El caso Lexmark revivió la polémica por los bajos salarios que paga el sector maquilador a los obreros en Ciudad Juárez. En la ciudad se han empleado en este sector entre 194 mil y 249 mil personas, más que en cualquier otra ciudad de la frontera, quienes apenas tienen 10 minutos para ir al baño, si es que la la velocidad de la línea de producción lo permite, no ganan lo suficiente ni siquiera para satisfacer sus necesidades más básicas y deben recorrer largos tramos de ida y de regreso a sus lugares de trabajo.
Ciudad Juárez, Chihuahua, 11 de enero (SinEmbargo).– En el suroriente de esta ciudad, el Gobierno del Estado construyó hace más de una década la ampliación de una carretera que divide una meseta de colonias, enormes lotes vacíos y decenas de naves industriales de las plantas maquiladoras. La obra, denominada “Bulevar Independencia”, sirve para conectar los casi ocho kilómetros que separan esta zona de la frontera con Texas, y tiene seis carriles, camellón, pasos a desnivel y miles de metros sin banqueta. Todos los días, a casi todas horas, circulan en ella los tracto-camiones que trasladan la producción de las manufactureras hacia a Estados Unidos, y los peatones, entre ellos operadores de las ensambladoras, caminan a los lados, junto al tráfico o entre la tierra.
Una de las colonias aledañas a esta vía rápida es la María Martínez, urbanizada a principios del siglo XXI por el Instituto de la Vivienda del Estado de Chihuahua y aún sin pavimento en varias calles. Por 30 mil pesos, el Gobierno vendió cuartos de tres por siete metros, dos ventanas, dos puertas, un baño con inodoro, piso de cemento y sin yeso en las paredes que, por lo pequeñas y austeras, no se llaman casas, sino sólo “pie” de éstas.
Ahí compró su propiedad Míriam Delgado Hernández, una coahuilense hoy de 37 años que llegó a los siete a Ciudad Juárez, junto con sus padres y sus diez hermanos procedentes del Municipio de Francisco I. Madero de aquella entidad colindante con Chihuahua. Estudió sólo hasta la secundaria porque, a los 15 años, como hace casi el 50 por ciento de los adolescentes que viven en esta frontera, desertó al sentir que sus padres, que vivían de los campos de cultivo de El Valle, no podrían pagarle la preparatoria. Luego buscó trabajo y encontró en una de las maquiladoras de la fabricante de artículos electrónicos Philips, al poniente. A los 19 años se casó y tuvo su primer embarazo. Cuatro años después, en 2001, y aún empleada en Phillips, adquirió el crédito para su pie de casa pero no se mudó sino hasta 2002, cuando se quedó sin trabajo. Ese año, la trasnacional de origen holandés informó que cerraría la mayor parte de sus operaciones de producción en esta ciudad para trasladarlas a Suzhou, China, ésta última nación que acababa de ingresar a la Organización Mundial de Comercio y donde los trabajadores ganaban dos veces menos que en México. Fue una de las recesiones económicas más devastadoras para Juárez. Alrededor de cincuenta mil operadores perdieron sus empleos y, sin sus actividades y gastos, fueron afectados casi todos los demás sectores económicos.
Delgado tenía 23 años cuando llegó a su “pie de casa” con sus dos hijos pequeños y su marido, obrero temporal de albañilería. Sin encontrar trabajo en la maquiladora, se dedicó a vender productos de belleza y ropa de segunda para –sin la ayuda de su esposo, enfermo de alcoholismo–solventar la alimentación de sus niños y pagar los 300 pesos mensuales de su vivienda. En el pequeño espacio puso unas literas, un mueble para la televisión y una parrilla. Recuerda que duraron años sin refrigerador y comiendo sobre la cama. También que, al terminar la calle, metros al sur, todo fue por años un mar de tierra, sin árboles ni alumbrado, completamente negro por la noche. El transporte público y las escuelas llegaron con los meses.
