La italiana Susanna Nicchiarelli dirige este biopic sobre la cantante alemana que se aleja de las convenciones del género y se centra en los últimos años de su vida. La cineasta muestra la cara más íntima y personal de la artista, alejando su retrato de las vanas consideraciones como amante y ensalzándola por su talento e implacable personalidad. Un retrato íntimo en el que la pantalla se llena con el rostro de la actriz Trine Dyrholm que da vida a esta estrella del rock
Ciudad de México, 11 de agosto (SinEmbargo/eldiario.es).- «He estado en lo más alto. En lo más bajo. Y los dos sitios están vacíos». La cantante, modelo y actriz Nico es la protagonista del biopic Nico 88, dirigido por la italiana Susanna Nicchiarelli que se centra en los últimos años de su vida. Pero sobre todo en descubrir, sin ápice de nostalgia ni sensiblería, a la implacable mujer detrás del mito que rechazó ser definida como musa, femme fatale o amante de nadie y luchó por ser reconocida por su persona, talento y carrera en solitario.
Adicta a la heroína, antipática, magnética, carismática y madre. Así es retratada en Nico, 1988, lejos de la gélida y perfecta imagen con la que se la recuerda. La cinta se alzó con cuatro Premios David Di Donatello (los Goya italianos): mejor guión, sonido, peluquería y maquillaje. En el festival de Venecia fue seleccionada como Mejor película en la sección Orizzonti y fue presentada en España en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el pasado mes de noviembre.
La danesa Trine Dyrholm, conocida por títulos como Celebración (1988) y En un mundo mejor (2010), es la encargada de meterse en la piel de la cantante alemana. Ella es quien pone voz a las actuaciones de la película y quien logra transmutarse en esta mujer que sale de gira con una banda de «principiantes» como ella los define, de los que sólo se salva la violinista, interpretada por la rumana Anamaria Marinca. En su viaje la acompaña también su manager (John Gordon Sinclair) y su inseparable grabadora, con la que registra los sonidos de los lugares a los que va, ya sean baños, la playa o la sala del hospital en la que su hijo yace convaleciente después de intentar suicidarse.
MUJER Y MADRE DETRÁS DE LA ARTISTA
«En los ochenta era difícil ser madre y artista, pero también lo es ahora», explica la directora italiana a eldiario.es, días antes de ser ella misma quien diera a luz a su retoño. Nico tuvo un hijo con Alain Delon, que nunca lo reconoció. La madre del francés se enteró años más tarde de su existencia por la prensa y decidió llevarse a su nieto a vivir con ella y su segundo esposo. Por esa razón, el actor se pasó diecisiete años sin hablarles.
El pequeño en discordia, Ari, fue una de las personas a las que Nicchiarelli entrevistó para recabar la información sobre la protagonista de su filme. También habló con su manager, Alan Wise y el rockero italiano Domenico Petrosino, amigo íntimo de la cantante. En la película se muestra que, para Nico, haber abandonado a su hijo fue el peor error de su vida. Frecuentemente expresa lo mucho que le echa de menos y, tras su intento de suicidio, acude a visitarle a la institución donde está siendo supervisado y consigue llevárselo con ella de gira.
Ahora bien, ¿por qué decidió la cineasta centrarse en los últimos años de este icono de la cultura underground? «Quería alejarme de los tópicos de los biopic y, para mí y los que lo presenciaron, fueron sus mejores años. Consiguió tomar el control de su vida, su imagen y su arte. Incluso dejó las drogas». Desde luego, Nico derrocha personalidad y contundencia en sus palabras, travesías y actuaciones, lejos de cualquier tipo de victimismo y condescendencia.
CHRISTA PÄFFGEN: NI FEMME FATALE, NI MUSA
Christa Päffgen es el nombre real de la que acompañara con su voz a The Velvet Underground. El apodo de Nico fue idea del fotógrafo Herbert Tobias, para el que la actriz y modelo realizó varios posados siendo aun adolescente. Nico era el nombre de un antiguo amante griego al que el retratista añoraba como inspiración y desde entonces, ya nadie volvería a conocerla como Christa.
Dentro de las escenas más poderosas de la cinta, las que muestran las entrevistas realizadas a Nico se sitúan en lo más alto del ranking. Componen momentos que permiten conocer a la artista a través de sus propias palabras. «La mayoría de ellas son adaptaciones de las conversaciones que la alemana concedió realmente», explica la realizadora italiana. «La forma en la que se expresaba era muy importante para entender su carácter», añade.
En la primera de ellas, Nico es presentada como «la femme fatale de Lou Reed», ante lo que en seguida espeta que no le gusta que la llamen así. Como tampoco le gustaba que lo hicieran como musa de Warhol. En numerosas ocasiones se ve obligada a insistir en que dejen de preguntarle por su pasado porque «he venido a hablar del presente y mi carrera en solitario», como si su valía dependiera únicamente de haber sido relacionada con nombres como Dylan, Jimi Hendrix, el propio Lou Reed o Jim Morrison.
En estos encuentros con la prensa desborda autenticidad. «Algo que siempre me ha fascinado de Nico como artista es que no buscaba complacer a nadie», reconoce Nicchiarelli, «ser ella misma formaba parte de su coraje. Tenía una relación muy sana con su propia imagen y su proceso de envejecimiento. Algo extraño entonces y también ahora».
Así, la cineasta compone este retrato tan alejado de la tónica habitual del género biopic, rindiendo homenaje por el protagonismo único que le otorga. A ella, sus miradas, sus conciertos, su mala leche, su particular sentido del humor, su adicción y su arte.
Es cierto que por momentos pierde ritmo, pero en seguida sale a cantar para volver a atrapar al espectador con su potente estilo, en el que ser sorda de un oído pudo tener que ver, pero seguramente mucho menos que su forjado carácter. Interior al que aquí, por fin, se le concede el protagonismo que se merece, y no a la belleza de la que un día gozó y que Nico, en vista de que «cuando era guapa no era feliz», terminó por rechazar.
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