«Existe una gran discrepancia entre la duración promedio de la vida de los animales criados para consumo y su expectativa real de vida, siendo esta última notablemente mayor que la edad en la que son llevados al matadero. Y aún cuando los estudios de mercado indican que los consumidores se preocupan cada vez más por conocer la procedencia de los alimentos que consumen, ¿somos conscientes plenamente de lo que comemos?», escribe Dulce Ramírez de Igualdad Animal.
Ciudad de México, 12 de mayo (SinEmbargo).- A lo largo de todo el camino recorrido por el avance de la humanidad, los animales han sido las principales víctimas en la historia. El sufrimiento y número de muertes que la cría de animales a escala industrial ha provocado también la convierte en quizás, el peor crimen jamás conocido.
Cada hora, la industria de la carne mata a 1 millón de animales. Animales que durante toda su vida solo conocen el dolor y la privaciones de vivir en las terribles condiciones que les imponen. Siendo considerados simples recursos, su expectativa de vida no tiene importancia alguna para la industria, de hecho, las manipulaciones genéticas a las cuales han sido sometidos hacen que sus cuerpos crezcan a un ritmo antinatural tan acelerado que permite que puedan ser matados a una muy temprana edad.
Existe una gran discrepancia entre la duración promedio de la vida de los animales criados para consumo y su expectativa real de vida, siendo esta última notablemente mayor que la edad en la que son llevados al matadero. Y aún cuando los estudios de mercado indican que los consumidores se preocupan cada vez más por conocer la procedencia de los alimentos que consumen, ¿somos conscientes plenamente de lo que comemos?, ¿sabemos a qué edad son matados?
Un análisis de la empresa Statista así lo muestra, la gran mayoría de los animales criados para consumo son matados cuando aún son bebés, siendo este un procedimiento estándar dentro de la industria ganadera.
Como lo refleja la imagen, todos estos animales apenas viven entre el 3 y el 7 por ciento del tiempo que debería vivir naturalmente. Cuando pensamos en animales muy jóvenes como pollitos, cerdos, corderos y terneros, naturalmente pensamos en su inocencia y vulnerabilidad. La mayoría de las personas serían incapaces de provocarles daño o lastimarlos. Sin embargo, las prácticas de la industria los someten a torturas tan brutales que cuesta trabajo creer que se lleven a cabo cotidianamente en granjas y mataderos.
El solo hecho de nacer en la industria es ya de por sí algo aterrador: los cerdos nacen literalmente sobre los excrementos de sus madres debido a que estas son forzadas a estar encerradas en jaulas en las que no pueden darse la vuelta. Este hacinamiento, sumado a las pésimas condiciones higiénicas, provocan altas tasas de mortalidad en los recién nacidos y jóvenes de meses.
Comportamientos tan naturales para ellos como correr y jugar son imposibles de desarrollar, y en efecto, su carácter naturalmente alegre y entusiasta se va modificando hacia el miedo y la sumisión. Por ejemplo, casi el 100 por ciento de los cerdos, terneros y cabritos son castrados sin anestesia. Resulta desolador ver a animales que se encuentran en el inicio de sus vidas ahogándose en su propio peso, como es el caso de los pollos.
Los avances científicos han desempeñado un rol nefasto en toda esta realidad al manipular sus vidas al servicio de la industria, pero los conocimientos derivados de los mismo, hoy nos permiten saber que todos los animales de granja sienten, forman lazos emocionales y complejas estructuras sociales y poseen personalidades con rasgos psicológicos bien definidos. Los animales que están en las granjas conocen el dolor, el miedo y la soledad, pero en una realidad distinta, de igual manera, pueden experimentar la felicidad y valorar el confort y la libertad.
Hay pocas cosas tan crueles como la industria cárnica. Los animales, sin duda, merecen algo mucho mejor.
Esta información me rompe el corazón… ? ? ? ? ? ? ? ? #YaLlevameDiosito pic.twitter.com/hB9bhUaZLi
— Igualdad Animal Mex (@IA_Mexico) 28 de marzo de 2019