Una serie de incentivos económicos concretaron en 2004 la ampliación de inversiones extranjeras en esta frontera. La administración del entonces Gobernador, Patricio Martínez García, celebraba la llegada a esta ciudad de la fabricante de electrodomésticos sueca Electrolux, que colocó aquí su planta más grande en Latinoamérica y a la que la administración estatal donó un terreno de 300 hectáreas unos siete kilómetros al sur del Bulevar Independencia. Junto a éste, en una superficie de 40 hectáreas, a finales de 2005 terminó de construirse también la primera nave de la división Impresiones Láser de la compañía norteamericana Lexmark. La firma había llegado a la entidad desde 1997 pero, de acuerdo con medios locales, tenía la estrategia de integrar en el nuevo campus del suroriente la mayor parte del proceso de producción, que incluye el reciclaje, ensamblado y llenado de tinta de cartuchos para impresora que se distribuyen en 150 países y que, en un 40 por ciento, se fabrican en el Estado de Chihuahua.
Las inversiones de Electrolux y Lexmark no sólo repusieron alrededor de diez por ciento de los empleos perdidos desde 2001 por la competencia con los salarios en China. Expandieron, también, la urbanización de Juárez hacia los terrenos de dos ex alcaldes priistas que, desde finales de los años 70, acapararon casi siete mil hectáreas de desierto conocidas como “Lote Bravo” y a las que desde entonces condujeron la dotación de servicios públicos. Los gobiernos municipal y del estado, por su parte, han justificado por años los gastos de infraestructura con la atracción de firmas como Electrolux o Lexmark, y con la construcción de colonias como la María Martínez, cuyos habitantes quedaron por años rodeados de enormes terrenos baldíos. El modelo se repitió en 2008 en el extremo poniente de la ciudad, en la frontera con Nuevo México, a donde también se condujeron cientos de millones de pesos de recursos públicos en vías y servicios hasta los terrenos de otro inmobiliario –también priista, pero de Chihuahua–, que los vendió para que la taiwanesa Foxconn instalara una gigantesca planta en la que hoy trabajan cinco mil 500 personas totalmente alejadas del resto de la ciudad. (Francisco Uranga Thomas, Secretario de Fomento Industrial de Patricio Martínez, apareció el sexenio siguiente como vicepresidente de operaciones de Foxconn para Latinoamérica).
Míriam Delgado entró a Lexmark en 2010, después de casi siete años de vivir sólo de las ventas informales. Ahora recuerda que, antes de poder presentar su documentación, debió hacer fila varias horas durante dos días frente a la malla de la planta. Finalmente fue contratada como operadora de producción en el segundo turno, de 3:30 de la tarde a 12:00 de la noche, y desde entonces fue asignada a la estación de “empaque tres”, a donde la banda de la línea de producción traslada cada 20 segundos una caja de cartón con el cartucho de tinta dentro y listo para que ella le coloque alrededor una placa de nieve seca que lo protege y a la que llama “inserto”. Luego cierra la caja, le pone la etiqueta de la marca, un sello, y al final le pasa un escáner para tomar el código de conteo. Al juntar unas tres cajas, las carga para salir corriendo a colocarlas sobre una plataforma de tiras de madera, o “pálet”, y todo el movimiento debe ser de un minuto, hasta empacar unos 180 cartuchos por hora, o alrededor de mil 500 en las ocho y media horas de su jornada.
“Es una línea de producción, un escantillón, y hacemos manualmente todo, cada quien va poniendo algo. Como 40 personas haciendo una cosa cada quien sobre el mismo cartucho, se le ponen tornillos, engranes, etiquetas, el rollo, lo sellos muchos tipos de engranes, gomitas. Cada quien pone como cinco o seis cosas, otros hacen las cajas, otros pegan las etiquetas, otros ponemos el inserto”, explica Delgado en entrevista.
“Paramos cuando vamos a comer, a las cinco y media, media hora, y 20 minutos para la cena, a las 9:20, todo en tiempo. Para ir al baño son diez minutos, una o dos veces al día. No se puede descuidar, ni para tomar agua, porque está la banda llena”, agrega.
