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Leticia Calderón Chelius

11/12/2020 - 12:03 am

Trump, el populista

La gran lección entonces es que al populismo se le neutraliza con más ciudadanía, y solo hay que tener en cuenta que la ciudadanía se inclina hacia donde hay una propuesta sensata, coherente, efectivamente propositiva y con posibilidades de mejorar lo que dice combatir.

A ese político populista personificado en Trump de acuerdo a la descripción de este tipo de gobernantes expresada por el presidente del INE al final lo derrotaron las instituciones políticas de su país que le hicieron contrapeso Foto Patrick Semansky AP

Hay líderes que buscan el poder para acaparar todo, someter a todos, apropiarse de la totalidad de la vida pública y política de un país, a este tipo de gobernantes se les llama populistas, esto dicho desde el debate que ya tiene tiempo en México, pero que retomó recientemente el Instituto Nacional Electoral en la voz de su presidente, Lorenzo Córdova. Y no importa nada el debate teórico complejo que esta detrás del concepto, la definición de populista se instaló ya en el imaginario colectivo como un señalamiento de peligro, de alerta máxima. De hecho, la sola mención de populista nos hace imaginar de inmediato al líder carismático, que recurre a su personalidad magnética y uso del lenguaje hipnótico para convencer a las multitudes de sus posturas, pero sobre todo, de acuerdo a “lo que quiso decir” el presidente del INE, para desmontar, ante los propios ojos de los seguidores y sus detractores, “los mecanismos de control que tiene el sistema democrático”.

Estos señores (y señoras) populistas necesitan del conflicto para existir, según algunos analistas que incluso los catalogan por región geográfica, porque los hay tropicales, orientales, vikingos contemporáneos y esteparios. En todos los casos, estos populistas modernos se presentan como creyentes de la democracia, pero la realidad es que, lo único que buscan es erosionarla y de esa forma infiltrarla para conseguir más poder.

Afortunadamente y gracias a casi un siglo de teoría política al respecto, el populismo no es fascismo ni nazismo y mucho menos una dictadura, que son definiciones de regímenes que se instauraron en países específicos y que nadie osaría confundir con versiones actuales de sistemas con democracias que pueden estar atrapados en sus propios miedos pero al mismo tiempo, en plena efervescencia. Además, existe un remedio para esos gobiernos populistas que vaya que se dan de tanto en tanto, porque líderes de esa calaña existen y población ferviente de seguirlos nunca falta. El remedio es la formula más básica de la democracia, la voluntad política que se expresa en las urnas.

Gracias a esta formula que acaba con todo populista es que esta concluyendo el proceso de renovación de la Presidencia en Estados Unidos donde un político considerado out sider, Donand Trump, se coló al poder hace cuatro años durante los cuales impuso un ambiente de persecución, de ofensa mordaz y cruel a sus críticos, de cierre del debate público en temas que despreciaba. Que se excedió en el hostigamiento a minorías vulnerables –inmigrantes, afrodescendientes, población originaria, mujeres–, además de ejercer un nepotismo rampante y la incapacidad de aceptar uno solo de sus errores. Un político que, pese a todo, contó con el apoyo electoral de millones de seguidores a los que sedujo con su estilo, su personalidad, pero, eso no se debe olvidar nunca, debido a su capacidad de reconocer y dar voz a problemas que sus adversarios minimizaron. A ese político populista personificado en Trump, de acuerdo a la descripción de este tipo de gobernantes expresada por el presidente del INE, al final lo derrotaron las instituciones políticas de su país que le hicieron contrapeso, como son los juzgados que revisaron sus apelaciones de triunfos electorales que no lo fueron, y los partidos de oposición, en su caso, los demócratas, que lograron articular un discurso creíble para su propio electorado y donde la pandemia jugo también a su favor –sin la pandemia Trump probablemente hubiera ganado sin mayor problema–.

La gran lección entonces es que al populismo se le neutraliza con más ciudadanía, y solo hay que tener en cuenta que la ciudadanía se inclina hacia donde hay una propuesta sensata, coherente, efectivamente propositiva y con posibilidades de mejorar lo que dice combatir. Imagínense ustedes, si en Estados Unidos tuvieron un Presidente populista siendo el país que personifica la democracia más acabada del planeta, los que se erigen como ejemplo para el mundo, los que exportan sus valores y se autoproclaman con derechos para vigilar el estado de la democracia de otros, si a ellos les pasó, hay que estar atentos para neutralizar con más ciudadanía, vaya usted a saber cuantos busca fortunas que pueden andar por ahí queriéndose colar en nuestra democracia en plena cirugía mayor.

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Leticia Calderón Chelius
Dra. Leticia Calderón Chelius Es profesora Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO y maestra en Sociología de la UNAM. Es Miembro de la Academia Mexicana de Ciencia y del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).
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Leticia Calderón Chelius
Dra. Leticia Calderón Chelius Es profesora Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO y maestra en Sociología de la UNAM. Es Miembro de la Academia Mexicana de Ciencia y del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).
Leticia Calderón Chelius
Dra. Leticia Calderón Chelius Es profesora Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO y maestra en Sociología de la UNAM. Es Miembro de la Academia Mexicana de Ciencia y del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).
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