El responsable de más de 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) es el consumo interno del país. Este año, tras el frenón del gasto público que secó la economía en 2013, se agregó el peso de una Reforma Fiscal que impuso nuevos impuestos, lo que obligó a los mexicanos a cambiar sus hábitos de compra y a reducirlos considerablemente, lo que se reflejó en la caída de producción en distintos sectores.
Analistas económicos y financieros afirman que la baja en el consumo doméstico también se ligó al encarecimiento de la canasta básica, la precarización del empleo y el temor que tienen los mexicanos a perder su trabajo ante el clima de incertidumbre social y económica por la que atraviesa el país.
Noviembre pasado se convirtió en el quinto mes consecutivo en el que la inflación anual rebasó el objetivo del Banco de México (Banxico) de 3.0 por ciento.
Además, de enero de 2007 a marzo de este año, se perdieron casi 3 millones de empleos que tenían ingresos superiores a tres salarios mínimos; durante el mismo periodo se generaron casi 5 millones de plazas con percepciones inferiores a ese nivel, lo cual resulta «alarmante» porque la precarización del trabajo incide negativamente en la capacidad adquisitiva de la población y esto ha sido el principal factor por el cual el consumo familiar no funciona como motor y fuente de crecimiento económico.
En 2014, los mexicanos excluyeron muchos de sus «lujos» para ajustar sus carteras y dejaron de comprar productos como cereales, catsup, puré de tomate, salsas caseras, pan de caja, yogurt, bebidas en polvo, jugos y néctares, agua saborizada y refrescos, entre otros.
Ciudad de México, 11 de diciembre (SinEmbargo).– Para cerrar el año viejo y recibir al nuevo, los mexicanos suelen practicar un ritual en el que comen 12 uvas. Cada una de ellas representa un deseo que se busca cumplir en el año comenzar. Tal vez ésta sea una última vez en que muchos mexicanos tendrán oportunidad de comer ese fruto a lo largo del 2015, pues por su alto precio y los bajos ingresos de la población son una tendencia, y ese es uno de los productos que incluso no pudieron adquirir durante las anteriores 48 semanas.
El de las uvas es un ejemplo que muestra la situación del consumo en México, porque aunque muchos quisieran comerlas la pérdida de su poder adquisitivo no lo permite. La historia se repitió con cientos de mercancías que, por la inflación, la volatilidad del mercado de cambio y hasta los efectos del cambio climático se convirtieron en inaccesibles para la mayoría de la población, lo que incide directamente en el consumo, uno de los motores de la economía y que representa entre 60 y 70 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Al escenario de bajos salarios y pérdida del poder adquisitivo, en 2014 se sumó también la baja confianza del consumidor para adquirir bienes y servicios, pues el comprador mexicano en vez de gastar sus recursos se ha limitado ante el temor de que durante los próximos meses la situación económica del país se agrave y, los más precavidos, buscan tener una reserva en caso de perder su empleo.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) reportó en noviembre un alza mensual de 0.81 por ciento, contra el 0.82 por ciento esperado, en lo que fue su mayor aumento desde enero de 2014 y su sexto avance continuo. La inflación anual desaceleró desde el 4.30 por ciento registrado en octubre a 4.17 por ciento en el mes previo.
Aunque las cifras oficiales muestren cierto optimismo, lo cierto, de acuerdo con los analistas consultados, es que el consumo no está creciendo lo necesario para impulsar la economía, y la inflación se ubica por encima de los niveles estimados, ligeramente superiores al 3 por ciento.
Los resultados de la inflación general, tanto anual como mensual, fueron superiores a los de noviembre de 2013 –de 3.62 por ciento-, lo que confirma que las cifras no son del todo optimistas.
“En realidad, las estadísticas muestran la baja capacidad de las familias para gastar y, en ese sentido, el consumo deprimido se ha constituido en uno de los pendientes para que el crecimiento repunte”, explicó Leticia Armenta Fraire, directora del Centro de Análisis Económico del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México.
Por productos específicos, según el Banco de México (Banxico), las cinco variables que tuvieron mayor incidencia en el alza de la inflación fueron la electricidad (por la desaparición del subsidio en algunas ciudades del país); el jitomate; la carne de res; los precios en loncherías, fondas, torterías y taquerías, y el huevo; en contraste, los cinco con más influencia a la baja fueron la gasolina de bajo octanaje (en la frontera del país), la cebolla, los servicios de telefonía móvil, el pollo y la manzana.
Noviembre fue el quinto mes consecutivo en el que la inflación anual rebasó el objetivo del Banco de México de 3.0 por ciento.
“Habrá que estar al pendiente de la inflación en el último mes del año, donde veremos los efectos de la reciente intervención de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y del Banxico por medio de la subastas de dólares, con el fin de contrarrestar los riesgos que la apreciación del dólar genera sobre la inflación”, advirtió la economista Gabriela Montiel Mirasol, en un comentario para Scotiabank México.