El trabajo es contra reloj y bajo la presión de supervisores que al menor retraso toman reportes que inciden en el pago de los “bonos”. Otros operadores, sobre todo los que van cumpliendo más años, son trasladados a estaciones de reciclaje de cartuchos, donde despegan a punta de soplete las etiquetas de los cartuchos viejos y, otros, con aspiradoras, les remueven la tinta, contaminándose, en algunos casos, hasta los sangrados nasales.
La repetición del movimiento, dice Míriam Delgado, es además estresante y hace que el tiempo se sienta muy despacio, más cuando los hijos están enfermos o solos en la casa. Además debe tener una excelente vista, puntualidad y tratar de no enfermarse. Todo, en su caso, por 105 pesos diarios, o 12.3 por cada hora trabajando a toda velocidad dentro de la planta.
Al salir, a la media noche, pasaba casi otra hora en el camión de transporte de personal que debe recorrer varias colonias antes que la suya. Llegaba a casa a eso de la una, donde sus hijos, dice, ahora adolescentes, siempre la esperaban para abrir la puerta. Ahí dedicaba unos minutos para verlos, preguntarles cómo estaban, lo que necesitaban para la escuela o por las tareas. Luego se iba a dormir y, cinco o seis horas después, se levantaba para hacer el desayuno, mandarlos a la escuela, ordenar la casa, ocuparse de las ventas que nunca ha dejado, hacer la comida y bañarse y prepararse para, a las 2:40 de la tarde, estar lista y abordar de nuevo el viejo camión que otra vez recorrería varias colonias antes de dejarla en Lexmark. Casi cada semana, dice, se quedaba además tiempo extra, de 3:30 de la tarde a seis de la mañana.
La búsqueda de recursos adicionales y una mejor calidad de vida es constante entre Míriam, ya separada de su esposo, y sus hijos. Con un préstamo de Infonavit, hace tres años pudo construir dos recámaras y poner a todo el piso losetas de cerámica. Uno de sus hijos, de 17 años, se ocupa como carpintero en sus vacaciones y le hizo una cocineta. Los fines de semana previos a cada 14 de febrero o días de graduaciones, hace años, los tres se concentran además en hacer arreglos de globos y muñecos de peluche para vender también entre todos.
El único viaje que han tenido fuera de Ciudad Juárez fue a Torreón, Coahuila, hace unos años, para visitar a la familia materna. Ella jamás se ha comprado ropa nueva y, desde que se acuerda, casi todo lo que viste, todo lo calza, así como la mesa, sus dos sillas, las tres camas, los libreros, un escritorio y una computadora, son “de segunda”. Íntegros, los 700 u 800 pesos que juntaba a la semana entre su salario y sus ventas, los destinaba a la alimentación y a la educación de sus dos hijos, ahora estudiantes del Colegio de Bachilleres Once. Unos 400 o 500 pesos a la semana, o hasta 71 diarios, dos terceras partes de su sueldo, eran para comprar arroz, frijol, tortilla, huevo, uno o dos litros de leche, chile, tomate, cebolla, papas, la fruta sólo de oferta y dos o tres piernas de pollo sólo cuando alcanzaba. Con un promedio de gasto diario de entre 19 y 23 pesos cada uno, comían carne roja sólo una o dos veces por año, cuando Lexmark pagaba utilidades o aguinaldos. El resto era para los gastos de la escuela, de 15 a 20 pesos al día para copias e impresiones y 24 pesos para el transporte público. Cada mes, sin embargo, los recursos destinados a la compra de comida se reducían casi al mínimo para pagar 420 pesos por un cilindro de gas o 300 pesos del servicio de internet que Míriam acababa de contratar para los trabajos escolares; cada dos meses, para los 400 pesos de la luz, y cada semestre debía juntar tiempos extras y lo que pudiera para pagar dos mil 400 pesos de inscripciones. No bebe alcohol ni sale a lugares de esparcimiento, y toda su energía todos los días está dedicada solamente al trabajo y a sus hijos.
