en nueve estrofas que nos muestran los cambios de las aguas de un río que en su génesis baja de manera violenta para abrirse camino al mundo, esto bien podría ser una alusión al nacimiento del ser humano. La segunda estrofa nos muestra la ternura y generosidad de sus aguas y así sucesivamente hasta llegar a la quinta estrofa donde se vislumbra el final de su recorrido feroz y vital.
“Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas”
las brisas cercanas y el viento en las mejillas del río que se acerca al mar; que se acerca a su final para ir a mezclarse con algo más grande y desconocido. Ahí perderá su forma primera pero no la totalidad de su esencia. Así, llega el momento de conocer la muerte del río, ya en el último párrafo del poema donde sus aguas siguen bajando y encuentran su final.
“Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y
todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.”
El 15 de mayo de 1963, Heraud había ido al río para pasar un rato con sus amigos. Horas más tarde, al bajar en una balsa, un grupo de la Guardia Civil que estaba entre la maleza, disparó a los jóvenes que, al parecer, ni siquiera portaban armas. Poco más de veinte balas “dum-dum” (balas que fueron prohibidas en la guerra por ser consideradas excesivamente destructoras) terminaron con la vida del poeta de 21 años, mientras éste bajaba con el río.
El Río
1
Yo soy un río,
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.
2
Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso. Me
deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
3
Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.
4
Y es aquí cuando
más me precipito
Cuando puedo llegar
a
los corazones,
cuando puedo
cogerlos por la
sangre,
cuando puedo
mirarlos desde
adentro.
Y mi furia se
torna apacible,
y me vuelvo
árbol,
y me estanco
como un árbol,
y me silencio
como una piedra,
y callo como una
rosa sin espinas.
5
Yo soy un río.
Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.
6
Yo soy el río que viaja en las riberas,
árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,
árbol fruta
rosa piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados,
7
Yo soy el río que canta
al mediodía y a los
hombres,
que canta ante sus
tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.
8
Yo soy el río anochecido.
Ya bajo por las hondas
quebradas,
por los ignotos pueblos
olvidados,
por las ciudades
atestadas de público
en las vitrinas.
Yo soy el río
ya voy por las praderas,
hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas,
los árboles cantan con
el río,
los árboles cantan
con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis
brazos.
9
Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y
todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.
Del poemario: «El Río». Lima. 1960.
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