¿POR QUÉ COMPRAMOS MENOS?
Una investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el que se explica el bajo consumo, muestra que para 1 millón 900 mil trabajadores se redujo su salario nominal medido en salarios mínimos, lo que significa que además de su pérdida de poder adquisitivo, se adiciona una reducción directa al salario nominal que percibe diariamente.
En los últimos 27 años, el aumento del precio de la canasta básica fue de 400 por ciento, mientras que el poder adquisitivo tuvo una caída acumulada de 77.79 por ciento en el mismo lapso.
En 1987, un trabajador en México tenía que laborar 4 horas con 57 minutos por día para comprar una canasta básica; ahora, al 12 de abril pasado y según este mismo estudio, ese mismo trabajador tenía que trabajar 22 horas para adquirirla. Es por eso, agrega, que hoy se necesita que tres miembros de una familia contribuyan con el ingreso familiar.
La falta de empleo o el miedo a perderlo es otro de los factores que marcó el consumo este año.
El déficit de empleo en México asciende a 34 millones de plazas. Por ello, 26 millones de mexicanos y mexicanas de la Población Económicamente Activa (PEA) se ven obligados a emplearse en la economía informal, donde no hay seguridad laboral ni horarios establecidos y donde ni siquiera se tiene garantizado el pago. Otros 8 millones de personas, aproximadamente, están en la búsqueda de una plaza laboral.
“El consumidor ha visto deprimido su salario porque hay un efecto de encarecimiento de las cosas que muchas veces no recaen en factores que están determinados por la canasta básica, que afectan a la confianza del consumidor sobre cómo se comportará su futuro”, dijo Jesús Valdés Díaz de Villegas, profesor e investigador del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana.
Según datos de la agencia Nielsen, especializada en medición de mercados, entre junio y julio de este año los mexicanos dejaron de comprar cereales, catsup, puré de tomate, salsas caseras, pan de caja, yogurt, bebidas en polvo, jugos y néctares, agua saborizada y refrescos. La caída en la demanda de algunos de estos productos alcanzó hasta 10 por ciento.
El yogurt y los jugos y néctares registraron en el mismo periodo una caída en la demanda de 8 por ciento, mientras que las unidades vendidas de agua saborizada disminuyeron en 7 por ciento y el pan de caja cayó 4 por ciento.
La caída en volumen está directamente relacionada con el incremento en los precios de dichos productos que en algunos casos, como el de los refrescos, fue de hasta 15 por ciento, como consecuencia de la aplicación de la Reforma Fiscal que entró en vigor a partir del 1 de enero de 2014.
SÓLO ESTOY MIRANDO…
Además de la confianza del consumidor, otro de los indicadores que ayuda a medir el comportamiento de este sector es el reporte de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) que, en septiembre pasado, reportó su mayor caída del 2014, con 6.1 por ciento; esto, expuso ese gremio, reflejó que la confianza del consumidor no repunta, hay una clara pérdida del poder adquisitivo y un mercado deprimido.
A pesar de que los supermercados intensificaron sus campañas publicitarias de más ofertas en productos perecederos y dirigidas expresamente a las amas de casa, el rubro en el que destacan Walmart, Chedraui, Soriana, entre otros, tuvo un descalabro de 5.8 por ciento en tiendas y de 1.3 por ciento al totalizar las unidades.
En el caso de la ropa y el calzado, que habían presentado el mayor dinamismo del sector a lo largo del año, el consumo descendió 1.7 por ciento en términos reales en tiendas iguales.
Para Leticia Armenta, la crisis en el consumo familiar está muy relacionada también con la incertidumbre que vive el país, pues ante la pérdida de empleos y la ausencia de la creación de plazas laborales de calidad, la gente ha dejado de gastar y prefiere guardar su dinero para un mejor momento.
“La gente lo siente en su bolsillo y las familias están en una situación peor que hace un año. Por la situación que se está presentando en el país [social, política y económica] la gente tiene un temor muy grande a perder su empleo, no se siente segura en su trabajo y, por ello, en lugar de consumir está haciendo reservas para si esta situación se volviera a presentar, poder hacerle frente”, expresó.
Durante el segundo trimestre del año, el consumo representó el 50.8 por ciento del PIB, mientras que para el segundo semestre el dato fue de 51.2 por ciento, lo que muestra una baja de entre 10 y 20 por ciento, ya que, tradicionalmente, representa entre 60 y 70 por ciento.
IMPACTO DE LA REFORMA FISCAL
Los analistas citan a la Reforma Fiscal, que entró en vigor el 1 de enero de este año, como uno de los elementos que desincentivaron el consumo al imponer una serie de nuevos impuestos en momentos en los que en lugar de restringir el gasto de las familias se necesitaba fomentarlo.
