Fue un encuentro vibrante, tenso, eléctrico y largo, muy largo. El trabajo colectivo atrás y un latigazo en el momento correcto dieron la victoria al Valencia, que pasa como primera de grupo con 11 puntos junto al Chelsea. El Ajax por su parte continuará su aventura continental en la Liga Europa, un premio que le sabe poco a una escuadra que la temporada pasada llegó a las semifinales.
Por David Morales Urbaneja
Amsterdam, 10 dic (EFE).- Un gol de Rodrigo en la primera parte y un trabajo defensivo espectacular de todo el equipo dieron al Valencia el pase a octavos de final de Liga de Campeones en un partido espectacular, y apeó a un Ajax que le faltó la efectividad demostrada en todo el campeonato.
Los hombres de Albert Celades han conseguido por séptima vez en la historia del Valencia el pase a octavos de la máxima competición europea, algo que no se daba desde 2012, y dieron una alegría infinita a los mil 500 aficionados que se acercaron a Ámsterdam.
Fue un encuentro vibrante, tenso, eléctrico y largo, muy largo. El trabajo colectivo atrás y un latigazo en el momento correcto dieron la victoria al Valencia, que pasa como primera de grupo con 11 puntos junto al Chelsea. El Ajax por su parte continuará su aventura continental en la Liga Europa, un premio que le sabe poco a una escuadra que la temporada pasada llegó a las semifinales.
El guion del partido en la primera parte fue cómo se esperaba, con los holandeses al ataque desde el primer minuto y el Valencia agazapado, esperando su oportunidad. La fuerte y asfixiante presión de los locales provocaron numerosas pérdidas de pelota por parte de los de Celades.
Un disparo de Van de Beek que Doménech mandó a córner y otro de Tadic que dio en el exterior de la red hizo vibrar a la grada. El Valencia sufría para mantener la portería a cero, pero las tornas cambiaron poco a poco.
Las internadas de Gameiro, los balones robados de Parejo y algunos fallos de comunicación entre los jugadores del Ajax fueron el presagio de que las hazañas, si se planean bien, pueden salir. Los goles del Chelsea en Londres dejaron claro a los dos equipos que no podían esperar el fallo de los ingleses.
El gol del Valencia llegó en el 24 gracias a una internada de Ferran Torres. Al extremo derecho le dejaron espacio para pensárselo y, en lugar de disparar, le dio un excelente pase a Rodrigo que el delantero no desaprovechó, batiendo a Onana por arriba.
Los últimos minutos de la primera parte fueron un ir y venir. Un ángel de la guarda llamado Gayà apareció por la portería de Doménech y sacó, en la línea, una pelota que peinó Van de Beek y que la grada ya cantaba como gol.
Sin embargo, el Valencia pudo hacer otro en las siguientes dos jugadas. La primera la salvó Onana con un pie, la segunda fue un derechazo de Parejo que terminó fuera.
En la segunda parte se dio una alteración del factor tiempo-espacio digna de un estudio científico. Para los de Celades, las manijas del reloj se ralentizaron, los minutos parecieron horas y tocó sufrir. Para los de Ten Hag, el cronómetro voló a la velocidad del rayo.
Fue un asedio en toda regla por tierra, mar y aire. El Valencia se defendió como un gato panza arriba gracias a un trabajo colectivo en general que contó con un Diakhaby espectacular, atento, y un Domenéch muy acertado. El portero que hizo una parada en dos tiempos fundamental en el 57.
El Ajax llegaba, pero no mordía. La conexión Van de Beek – Ziyech funcionaba, pero el marroquí estuvo desconocido y mandó fuera casi todas las que tuvo. Cuando uno de sus disparos llegó a portería, aparecía Domenéch para despejarla a córner.
El final del partido fue tenso. Ten Hag, a la desesperada, quitó a Tagliafico y metió a Siem de Jong, pero fue Lisandro Martínez quien casi cambia el rumbo con un disparo casi en el descuento que atrapó otra vez el guardameta valencianista. A dos del final, un cabezazo de Gabriel Paulista a Tadic tras una provocación del serbio significó la expulsión del central.
Y luego, el pitido final del árbitro, un sonido que sonó a gloria celestial en los oídos de los valencianistas y a llanto de rabia en los de los holandeses.