En el salto en esquíes los deportistas alcanzan velocidades de 100 kilómetros (60 millas) por hora antes de despegar desde una rampa para sobrevolar longitudes incluso superiores a la de una cancha de fútbol.
Por Kristen Gelineau
Pyeongchang, Corea del Sur, 11 de febrero (AP).- Es la disciplina invernal famosa por las velocidades que alcanzan los competidores, por constituirse como una fusión entre el deporte y la aerodinámica… y por sus escalofriantes caídas.
Se trata del salto en esquíes, donde los deportistas alcanzan velocidades de 100 kilómetros (60 millas) por hora antes de despegar desde una rampa para sobrevolar longitudes incluso superiores a la de una cancha de fútbol.
Y pese a su espectacularidad, esta disciplina sigue siendo poco conocida fuera de Europa y Japón. En América Latina es tan enigmática como el resto de los deportes olímpicos invernales.
¿Cómo se practica en realidad el salto en esquíes? ¿De qué manera consiguen los saltadores aterrizar sin matarse?
LOS ORÍGENES
El salto en esquíes comenzó a practicarse en Noruega, durante la primera década del siglo XIX, y fue uno de los deportes que conformaron desde sus inicios el programa olímpico de invierno. Los hombres han saltado con esquíes en los Juegos Olímpicos desde la primera edición de éstos, en Chamonix 1924.
En cambio, las mujeres no pudieron practicar esto en Juegos Olímpicos sino hasta Sochi 2014, tras una batalla de años, que incluyó una demanda por discriminación.
¿DE QUÉ SE TRATA ESTO?
De equilibrio, flexibilidad y comprensión acerca de la aerodinámica. Los saltadores se sueltan de una barra en la parte más alta de una rampa, y emprenden el descenso que les dará impulso. Recorren la pendiente con los esquíes bien fijos a la pista, el cuerpo inclinado hacia delante y los brazos estirados hacia atrás, para ejercer la menor resistencia posible al aire.
Cuando llegan al final de la rampa, los deportistas tienen una fracción de segundo para cambiar esa posición por la de vuelo. Usan las piernas para lanzarse arriba y adelante. Se inclinan más, para que su cuerpo quede casi paralelo con los esquíes, y deben mantenerse inmóviles para alargar el vuelo.
Unos segundos después aterrizan, idealmente con un pie delante del otro.
¿CUÁN ALTO Y CUÁN LEJOS?
Aunque en la TV parece que los esquiadores vuelan como un ave a una altura significativa, la realidad es que van siguiendo la curva de la colina y no se elevan sino a entre tres y cinco metros (10 y 15 pies) del suelo. Por eso pueden aterrizar sin fracturarse las piernas _no hay un impacto tan severo. En cuanto a la distancia, el récord mundial está en manos del austriaco Stefan Kraft, quien saltó 253,5 metros (832 pies) durante una competencia de la Copa Mundial.
LECCIONES DE AERODINÁMICA
En los primeros años de este deporte, los saltadores mantenían los esquíes paralelos, uno respecto del otro, durante el vuelo. En 1985, el sueco Jan Bokloev comenzó a colocarlos en “V”, tras percatarse de que podía alcanzar así mayores distancias.
Originalmente, otros competidores se mofaron de esta técnica. Al final, todos la adoptaron, pues los esquíes funcionan así como alerones que mantienen elevado al deportista por más tiempo. El cuerpo inclinado hacia delante, en combinación con los esquíes, permite que el competidor sea una suerte de ala de avión. El aire se desplaza más rápido por encima del cuerpo del saltador que por debajo. La diferencia en la presión del aire genera la elevación.
Muchos saltadores perfeccionan su estilo en túneles de viento, donde pueden experimentar cambios pequeños, en busca de la técnica ideal.
EL VIENTO Y SU PARADOJA
Mientras que el viento en contra constituye un obstáculo casi en cualquier otro deporte, a los saltadores les ayuda. Si el viento les pega de frente, se elevarán más. Si corre en la misma dirección que el esquiador, reducirá el vuelo.
Se miden la dirección y la velocidad del viento durante cada salto. Se descuentan puntos por el viento de frente y se añaden cuando viene en la otra dirección. Si hay demasiado viento, aumenta el riesgo, y una competición puede posponerse.
EL ESTILO CUENTA
Los saltos son evaluados por los criterios de distancia y estilo. El saltador debe llegar al “punto K” o de construcción de la colina. Se trata de la zona donde concluye la parte más inclinada de la ladera y el terreno comienza a allanarse. Los saltadores que llegan al citado punto reciben 60 puntos.
Se suman o descuentan puntos por cada metro que le falte al saltador para llegar al punto K.
En Pyeongchang 2018, dicho punto está a 98 metros (332 pies) para la modalidad de colina normal, y a 125 (410 pies) para la colina grande.
Cinco jueces asignan hasta 20 puntos cada uno por el estilo. Se elimina la nota más alta y la más baja para un total máximo de 60 unidades. El estilo se relaciona con la forma y el equilibrio que el deportista muestre en el aire, así como con la posición de los esquíes en el vuelo y el aterrizaje.
Se restan puntos si los saltadores colocan la mano o los glúteos en el terreno después del aterrizaje, o si no cae un pie delante del otro.