El acceso al agua para las familias de Santa Cruz Acalpixca, solo es a través de la que las personas como Estela que llevan en sus burros tras acarrear el líquido de un pozo que está a unos 15 minutos del barrio.
Por Cristina Sánchez Reyes
Ciudad de México, 11 abr (EFE).- Desde hace una década, Estela Mundo Gaspar dedica sus días a llevar en los lomos de sus burros agua a sus vecinos de Santa Cruz Acalpixca, una localidad de la Alcaldía de Xochimilco, en el sur de la Ciudad de México, con lo que decenas de familias pueden acceder al vital líquido.
Estela lleva 12 años siendo la responsable del abastecimiento de agua para su familia y los vecinos de este poblado serrano, el cual es uno de los 14 pueblos originarios de esta demarcación capitalina.
Sin agua potable ni drenaje, en esta comunidad varias personas se dedican todos los días al acarreo de agua a lomo de burro.
«Dicen los de la Alcaldía que no pueden proporcionarnos agua porque estamos en asentamientos irregulares, que son zonas arqueológicas, es como si no lo mereciéramos», denuncia este domingo a Efe.
En México, se estima que cerca de 12 millones de habitantes carecen de acceso al agua y, según la asociación Agua Capital, el 26 por ciento de habitantes capitalinos no recibe la cantidad de agua suficiente pese a los esfuerzos del Gobierno capitalino.
En el caso de las familias de esta comunidad, su acceso al agua solo es a través de la que las personas como Estela llevan en sus burros tras acarrear el líquido de un pozo que está a unos 15 minutos del barrio.
«Siempre hemos ido por el agua», afirma.
Al principio, dice, ella y su familia compraban el agua: 80 litros por 10 pesos (0.5 dólares).
Pero al darse cuenta de que gastaba mucho para poder hacerse del líquido, ella y su marido hicieron un esfuerzo por ahorrar y comprar una burra y poder llevar agua a su casa.
En este lugar es común ver a personas con sus burros acarreando el agua desde un pozo cercano del que se abastecen diversas localidades del rumbo.
Sin embargo, de los barrios que están más abajo de la zona serrana acuden con camionetas y contenedores de mil 200 litros, por lo que muchas veces Estela debe esperar varias horas para poder llenar sus garrafones de 20 litros.
Con el tiempo, el costo del agua se ha incrementado, y ahora ella cobra 35 pesos (1.73 dólares) por cada viaje de 80 litros si va a la parte alta de la zona y 20 pesos (0.99 dólares) si es en la parte baja.
Sin embargo, la situación de la pandemia, que dejó a muchos de sus vecinos sin trabajo, le quitó a varios la posibilidad de pagar por el líquido.
«A veces me pagan con un kilo de frijol, de arroz, de aceite, como una pequeña despensa y así nos ayudamos», refiere.
Estela valora la labor de sus animales, con quienes en días pesados hace una decena de viajes para llevar agua a los vecinos, y por ello trata de cuidarlos al máximo.
«Antes venían practicantes de veterinaria de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), los revisaban, los inyectaban y vitaminaban. Desde la pandemia ya no han vuelto, pero yo trato de cuidar a mis burros», dice.
Apenas hace unos meses, uno de ellos se lastimó la pata. Lo dejó descansar y pidió a uno de sus vecinos, que tiene experiencia en animales, que lo inyectara. Mientras que a las hembras las deja descansar seis meses antes de tener crías y tres después.
«Tiene uno que cuidarlos. Yo tuve hijos y sé lo que es parir, así que imagínese a ellas… Tengo que protegerlos, porque son los que nos dan agua y nos dan para comer también», concluye.