“COMPRAMOS SÓLO LO BÁSICO”
Después de cinco años y ocho meses de trabajar a ese ritmo, Míriam fue despedida de Lexmark el pasado 9 de diciembre junto con casi un centenar de empleados, en su mayoría mujeres. No fue por faltas ni por incumplir los estándares de producción de la compañía. Fue, considerada, por “alzar la voz” en demanda de un mejor salario y por haber firmado, en calidad de secretaria de Organización, la solicitud de registro legal del Sindicato de Trabajadores al Servicio de Lexmark Internacional.
La solicitud fue entregada el pasado 2 de diciembre a la Junta de Conciliación y Arbitraje del Gobierno estatal, y fue asesorada y redactada por el despacho de la abogada laboralista Susana Prieto Terrazas, quien, desde los miles de despidos del declive maquilador iniciado en 2001, litiga de manera profesional demandas de indemnización y otras inconformidades de los operadores contra las trasnacionales. Los hoy ex trabajadores de Lexmark explicaron que supieron de ella por otros empleados que han tratado de organizarse en Juárez para enfrentar sobre todo las liquidaciones que se habían registrado a principios de este siglo.
El año pasado, además, Prieto Terrazas también asesoró a los trabajadores de las maquiladoras Eaton Bussman y Foxconn, inconformes por los bajos salarios, el hostigamiento sexual y la eliminación imprevista de días para gozar de vacaciones.
Lo que detonó en octubre la búsqueda de asesoría legal en Lexmark, narran varios trabajadores entrevistados, fue el anuncio hecho por la gerencia de recursos humanos en el auditorio de la planta, donde se les informó que desde ese momento quedaban eliminadas las “certificaciones” que cada operador había ganado acreditando su dominio de las diferentes partes del proceso de producción y con las que esperaban acceder a aumentos de salario escalonados, de 105 a 112 pesos y luego a 120 por día (Prieto Terrazas informó que el segundo nivel salarial era de 114). El salario de otros trabajadores, narran los ex empleados, como los reparadores de los cartuchos y que ganaban 130 pesos diarios, también quedaría estacionado.
“Fue cuando decidimos asesorarnos”, dice Santiago Martínez, de 30 años, reparador, firmante de la petición de sindicato y ahora también despedido. “Y fuimos con la licenciada (Prieto Terrazas), y ella nos comentó que se podía pelear por mejores condiciones, formar un sindicato, y empezamos a invitar a los otros, porque había mucha inconformidad”, agrega.
El plan de organización sindical asesorado por la abogada incluyó la instalación de un plantón en el exterior de la planta a principios de noviembre, marchas hacia la sede de Conciliación y Arbitraje y paros técnicos que, narran los obreros y muestran fotografías, lograron convocar a cientos de empleados.
“Uno por uno les fui diciendo, y unos se sorprendieron, no se atrevían por el miedo, y porque tienen mucha necesidad, por eso no se animaron, y yo empecé a silbar, con un silbato que llevaba en el bolsillo, como Delia (otra empleada) me había dicho, empecé a caminar por las áreas y ya, les gritaba que ‘aumento de sueldo, menos hostigamiento, protección para nosotros’, que era injusto como estábamos trabajando”, cuenta Leticia Calderón, de 39 años, y operadora también despedida.
La solicitud de sindicato logró reunir a 63 trabajadores, cuyo respaldo fue comprobado en la petición ante Conciliación con recibos de nómina. La respuesta de la compañía norteamericana, sin embargo, fue contundente: todos los solicitantes fueron despedidos y, el 29 de diciembre, la Junta Local de Conciliación notificó la negativa a la solicitud de registro de la organización obrera porque, argumentó la autoridad, incumplía los requisitos legales de que los sindicalizados estuvieran en activo y transparencia en el uso de sus futuros recursos.
El Gobierno del Estado y el municipal han desestimado las protestas de los operadores de producción argumentando que están siendo “azuzadas” por los abogados que, como informó a este medio Prieto Terrazas, cobran un 20 por ciento a los trabajadores si ganan las indemnizaciones ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje. Ella, a su vez, ha acusado al Gobierno del Estado de proteger sólo los intereses de las empresas trasnacionales y de permitir la explotación de los empleados.
