El artista regiomontano conocido como “El rebelde del acordeón” presentará próximamente su nuevo proyecto, acompañado por la Orquesta Baja California, dirigida por el maestro Armando Pesqueira.
Ciudad de México, 11 de octubre (SinEmbargo).– No debe de ser fácil vivir con Celso Piña. En su casa hay un acordeón en cada rincón. Es más, duerme con un acordeón a su vera, porque tantos años de carrera le han enseñado que nunca hay que dejar la práctica del instrumento, pues la mano “se oxida” y la técnica precisa requiere el ejercicio constante.
El sábado pasado hizo bailar a 50 mil tijuanenses, acompañado por su habitual Ronda Bogotá y la Orquesta de Baja California dirigida por el maestro Armando Pesqueira. Fue en el marco del Festival Entijuanarte 2016, mediante un espectáculo titulado “Vallenato Orquestal”, llevado a cabo en la explanada del Centro Cultural Tijuana (CECUT).
Se trata de un diálogo entre dos formatos musicales muy distintos entre sí y que pronto verá la luz como un álbum en directo, luego de que en 2014 Piña diera a conocer Aquí presente Compa, un disco sin invitados, para darle gusto a los fans.
El hombre que hizo bailar a Gabriel García Márquez con “Reina de cumbias”, el tema preferido del Nobel colombiano, en un encuentro acaecido en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, vive hoy una etapa de madurez creativa, donde al frente de su propio sello discográfico, La Tuna Records, ha podido delinear un proyecto artístico en el que él es amo y señor.
Lleva por el mundo su “cumbia blanca”, su música sencilla y de pueblo, como a él mismo le gusta definirla, alrededor de la cual construye metas que al principio parecen imposibles, pero que –tratándose de Piña– veremos concretar, por caso, “tocar en Oceanía, que es el único continente que me falta visitar”, dice.
Al fin y al cabo, “como artista tienes que ser terco y esa terquedad tiene que estar bien dirigida. Esa es un poco mi filosofía”, afirma.
“Un día me presenté en la Guelaguetza, invitado por Lila Downs, quien me dijo: -Oye, Celso, ¿puedes hacer la introducción de la canción mixteca? Y le dije sí, sin saber que la orquesta filarmónica de Oaxaca me iba a seguir. Se me puso la piel chinita y fue cuando me dije: Quiero hacer esto en grande”, cuenta el músico nacido hace 63 años en Monterrey.
‘’Se fusiona este concepto de música popular con música clásica o música formal. La combinación de ambas agrupaciones hacen una fusión muy interesante y es una muestra del gran dinamismo musical que hay en Tijuana’’, dice Armando Pesqueira, director de la famosa OBC (Orquesta Baja California).
Temas como “La Negra Nelly”, “Cumbia Campanera”, “Macondo”, “Aunque no sea conmigo”, “Cumbia arenosa”, “Cumbia poder”, “Cumbia sobre el río”, adquieren nuevos bríos con los sonidos de la orquesta y los arreglos osados y a la vez sutiles de Pesqueira, quien evade el pastiche para dialogar de tú a tú con las piezas de Celso Piña que tanto han hecho bailar a los públicos de un lado a otro de la República Mexicana.
Precisamente, sus giras frecuentes por el país lo muestran siempre cercano a la gente, inspirado por artistas de la talla del Flaco Jiménez y Ramón Ayala, dos de sus ídolos. Consciente de la violencia que asuela su tierra, admite que nunca ha estado “en el momento equivocado en el sitio errado”. Jamás, por otra parte, se ha visto en la disyuntiva de tener que rechazar una oferta para tocar en las fiestas privadas a las que son tan aficionados los capos del crimen organizado.
“Mi música es demasiado sencilla para los narcos. Mis letras son simples y mi cumbia es blanca. No me salen esas historias con metralletas, así que nunca requieren de mis servicios”, dice en entrevista con SinEmbargo.
–Lo veo ensayar con la OBC y su rostro parece el de un niño que tuviera para sí toda la tienda de dulces.
