Julio cursa el primer grado de Telesecundaria junto con otros 13 niños, en un aula improvisada por los profesores, hecha con láminas, ramas, y lonas. La escuela “Juan Escutia” agrupa un total de 74 alumnos de escasos recursos, platicó a SinEmbargo su maestra.
Se estima que en el país casi 3 de cada 4 de las personas indígenas viven en pobreza (72 por ciento); 4 de cada 10 indígenas no tienen ingreso suficiente para adquirir la canasta alimentaria (42 por ciento). Solo el 6 por ciento no presentan carencias sociales o de ingreso.
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Ciudad de México, 11 de noviembre (SinEmbargo).- Su nombre es Julio, un menor wixárica (huichol) de la sierra de Nayarit. Es el protagonista de la imagen que se viralizó por su emotiva reacción al recibir por primera vez un pastel en sus 14 años de vida; una muestra de la precariedad en la que está sumergida la comunidad en la que vive y en la escuela en la que estudia en donde «ni siquiera los libros de texto gratuito completos les han llegado”, confirma su maestra en entrevista para SinEmbargo.
La fotografía del catorceavo cumpleaños de Julio conmovió a Nayarit, y a usuarios de las redes sociales en todo el país por el evidente rezago mostrado en la imagen, y hoy la maestra Iris García González, “Bibi» como le dicen sus amigos, narra en entrevista.
Julio cursa el primer grado de Telesecundaria junto con otros 13 niños, en un aula improvisada por los profesores, hecha con láminas, ramas, y lonas. La escuela «Juan Escutia» agrupa un total de 74 alumnos de escasos recursos, detalla la docente.
Está ubicada en la comunidad de Huaynamota, en la sierra del Nayarit, una zona de acceso difícil y con poca señal para la comunicación. Al lugar se llega en lancha pasando una presa.
Después de que le regaló el pastel, el primero en su vida, Julio exclamó un: Gracias maestra.
«Yo sólo lo abracé. Saber que podemos tener la oportunidad de regalar momentos inolvidables es algo único, es una sensación inexplicable, ternura y tristeza a la vez, dicha», narró la profesora.
Los niños de la sierra están en situaciones sumamente precarias, comentó.
Varios de los estudiantes viven en un albergue que está cerca la escuela, pero no todos. Algunos menores son expulsados por tener faltas menores.
«Actos que un adolescente puede tener a esa edad», acota.
La expulsión significa que los niños tienen que irse a diario a sus comunicidades, es decir, caminar diariamente «hasta 3 horas diarias de ida y 3 horas al regreso para asistir a la escuela”, detalla García González.
Muchos de los niños del albergue y la comunidad no cuentan -a veces- ni con lo básico. La alimentación «no es nada favorable”, dice la educadora.
Vestimenta, calzado, artículos de higiene personal son parte de las necesidades de los menores, que andan descalzos, en huaraches e incluso a veces no cuentan con agua para bañarse.
Se estima que en el país casi 3 de cada 4 de las personas indígenas viven en pobreza (72 por ciento); 4 de cada 10 indígenas no tienen ingreso suficiente para adquirir la canasta alimentaria (42 por ciento). Solo el 6 por ciento no presentan carencias sociales o de ingreso.
Aunque las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) contabilizan únicamente a 9.4 millones de personas en situación de pobreza extrema, se estima que en realidad hay más de 21 millones de mexicanos a quienes no les alcanza para comer, según ha destacado Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, una asociación que agrupa a más de 60 organizaciones.
Datos proporcionados por organizaciones civiles, detallan que en el país, cerca de 62 millones de personas (50.4 por ciento de la población) carece de ingreso suficiente para adquirir los productos básico para sobrevivir.
Si las condiciones para vivir de Julio y sus compañeros son escasas, las de estudio no mejoran en nada.
Para ir a la escuela no cuentan con libretas, colores, calculadora, juegos geométricos, diccionarios, ni libros de lecturas.