Varios de los inconformes, por su parte, expresaron en entrevistas estar satisfechos de al menos haber “alzado la voz” contra lo que denominan “salarios de miseria” y arbitrariedades de todo tipo cometidas dentro de las maquiladoras, desde la eliminación imprevista de días de vacaciones, como ocurre en la planta Eaton Bussmann, fabricante de fusibles y en cuyo frente también hay plantón, hasta la desprotección ante trabajos peligrosos, como el vaciado del tóner de los cartuchos de Lexmark.
Sobre un llano frente a ésta, más de medio centenar de trabajadores despedidos han sostenido por dos meses y climas bajo cero guardias en el campamento que construyeron con madera y lonas con consignas en demanda de mejores salarios. Estuvieron ahí incluso la noche de Año Nuevo, después de una intensa nevada y de haber recibido la noticia del rechazo a su petición de registro a la agrupación obrera.
“A mí nunca me han gustado las injusticias, y no me arrepiento, porque si se logra algo, vamos a salir muchos beneficiados. Y si no, ni modo, pero quiero que mis hijos sepan que no me quedo con los brazos cruzados, que aprendan también que se tiene que luchar aunque a veces no se gane”, agregó Leticia Calderón, cuyo hogar cuenta además con los ingresos de su pareja.
“Yo no tengo miedo, porque ellas (las maquiladoras), nos necesitan más a nosotros ahora, y porque es una tristeza que para ser Juárez frontera tengamos salarios tan bajos, si somos la mano de obra de mejor calidad, porque trabajamos con calidad, con amor al trabajo”, agregó Josefa Ramírez, de 36 años y entrevistada en el plantón de Eaton Bussmann, al norte de la ciudad y también habitante del suroriente.
La precariedad económica con la que viven los operadores de producción, además, es palpable: si hay sólo un salario en casa y se tiene hijos, aunque se dediquen de ocho a nueve horas diarias a las trasnacionales, la mayor parte de lo ganado alcanza sólo para lo más básico.
“Compramos siempre en las segundas, porque no hay para nada nuevo con el sueldo. Compramos sólo lo básico, nos acomodamos a que no falten los frijoles, la sopa, el chile, el tomate la cebolla y el café. Nos tenemos que acomodar, una semana compra uno una cosa, y ahí vamos”, dice Antonia Hinojos, de 45 años, también despedida por tratar de organizarse en Eaton Bussmann y madre de dos hijos, uno de los cuales, narra, dejó la escuela y argumentó que su desinterés en las clases no ameritaba su intenso ritmo de trabajo.
“GANAR UNA MISERIA”
Juárez, sede además de una intensa actividad de tráfico local e internacional de drogas ilegales y que ha llegado a ser la ciudad más violenta de México, es también el municipio del país con mayor cantidad de empleados en la industria maquiladora de exportación. Un comparativo de siete años del Instituto Nacional de Geografía e Informática (Inegi) muestra que en la ciudad se han empleado en este sector entre 194 mil y 249 mil personas, más que en cualquier otra ciudad de la frontera y casi lo mismo que todas las entidades no fronterizas juntas. Miles de residentes locales ensamblan diferentes tipos de productos, pero preponderantemente cientos de millones de cables atados que conducen la energía en los vehículos de General Motors, conocidos como “arneses”. Se ensamblan también, de acuerdo con un reporte publicado en noviembre pasado por El Diario, faros, cubiertas de asiento y otros accesorios y partes para vehículos, millones de computadoras portátiles y de escritorio, lavadoras, secadoras, televisiones, cuatrimotos y fotoceldas productoras de electricidad, catéteres médicos, entre otros objetos.
Pero esta frontera presenta otro indicador que, a la luz de la crisis social dejada por más de diez mil homicidios, se observa devastador: de acuerdo con una investigación publicada en la primavera pasada por el Instituto Hunt para la Competitividad Global de la Universidad de Texas en El Paso, en Ciudad Juárez, sede y meca de la industria maquiladora, las firmas extranjeras pagan el segundo peor promedio salarial de todos los que pagan en México: 422 dólares mensuales, según el estudio, sólo por encima de Ciudad Acuña, en Coahuila.