–Bueno, es que me siento exactamente así. Un día me presenté en la Guelaguetza, invitado por Lila Downs, quien me dijo: -Oye, Celso, ¿puedes hacer la introducción de la canción mixteca? Y le dije sí, sin saber que la orquesta filarmónica de Oaxaca me iba a seguir. Se me puso la piel chinita y fue cuando me dije: Quiero hacer esto en grande. Y aquí estamos, con el maestro Armando Pesqueira, la verdad es que se oye todo muy padre.
–¿Se puede evolucionar en el acordeón? ¿Está tocando ahora mejor que antes?
–Sí, claro. No es que toque mejor, lógicamente tengo la seguridad que me dan 35 años de carrera y eso es lo que se destaca a esta edad: la experiencia, las tablas, como decimos en el argot.
–¿Se acuerda cuando tocó con el Flaco Jiménez en el 2000?
–Claro, cómo no. Me gusta mucho su manera de tocar el acordeón, aunque tenemos estilos muy diferentes. Él hace tex-mex, tejano-norteño y yo sólo hago norteño. Admiro mucho al Flaco, así como admiro mucho a Ramón Ayala. Son maestros del acordeón, trato de emularlos con mi propio estilo y con mi ritmo y parece que a la gente le gusta, afortunadamente.
–El otro día estaba escuchando a una arpista y pensaba yo que el acordeón y el arpa se parecen un poco…
–Sí, me gustaría mucho hacer un proyecto musical que incluya marimba, arpa y acordeón. Son sonidos distintos, muy potentes, sería lindo escucharlos juntos y por separados…así es como sueña uno las cosas y a veces logra hacerlas realidad, como este concierto con la OBC y el disco que estamos a punto de sacar.
–¿El acordeón le ha alcanzado para la música que quiso hacer?
–Sí, al principio cuando tenía yo un acordeón de dos hileras de botones, claro que me quedaba muy rabón. Después conseguí el profesional, de tres hileras y me dije: aquí tengo. No es como el de teclas, que es prácticamente un piano, pero con las afinaciones específicas se puede. Siempre llevamos dos o tres acordeones, uno afinado en Sol y el otro en otro tono y así…
–¿Usted no le quedó chico al acordeón?
–A veces sí y a veces no. La música es muy celosa y el instrumento, más. Si dejas de tocar durante un mes, cuando vuelves a agarrar el acordeón ya está duro. He aprendido eso. En mi casa tengo un acordeón en mi buró, otro en el clóset, en la sala, están regados por toda la casa. Donde quiera que esté, agarro el instrumento, hay que tocar todos los días. Una vez dejé arrumbado un acordeón. Estaba feliz con mi acordeón nuevo y abandoné el viejo. Cuando dejé de amansar el que me había comprado, fui a agarrar el viejo y de pronto salieron muchas cucarachas del instrumento. Fue su venganza.
–Este trabajo con la orquesta, ¿lo ha hecho reflexionar en torno a su papel en la música popular mexicana?
–No particularmente, siempre he dicho que para mí la música es música, sin etiquetas. La música es la seriedad con que uno la toma, más allá de si es popular o culta. Lo que siento con la orquesta es como si estuviera tocando ópera sin corbata.
–Usted recorre el país, ¿cómo ve el tema de la violencia?
–A veces, no sé si será el destino, el músico mexicano está en el momento equivocado, en el lugar errado. Afortunadamente, no me ha tocado. Sé de muchos colegas que han corrido con cierta suerte, porque los atacaron, pero al menos no les han quitado la vida.
–¿Nunca lo ha contratado el narco?
–No, siempre digo que no he tenido que pasar por eso porque mi música es demasiado sencilla para los narcos. La música que traigo no es de violencia, muy rica en ritmos, pero con letras sanas, no he tenido necesidad de hacer narcocorridos o corridos alterados. La verdad es que no me gustan, no los haría con el afán de conseguir más cámaras o micrófonos. Mi música es blanca y con eso estoy más que satisfecho, me ha dado para recorrer cuatro continentes y ahora sólo me falta Oceanía. Tocar en Australia es mi próximo sueño.