“Imagínese, es hora que ni los libros de texto gratuito completos nos han llegado, pero trabajamos con lo que se puede”, agregó la entrevistada.
La escuela cuenta con cinco maestros, incluido el Director. Ellos viajan semanalmente para impartir las clases.
Los lunes a las 5 de la mañana una camioneta los espera para salir hacía a la Presa de Aguamilpa, y de ahí toman una lancha por dos horas para llegar a la comunidad.
“Tenemos que remar nosotros en algunas ocasiones debido a la suciedad de la presa”, detalló.
Durante la semana los docentes se quedan en bodegas. Duermen en colchones de aire o en el piso.
Se estima que en México al menos 1.3 millones de hogares viven en casas con paredes de materiales frágiles en zonas rurales, el 4.1 por ciento; mientras que 1.08 millones de hogares tienen viven en lugar con techos frágiles, (3.3 por ciento) y 2.27 millones de hogares habitan en vivienda donde el piso es de tierra, según datos del Inegi.
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FUTURO INCIERTO
Julio, el pequeño de la fotografía, “es un chico muy inquieto y espontáneo, como cualquier adolescente”, describe la maestra.
Los estudiantes son huicholes y hablan poco español, además la comunicación con las zonas rurales es muy limitada.
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Tanto Julio como otros de sus compañeros aún no tienen una aspiración definida para su futuro “debido a las precarias condiciones en que vive la comunidad”, reveló su profesora.
De los menores que egresan de la telesecundaria Juan Escutia, algunos pocos entran a la Telepreparatoria, si es que está cerca de sus casas; pero muchos, si no es que la mayoría, se van a trabajar como jornaleros. «En la siembra de lo que según esté de temporada». Un trabajo mal pagado.
En el caso de las jovencitas, se casan a temprana edad.
La ilusión para la joven profesora es que esta comunidad pudiera tener una escuela de calidad, con paredes que sean paredes, un techo digno, el acceso a la información, a la vivienda, y el transporte.
«Es indignante que las misma personas que se encargan del albergue sean las mismas que se encargan de hacerles la vida imposible, mandándolos a su casa”, insistió García González.
No hay una visión de una educación integral para los menores del albergue, no se aprovecha el tiempo de los niños que conviven en ese albergue para lograr una buena educación y lograr que ellos tengan aspiraciones, según denunció García G.
«Sería excelente que durante el tiempo que no van a clases hagan actividades recreativas en donde puedan aprender cosas de arte, pintura, música, deporte, etcétera, que tuvieran un excelente educación para lograr aspirar a más”.
En México, 25.2 millones de personas de entre 3 años a 30 años, que corresponde al grupo en que es más factible estar cursando algún tipo de estudios, no va a la escuela, y de estos, una tercera parte, el 33 por ciento, es porque no tiene dinero o porque tiene que trabajar, es decir, alrededor de 8.2 millones de mexicanos en edad de estudiar no estudian por falta de dinero, de acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de los Hogares del Inegi.
De los mexicanos que ya no estudian, un 13.5 por ciento dejó las aulas de clases por matrimonio o unión o por embarazo o el nacimiento de un hijo, principalmente, en el género femenino, ya que, 1 de cada cinco mujeres que no estudia, es por estas causas, de acuerdo a la encuesta.
En relación al rezago educativo, se estima que en el país hay 30.8 millones de personas en está situación, es decir, mexicanos mayores de 15 años que no cuentan con escolaridad o la tiene pero no concluyó la secundaría (nivel básico).
“De 89.7 millones de personas de 15 años y más del país, 30.8 millones (34.4 por ciento) se encuentran en situación de rezago educativo.
Finalmente, la maestra Iris Janet respondió que las personas que estuvieran interesadas en apoyar, pueden acudir directamente a la escuela. A pregunta expresa, brindó un correo electrónico para quien quiera contactarla para brindar ayuda: [email protected].