El escritor mexicano asegura que «preferiría tener un mejor país, aunque si fuéramos felices no habría literatura, es decir, sin crisis no hay historias que contar».
Ciudad de México, 11 de octubre (RT/SinEmbargo).- Desde la calle Donceles, en el centro histórico de la Ciudad de México, el prolífico escritor Juan Villoro, fanático del equipo de futbol Necaxa, concede, imparable, una entrevista tras otra. Luego de presentar su obra La desobediencia de Marte en el Teatro Helénico, al sur de la capital del país, Villoro se toma el tiempo para pasear por la biblioteca de El Colegio Nacional mientras habla por su teléfono celular.
La voz gruesa del también cronista retumba entre los pasillos, mientras el eco permite reconocer algunas obras de autores mexicanos que yacen en este recinto histórico: Historia mínima de la cultura mexicana en el siglo XX, de Carlos Monsiváis; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia; y La región más transparente, de Carlos Fuentes.
Son precisamente estas obras, las que desde su trinchera narrativa y conceptual, ilustran un país diverso que atraviesa por una de sus peores crisis de credibilidad y gobernabilidad, pero que no deja de ser asombroso para crear nuevas y mejores historias día tras día. Esta es la de Juan Villoro Ruiz.
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RT: Es considerado por mucha gente como una de las voces más influyentes del periodismo mexicano y de la literatura latinoamericana, ¿qué le falta por hacer?
J.V.: Inevitablemente estoy en el tercer acto de la obra de teatro, es decir, en el último. Tratando de aprovechar bien el tiempo, pero con la sensación curiosa de estar siempre empezando. Comencé a escribir teatro formalmente a los 50 años, y una de las cuestiones interesantes al respecto, es el placer de ser principiante. En el futuro uno va a volver a sentir las mismas inquietudes y, si no las sientes, es que estás muerto.
RT: En ese sentido, ¿se siente más afianzado en la literatura o en el periodismo?
J.V.: El periodismo te exige una certeza de lo que estás haciendo, ya que a diferencia de los demás géneros, este se consume al instante. Muchas veces el periódico —sobre todo en su formato impreso— desaparece al día siguiente y en el mejor de los casos se usa para limpiar ventanas o envolver pescado. Como novelista tienes la opción de diferir tus lectores, puedes decir: «Ahora no me comprendieron, pero tal vez en el futuro alguien traduzca mi novela al checo y descubran en ese país que es fascinante».
RT: ¿Preferirías tener un mejor país o una mejor literatura?
J.V.: Preferiría tener un mejor país, aunque si fuéramos felices no habría literatura, es decir, sin crisis no hay historias que contar.
RT: ¿Qué similitudes encuentra entre la literatura y un país como México?
J.V.: La literatura surge de los problemas, es casi imposible concebir a una sociedad sin letras, porque hasta en Suiza ha habido buenos escritores. Max Frisch y Friedrich Dürrenmatt son prueba de ello. Sin embargo —insisto— preferiría que México se pareciera más a un país vivible, asumiendo el riesgo de perder temas literarios, porque evidentemente estamos frente a una cantera de dificultades que dan origen a muchos libros.
RT: Si tuviera que clasificar a México en una novela, ¿cuál sería?
J.V.: El país es una tragedia extrema y se parece cada vez más a 2666 de Roberto Bolaño, especialmente en todos los crímenes que aborda la obra. México es una clara expresión de este género.
RT: ¿La realidad de un país mejora por escrito?
J.V.: Es la oscuridad de lo real. Es una forma de encontrar resistencias creativas y disfrutables, aunque en el fondo sabes que son dolorosas porque son verdades.
RT: En el libro Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa se hace justo ese planteamiento, el cual inicia con una frase épica: «¿En qué momento se había jodido el Perú?».
J.V.: Has dado con el punto, pero Vargas Llosa no hace esta pregunta para decir que Perú no vale la pena, sino todo lo contrario. Hace esta pregunta y después escribe una novela de 500 páginas para tratar de resolverla. Esto quiere decir que cuando las cosas te duelen, es porque en verdad te importan.
RT: Finalmente, ¿quién es Juan Villoro, a qué dedica gran parte de su día?
J.V.: Esa autodefinición es imposible. Yo me dedico a escribir y espero averiguar algún día por qué hice todo esto. Yo sería la última persona en definirme.