La editorial Penguin Random House lanza al mercado ediciones nuevas en pequeño formato. Grandes libros de enormes autores para poblar los anaqueles de la biblioteca con trabajos imprescindibles
Ciudad de México, 12 de marzo (SinEmbargo).- De todas las lecturas posibles, sobresalen siempre las imposibles; es decir, aquellas que por una razón de tiempo nunca podremos leer.
En dicho sentido, suele decir el escritor argentino Rodrigo Fresán que lo que más lamenta de tener que morirse algún día es de todos aquellos libros que no podrá leer jamás.
“Yo estaré muerto y la gente seguirá sacando libros”, dice el autor de Jardines de Kensington.
Frente a la finitud de un lector, lo mejor es elegir muy bien nuestras lecturas. No está nada mal la propuesta de Penguin Random House, con sus nuevas ediciones DeBolsillo. Grandes libros de enormes autores para poblar los anaqueles de la biblioteca con trabajos imprescindibles
Un día el Imperio decidió que los bárbaros eran una amenaza para su integridad. Primero llegaron al pueblo fronterizo policías, que detuvieron sobre todo a quienes no eran bárbaros pero sí diferentes. Torturaron y asesinaron. Después llegaron los militares. Muchos. Preparados para realizar heroicas campañas. El viejo magistrado del lugar trató de hacerles ver que los bárbaros habían estado desde siempre allí y nunca habían sido un peligro, que eran nómadas y no se los podría vencer en batallas campales, que las opiniones que tenían sobre ellos eran absurdas… Vano intento. El magistrado sólo logró la prisión y el pueblo, que había aclamado a los militares cuando llegaron, su ruina.
Con su lucidez y su valentía proverbiales, Simone de Beauvoir encara uno de los problemas cada vez más acuciantes en la sociedad contemporánea: la vejez. ¿Los viejos son seres humanos? El mundo actual parece negarlo, rehusándose a admitir que tienen las mismas necesidades, los mismos derechos que los demás. La vejez: víctima de una cruel marginación, amenazada por la soledad y la miseria. Muchas veces se pretende ignorar esta situación. Y no es infrecuente asociar la vejez a la enfermedad, a algo que ni siquiera puede nombrarse.
Hace 13 000 años la evolución de las distintas sociedades humanas comenzó a tomar rumbos diferentes. La temprana domesticación de los animales y el cultivo de plantas silvestres en el Creciente Fértil, China, Mesoamérica y otras zonas geográficas otorgó una ventaja inicial a sus habitantes.
Sin embargo, los orígenes localizados de la agricultura y la ganadería son sólo una parte de la explicación de los diferentes destinos de los pueblos. Las asociaciones que superaron esta fase de cazadores-recolectores se encontraron con más probabilidades de desarrollo, supervivencia y poder bélico.
El libro cuestiona la prepotente visión occidental del progreso humano y nos ayuda a comprender cómo el mundo moderno y sus desigualdades han llegado a ser como son.
Después de Obra abierta, en la que estudiaba los lenguajes experimentales del arte contemporáneo y de Apocalípticos e integrados, donde trataba las técnicas y los temas de la comunicación de masas, Umberto Eco analiza aquí las fronteras de la semiótica.
Comprender los sistemas de signos obliga a ver los códigos como estructuras y explicarlas a través de otras estructuras más vastas, en un movimiento regresivo hacia la matriz originaria de toda comunicación, una “estructura no estructurada”. La conclusión metafísica de esta búsqueda no puede ser más que el rechazo del código de códigos: la negación de la estructura ausente. Poniendo en juego todas sus investigaciones precedentes, Umberto Eco vuelve a asentar las bases de la semiótica y propone un verdadero sistema de la cultura como comunicación.
El autor ha sido testigo del efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países más pobres del planeta, gracias a su puesto como vicepresidente del Banco Mundial. En esta obra sostiene que la globalización puede ser una fuerza benéfica siempre que nos replanteamos el modo en el que ha sido gestionada. Para algunos países, el proceso del desarrollo orientado por el Fondo Monetario Internacional y las organizaciones económicas internacionales ha sido muy doloroso. Constituimos una comunidad global y debemos cumplir una serie de reglas para convivir. Estas reglas deben ser justas, deben atender a los pobres y a los poderosos, y reflejar un sentimiento básico de justicia social.