«El Zurdo es la mejor parte de mí», asegura en una entrevista con Efe este formador de novelistas, catedrático de literatura medieval, miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio de Sinaloa y, según el también académico y escritor Arturo Pérez Reverte, «patriarca de la literatura policial en México».
Por Concha Barrigós
Madrid, 12 may (EFE).- Un placa culichi que pasa de estar adrenalizado al cien, en tremenda balacera, a parizarse en la mirada de una vieja. Así es el Zurdo Mendieta, el detective creado por el mexicano Élmer Mendoza, un experto en «wachar» a sus semejantes e inventarse todo un sistema léxico para meterles entre renglones.
«El Zurdo es la mejor parte de mí», asegura en una entrevista con Efe este formador de novelistas, catedrático de literatura medieval, miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio de Sinaloa y, según el también académico y escritor Arturo Pérez Reverte, «patriarca de la literatura policial en México».
La tercera entrega que protagoniza su Zurdo, Besar al detective (Random House), hay que leerla con atención para no perderse porque el escritor (Culiacán, 1949) crea un estilo en el que lo directo y lo indirecto, lo objetivo y lo subjetivo, lo real y lo imaginado van «de seguido», sin muletas de guiones u otros «convencionalismos».
«La literatura tiene que escucharse, no solo leerse. Mi forma de escribir tiene que ver con la explosión del sonido natural de las palabras. Quiero que vayan libres. Está inmersa en la atmósfera que propongo, para que el lector pueda escuchar los ruidos, lo que está sucediendo», aclara.
Esta novela, en la que el Zurdo paga un caro peaje por acudir al «oscuro mundo del narcotráfico» para resolver un crimen que genera a su alrededor decenas de muertos, tiene unas variaciones rítmicas que la hacen trepidante y suave, vertiginosa y calma, unos cambios, revela, «muy intencionados».
Pero es que, además, Mendoza no se ahorra ni uno solo de los modismos de un argot «narcopolicial» que descubre recovecos en el idioma español tan deslumbrantes como divertidos.
«Placa» es policía; «culichi», natural de Culiacán; «balacera», tiroteo -aquí, con bazookas incluidos-; «parizarse», un invento a lo Cortázar para embelesarse; «vieja», mujer y «wachar», observar.
«El castellano no es fijo, es muy dinámico y es muy fácil que se generen expresiones nuevas. Decimos ‘estoy tristón’, y en España entienden muy triste y para nosotros es ligeramente triste. Estamos partiendo de una palabra que está en nuestro diccionario común pero ahí hay una transformación. La lengua se modifica en las aulas y en los tugurios», explica.
Las palabras que utiliza, tan comunes como «madre», abren «ventanas» a universos impensados en función de los «complementos»: «a toda madre», significa «muy bien», pero también «está con madre», lo mismo que «les vale madre» quiere decir que algo no importa.
Esas vueltas y revueltas, subraya, «son códigos que se usan en el norte de México, sí, pero también en otras partes. No solo es un código del hampa, es el lenguaje que yo utilizo», afirma.
«El lenguaje de los narcos y, en general, del hampa está modificándose constantemente, porque ahí está la supervivencia de las bandas. Dicen, por ejemplo, que hay ‘un diez cuatro’ tras ellos, porque esa es la forma en la que los policías se refieren a una operación de vigilancia».
Su detective, conocido en diez idiomas y «muy querido» en inglés y alemán, ha crecido, ha evolucionado y eso se nota, dice, en que Edgar «Zurdo» Mendieta tiene que ejercer «una paternidad con problemas y descubrir que la forma en que se ama a los hijos no se parece a ninguna otra».
La realidad de su país, sostiene, «está peor» que lo que él «escribe»: «En los últimos años estamos rehabilitándolo. Ya no solo se puede ir a la Riviera Maya, pero las hemos pasado duras».
Con todo, Mendoza, Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares con «El amante de Janis Joplin», precisa que lo que pasa en México «sucede en la mayor parte del mundo».
«Hay relaciones serias, comprometidas entre las bandas y los organismos políticos y hay acuerdos que comprometen a la población civil. Pensaba que pasaba en México pero he descubierto que ocurre en muchísimos países», zanja.