Leticia Calderón Chelius
11/06/2021 - 12:02 am
Todos estamos bien
Desde el día D después de la elección los mensajes de ensañamiento de unos contra los otros están a la orden y no cesan los mensajes que buscan dividir, incluso geográficamente, a un electorado que lo que realmente hizo es mostrar lo viva que esta nuestra democracia electoral.
Con gratitud al doctor López-Gatell y su equipo
Si fuera por los ánimos triunfalistas después de las elecciones del 6 de junio tendríamos que decir que todos ganamos. Ganó Morena y sus aliados PT y Verdes, que obtuvieron 11 gubernaturas y la mayoría en la Cámara de Diputados. Ganó la Alianza Opositora PRI-PAN-PRD que obtuvo algunas alcaldías que no tenía antes en la Ciudad de México y avanzó en número de diputados. Movimiento Ciudadano ganó una gubernatura en el estado más rico del país donde al parecer necesitan más un gerente que un político, y ganaron partidos pequeños que, aunque no lograron el registro colaran a algunos diputados y con la presencia mediática que tuvieron pueden volver a presentarse en el futuro, aunque sea con otras siglas. Ganaron los que apostaban con que el proyecto en curso se mantuviera y pudiera consolidarse. Ganaron también los que buscaban debilitar al Presidente y se sienten vencedores con alcaldes que arrasaron en sus demarcaciones. Pero, si todos dicen que ganaron, ¿por qué mantener el encono?
Desde el día D después de la elección los mensajes de ensañamiento de unos contra los otros están a la orden y no cesan los mensajes que buscan dividir, incluso geográficamente, a un electorado que lo que realmente hizo es mostrar lo viva que esta nuestra democracia electoral. Después de la elección los argumentos que pudieron engañar a algunos ingenuos con aquello de que el futuro está en riesgo o de que estamos en una dictadura o el Presidente es un totalitario, quedaron en el basurero de los publicistas porque quedó claro que el voto sirve para quienes deciden usarlo. Además, aquel argumento de bostezo de que las vacunas contra la COVID tenían una intención electoral se cayó por su propio peso. En el caso de la Ciudad de México, por ejemplo, en alcaldías donde se celebró ampliamente la eficiencia para administrar y aplicar vacunas de parte del Gobierno de Claudia Sheinbaum, un sector de la clase media chilanga votó en contra del proyecto en el poder local. Gran lección, los servicios dignos y oportunos son un derecho y no compran votos, lo mismo que los programas sociales no marcan una correlación directa con las preferencias electorales de la ciudadanía. Somos más ciudadanos de lo que imaginamos.
Tal vez lo que está pasando es que no alcanzamos a disfrutar nuestro propio triunfo. Por eso insisto, en el grupo donde algunos sectores que antes votaron por Morena y sus aliados y ahora decidieron sumarse a los que en su momento no votaron por el grupo en el poder, ¿porque necesitan exagerar su victoria y generar mensajes clasistas y racistas? ¿Qué hay detrás de esta especie de revancha mediática que más parece una especie de berrinche ante el triunfo de los contrarios de tantas gubernaturas y municipios de importancia a lo largo del país? ¿Por qué no valorar lo que se obtuvo y entender lo que significa, aunque sea muy local?
Lo que toca ahora es disfrutar lo ganado, pero sin dejar de reflexionar por qué se perdió o por qué no se pudo obtener más. En el caso del grupo en el poder sería importante plantearse seriamente que han hecho para alejar a los grupos otrora aliados, que simplemente han sido ignorados e incluso desechados como sectores irrelevantes para la gestión pública. Sectores de la cultura, la académica, la sociedad civil organizada que tienen largas trayectorias de lucha social y que en el fondo comparten los mismos ideales de justicia del propio Presidente, aunque probablemente con otros métodos o estrategias, muchas veces fueron equiparados con los infiltrados de Claudio X. Es probable que desde dichos grupos estén los miles de ciudadanos molestos, agraviados e incluso ofendidos que se sumaron al llamado de las redes sociales para abarrotar las casillas y mandar un mensaje al Presidente. Esto implica que incluso ese voto opositor no es homogéneo y debe ser analizado no solo como el de la clase media alta con recursos, que probablemente llegó al extremo de su enfado cuando se le impidió comprar vacunas contra la COVID en México y ya que pudo viajar a Estados Unidos a vacunarse, se molestó por lo que acabó gastando. La realidad es que hay un sector de clase media que está bastante precarizado y que sus aspiraciones no son necesariamente arribistas ni consumistas, sino simplemente de desarrollo personal.
En el caso de la alianza opositora que ya se ve camino a la Presidencia de la mano de aspirantes como Ricardo Anaya o Margarita Zavala que hablan de celebrar sus próximas victorias desde alguna alcaldía chilanga, tal vez sería bueno que construyan una propuesta viable de país, porque la pura descalificación por cuestiones superficiales de cómo habla, se viste o camina el Presidente difícilmente alcanzarán de nuevo para convocar salvo a los más furiosos, porque si alguien vuelve a mencionar que vivimos en una dictadura como argumento para pedir el voto, sus propios triunfos acabaran siendo considerados de pacotilla.
No estaría mal que por lo menos por una vez todos gocemos el triunfo que cada uno nos adjudicamos luego de que nos dijeron hasta el cansancio que estas eran las más grandes, importantes, relevantes y determinantes elecciones de nuestras vidas. Ya votamos, decidimos y a lo mejor es tiempo de que con sana distancia, lavándonos las manos 15 veces al día como se nos ha indicado durante 15 meses, usando tapa boca, extremando precauciones, volvamos a reunirnos con nuestros seres queridos y celebremos la vida, la hermosa vida.
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