Dicha reforma impuso 20 nuevos impuestos que afectaron al contribuyente y mermaron el consumo, entre los que destacan: un impuesto de 8 por ciento al pan de dulce y alimentos con alto contenido calórico, un peso por litro a los refrescos y bebidas azucaradas, 16 por ciento de Impuesto al Valor Agregado (IVA) a la comida y compra de mascotas y el 16 por ciento de IVA al chicle, entre otros.
“No se ha hecho nada para estimular el consumo, no ha habido menores precios que incentiven a la población a gastar; otro elemento, desde la política pública, tiene que ver con el ingreso disponible: en el momento en que se gravaron una serie de bienes que aumentaron sus impuestos, para las familias fue como si les hubieran elevado el precio”, dijo Armenta.
“Quienes han dejado de consumir son principalmente las clases bajas. Hay un dato que debe llamarnos la atención, y es que las importaciones representan el 25 por ciento del PIB, y los productos de importación los consumen principalmente las clases medias y altas. Esto, ¿qué nos quiere decir? Que si la gente de poco poder adquisitivo, que se enfoca a la que compra productos nacionales, ha dejado de consumir, lo que estamos haciendo es alentar a las economías de otros países gracias a los productos importados que consumen los que más tienen”, agregó.
Eduardo Ávila, subdirector de Análisis Económico de Monex, coincidió con la académica y expuso que el principal elemento que afectó el crecimiento de la economía, y, por ende el consumo, fue la Reforma Fiscal, pero también la incertidumbre que se ha registrado en los últimos meses en el país, tanto por la crispación social como por la volatilidad en los mercados financieros.
“Vamos a estar recuperándonos pero a niveles muy lentos, aunque cuando hay este grado de incertidumbre consumes de manera diferente”, expresó.
Sobre el tema de la Reforma Fiscal comentó que también “hubo otros villanos chiquitos, como el lento crecimiento que se dio al principio de este año”.
“Parte de lo que afectó la confianza del consumidor es que 2014 fue el año que destrozó la Reforma Fiscal. Ahora estamos viendo un balance en el que la confianza está influida por este escenario de incertidumbre y en el que se ve que el país está mal, y la gente deja de gastar para asegurar un futuro en el que podría perder su empleo”, expresó Ávila.
CONSUMO Y EMPLEO
«La posibilidad de que el poder adquisitivo se recupere es poca en tanto exista un amplio porcentaje de la población que se contrate con ingresos cada vez más bajos, toda vez que ello presiona los salarios a la baja», destacó un análisis del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP).
El documento destaca que de enero de 2007 a marzo de este año se perdieron casi 3 millones de empleos que tenían ingresos superiores a tres salarios mínimos. En cambio se generaron casi 5 millones de plazas con percepciones inferiores a ese nivel, lo cual resulta «alarmante» porque la precarización del trabajo incide negativamente en la capacidad adquisitiva de la población y este ha sido el principal factor por el cual el consumo no se consolida como fuente de crecimiento económico.
De acuerdo con el estudio, fundamentado en cifras del Inegi, en los pasados siete años el número de mexicanos que ganaban de tres a cinco salarios mínimos (es decir, alrededor de 6 mil 500 y 10 mil pesos al mes, si el cálculo se efectúa con base en el salario mínimo general vigente a 2014, que es de 67.29 pesos diarios) disminuyó 1 millón 144 mil 338.
A su vez, la cifra de quienes percibían más de cinco salarios mínimos (ingreso superior a 10 mil 93.5 pesos al mes, tomando de referencia el sueldo mínimo actual) cayó en 1 millón 793 mil 142.
La suma de ambos números da un total de 2 millones 937 mil 480 mexicanos que dejaron de tener dicho nivel de ingresos.
En cambio, de 2007 al primer trimestre de este año, la cifra de personas que recibían hasta un salario mínimo creció en 602 mil 531 personas; quienes ganan más de uno y hasta dos mínimos se incrementó en 2 millones 149 mil 890 personas, y quienes perciben más de dos y hasta tres salarios mínimos subió 1 millón 522 mil 324. En total, los mexicanos con ingresos menores a tres minisalarios se elevó 4 millones 921 mil 465.
La precarización del empleo en México, que se acentuó durante la crisis económica internacional de 2008-2009, resulta preocupante, «pues el consumo privado no podrá aumentar de manera sostenida e impulsar el Producto Interno Bruto real mientras los ingresos de la población mayoritaria no aumenten de manera sostenida en términos reales», plantea un reporte del Observatorio Económico de México, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El análisis agrega que entre el primer trimestre de este año y el mismo periodo del año pasado los ingresos de la población ocupada mostraron una contracción real de 2 por ciento.
«Esta tendencia advierte que el mercado interno vive un proceso de estancamiento», destaca el análisis del Observatorio Económico de México.
En tanto, el estudio del CEESP enfatiza que sólo en los tres primeros meses de este año se perdieron más de 800 mil empleos con ingresos superiores a tres salarios mínimos, mientras la generación de nuevas plazas laborales se registró pero en niveles de ingresos inferiores, lo que no ayuda a que el motor de la economía, el consumo familiar, se encienda.