Aunque el 70 por ciento de los contaminantes emitidos en la capital provienen del transporte, el 30 por ciento restante debe también tomarse en cuenta para lograr atacar el problema en su totalidad, advierte académico de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Ciudad de México, 12 de abril (SinEmbargo).- Aunque expertos y organizaciones civiles han señalado durante los últimos días que el principal factor de la contaminación que aqueja a la Ciudad de México y la zona metropolitana, es el transporte en su conjunto –no solo el transporte privado, también el de carga, el público, el de pasajeros, el de servicio público federal y en general todos los automotores–, lo cierto es que hay otras causas que también han contribuido para que actualmente los capitalinos respiren el peor aire del que se tenga memoria desde hace 14 años.
«Esta situación de las contingencias nos está mostrando el colapso al que está llegando esta región del país, que también hay otros temas que seguramente pronto van a ser crisis como el del agua, la basura y la pérdida de zonas verdes, por eso tenemos que estar preparados para lidiar en el corto plazo con una región ambientalmente colapsada y en severo riesgo de que los problemas sean inmanejables», alertó el maestro Javier Riojas Rodríguez, académico del departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en entrevista para SinEmbargo.
Riojas reconoció que aunque el 70 por ciento de los contaminantes emitidos en la capital provienen del transporte, el 30 por ciento restante debe también tomarse en cuenta para lograr atacar el problema en su totalidad. Esos otros factores que participan en la emisión de contaminantes, son, por ejemplo, las fuentes fijas entre las que se incluyen 36 mil grandes, medianas y pequeñas empresas establecidas en la Ciudad de México y la zona metropolitana, las cuales queman combustible para realizar sus procesos de producción por lo que emiten contaminantes de distintos tipos, explicó.
Además, destacó que la información de los contaminantes que emite el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) no está clara, «siempre se pone la vista en el transporte terrestre, pero no dejemos de ver que dentro de la zona metropolitana tenemos un mega aeropuerto».
El ex director del zoológico de Chapultepec especificó que las fuentes de emisiones de partículas de las mineras de arena que existen aún en la zona metropolitana, los sectores erosionados de la parte rural o de sitios como el Lago de Texcoco o Chalco «emiten partículas, que no son propiamente gases, pero sí son elementos químicos y biológicos que tienen que ver con la salud de las personas».
Asimismo, advirtió que también los pequeños negocios como hamburgueserías, comercios de pollos y carnes a la leña, taquerías, «y todos estos que queman carbón y gas para sus procesos, –muchas veces al aire libre y prácticamente de manera impune, sin ninguna restricción– son un factor muy importante. Algunos de ellos llegan a significar, por ejemplo, el equivalente a varios automóviles y operan sin control o con la complicidad de las autoridades».
«Hay empresas informales contaminantes que están fuera de control y deberían ser sometidas a las mismas restricciones o por lo menos formalizarlas para controlar sus emisiones», dijo.
Otro agente que se engloba dentro de ese 30 por ciento diferente al transporte, incluye a los hogares donde aún se utilizan combustibles como leña o carbón, además de los quemadores o asadores que emiten partículas y monóxido de carbono, este último, recordó, es un precursor del ozono.
En todos los factores que ocasionan la contaminación ambiental, «la responsabilidad radica en los gobiernos federal, de la Ciudad de México y del Edomex», por lo que exhortó a los tres mandos a tomar cartas en el asunto para reducir el problema.
A la sociedad en general pidió «no priorizar la queja por los efectos que tienen en mi persona y en mi auto la aplicación de medidas, si no realmente elevar la mirada y ver que estamos en una región muy frágil ambientalmente que requiere que entre todos cuidemos la calidad de la atmósfera por cuestiones de salud».
«Estas medidas no son por capricho o por ocurrencia, sino son justamente para mejorar la calidad del aire y en ese sentido se trata respetar el derecho que tenemos a un medio ambiente sano, por encima del derecho a circular con el automóvil», insistió.
Para contribuir realmente con el problema, el académico indicó que «es importante informarnos, cambiar rutina y forma de vida, hacer cambios en los hábitos de transporte, de consumo y buscar la reducción en la generación de basura».
«Se tendrán que modificar sí o sí porque ya no habrá de dónde extraer agua ni espacios dónde llevar la basura y ahí entre la autoridad y la población vamos a tener nuestra cultura ambiental para transitar a prácticas más responsables en el uso de los recursos con medidas más estrictas para mitigar este problema», concluyó.
TRANSPORTE, CAUSA PRINCIPAL
La situación de contaminación en el aire que vive la Ciudad de México, de acuerdo con la organización El Poder del Consumidor, es una “emergencia capitalina”, gracias al colapso vial.
En reciente entrevista con SinEmbargo, Daniel Zamudio, coordinador de Transporte Eficiente de la ONG, explicó que la causa raíz de este problema, es el alto número de vehículos que circulan hoy en día en la Zona Metropolitana, pues ya son 5.5 millones los que recorren la capital diariamente, y 250 mil autos cada año se integran a la estadística.
Por su parte, Fátima Masse, consultora del Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO), acusó hace una semana en conferencia de prensa que los factores causantes de la contaminación en la Ciudad de México son dos: el primero, la tecnología obsoleta de los vehículos y el segundo, la congestión provocada por la ausencia de opciones de movilidad diferentes al automóvil.
También la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se pronunció al respecto hace algunos días y urgió a implementar un cambio estructural principalmente en el transporte público, que implica una fuerte inversión económica y en la cultura del ciudadano.