La escritora neozelandesa vuelve a las librerías con El último viaje de Silka, la historia posterior al bestseller mundial El tatuador de Auschwitz. En la novela, la protagonista pasa de Auschwitz a un Gulag soviético, acusada de colaboracionista por haber sido la amante forzada de un oficial nazi, lo cual le permitió sobrevivir en el campo.
Por Rodrigo Zuleta
Berlín, 12 de noviembre (EFE).- La escritora neozelandesa Heather Morris vuelve a las librerías con El último viaje de Silka (Espasa), una historia que en cierta medida es la continuación de El tatuador de Auschwitz, que se convirtió en un bestseller mundial.
Silka pasa directamente de Auschwitz a un Gulag soviético, acusada de colaboracionista por haber sido la amante forzada de un oficial nazi, lo que a la postre le permitió sobrevivir en el campo.
La historia oscila entre los dos campos de concentración y se cuenta siempre en primera persona y con muchos diálogos.
«La historia se cuenta con las palabras de los personajes. Quería que se oyeran sus voces y no la mía. Es su historia, ellos son importantes, yo no soy importante», dijo a Efe Morris durante una visita a Alemania de cara al lanzamiento de «El último viaje de Silka», que hoy se publica en España.
El personaje ya aparecía en «El tatuador de Auschwitz» y había dio uno de los aspectos más criticados por expertos en el Holocausto pues su historia les parecía absolutamente inverosímil.
Sin embargo, Morris defiende la historia y habla de los muchos testimonios que recabó y, también, de investigaciones adicionales.
El origen de las dos historias son los testimonios de Lale Sokolow, que le tatuaba los números a los prisioneros que llegaban a Auschwitz y que antes se llamaba Ludwig Eisenberg.
«Conocí a Lale después de que muriera su esposa Gita y él le pidiera a su hijo que buscara a alguien que pudiera contarle su historia. Especificó además que quería contársela a alguien que no fuera judío», dijo Morris.
Ella y el hijo de Lale y Gita tenían un amigo común y así se dio el contacto. Lale contó su historia. Sabía que Heather Morris la iba a contar pero no le bastaba con ella.
«Lale decía con frecuencia: cuando hayas contado mi historia tienes que contar también la historia de Sika. El mundo tiene que conocerla, ella es la persona más valiente que he conocido», dijo Morris.
Mientras que la historia de Lale Morris la tuvo de primera mano -dice haber pasado miles de horas con él no sólo para preparar la novela sino porque se hicieron amigos- de Silka sólo tenía unos pocos testimonios.
«Él me hablaba de Silka y me decía que le había salvado la vida y que era la persona que había hecho posible que estuviéramos juntos 60 años después», explicó la escritora
Con ello, Morris tenía un principio de historia que tenía que completar con investigaciones profesionales, con documentos y con testimonios de otra gente que hubiera conocido a Silka.
«Se trataba de dos grupos de personas. Por un lado, gente que conocí en Australia, que habían estado en Auschwitz y que habían sobrevivido, Además, viajé a Eslovaquia para hablar con gente que había conocido a Silka durante cincuenta años», contó.
En ese trabajo, Morris, con ayuda de investigadores encargados por ella, encontró la partida de matrimonio de los padres, los expedientes escolares de Silka y la partida de nacimiento de su hermana.
Además visitó el pueblo donde había vivido Silka y estuvo al frente de la casa donde los nazis fueron a buscarla para llevarla a Auschwitz.
Una de las investigaciones encargadas por Morris estuvo dedicada única y exclusivamente al gulag de Vorkuta, donde estuvo prisionera Silka.
Sokolov murió en 2006 y antes de su muerte Morris le prometió que nunca iba a cesar en su esfuerzo por contar su historia.
«Después he estado marcada por la responsabilidad de cumplir esa promesa no sólo para honrarlos a él y a Silka sino a todos los murieron en el Holocausto y todos los que lo sobrevivieron», dijo.
Morris no descarta que después de los dos libros vengan otras obras relacionadas con el Holocausto.
«Usted ya es la segunda persona que me pregunta eso hoy. Tal vez no sea una mala idea», consideró.