“Los datos de diciembre 2014 revelan que los trabajadores de producción en Ciudad Juárez tenían uno de los salarios más bajos en toda la región, ya sea en el interior o en la frontera mexicana”, dice el estudio.
“Este promedio en Ciudad Juárez es debido al peso de los salarios de los trabajadores de producción, ya que este tipo de empleado representa el 90 por ciento de todos los trabajadores empleados en las empresas manufactureras orientadas a la exportación en el año 2014”, agrega.
La investigación, presentada como “Revisión de indicadores Paso del Norte”, agrega que los salarios reales mensuales por trabajador que pagan las empresas manufactureras orientadas a la exportación, tanto en México como en Ciudad Juárez, están además por debajo de los niveles de 2010. “Los niveles mensuales de salarios reales en Ciudad Juárez por trabajador en diciembre 2014 fueron de los más bajos de estas regiones (la frontera, el interior y todo México)”, insiste.
Los bajos salarios de los operadores, sin embargo, no han sido malas noticias para todo el mundo. En agosto de 2014, el despacho Boston Consulting Group (BCG), que se presenta como identificador de oportunidades de negocios para compañías globales, publicó también un reporte sobre el aumento de inversiones de maquiladoras en México después de su fuga a China en 2001, donde los salarios eran entonces, dice, “dramáticamente menores”.
Pero ahora, agregó la investigación, los costos del trabajo en China han aumentado y, además, los operadores del país asiático no han logrado compensarlo con ritmos de producción. En México, en cambio, agrega, los incrementos al salario mínimo en las manufactureras han sido “moderados” y “casi totalmente compensados por aumentos de la productividad en el sector industrial moderno y por un 11 por ciento de depreciación del peso frente al dólar estadounidense”.
Un ejemplo de estas inversiones que han preferido México a China, dice el documento, es la de Foxconn en el municipio de Juárez. “Las inversiones extranjeras en plantas en México está despegando de nuevo, aun en industrias en las que China ha sido dominante (…) De hecho, la gigante taiwanesa de fabricación de electrónicos Foxconn Technology Group, la mayor inversora única en China, quedó sólo detrás de General Motors como el principal exportador de México. Foxconn dijo que su planta de cinco mil 500 trabajadores en San Jerónimo (Juárez) exporta ocho millones de computadoras personales al año, y una mayor expansión está en camino”, especifica.
El documento cita también el “Índice global del competitividad de costos de manufactura” del mismo BCG, y que muestra que México es uno de los países en donde las trasnacionales destinan la menor proporción de sus gastos al pago de salarios: un 8.9 por ciento del total de la inversión, menos que lo que se invertía en 2004.
“Hace una década, los costos promedio de producción en China se estimaban en seis puntos porcentuales más baratos que en México, de acuerdo con el Índice global del competitividad de costos de manufactura. Ahora, México se estima cuatro puntos porcentuales más barato. De hecho, la estructura de los costos de manufactura mejoró en México más que en ninguna otra de las 25 economías de nuestro índice”, agregó el BCG.
El título de la investigación de la consultora norteamericana: “Competitividad de costos de manufactura en México, una creciente estrella global”.
El estudio del Boston Consulting Group fue citado en abril pasado por el Banco de México (Banxico), que emitió un boletín reportando que era “prioritario para Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) financiar al sector manufacturero que observa importante repunte” y con la previsión de que el costo del trabajo será más barato en todo Norteamérica.
“México ha recuperado su estatus como principal centro de manufactura de alta productividad y bajo costo”, indicó el texto.
Pero es ese desbalance, en el que los obreros de manufactura de alta productividad ganan poco, lo que molesta a quienes se están inconformando en Ciudad Juárez, como Míriam Delgado. “No es justo que me despidan sólo por alzar la voz. Yo le he dado mucho a mi planta”, dijo a principios de mes, en llanto, horas después de su despido de Lexmark. “¿Por qué el Gobierno permite esto, si somos los trabajadores los que sacamos adelante a Ciudad Juárez, con nuestra mano de obra, para ganar una miseria?”, cuestionó.