No deja de resultar curioso, en tiempos en los que el fan se ha convertido en el espectador que censura lo inesperado, que si se piensa en algunos finales memorables de la historia del cine casi todos pueden ser formulados como preguntas iracundas que el espectador le podría hacer a la ficción.
Por Francesc Miró
Madrid, 10 de diciembre (ElDiario.es).- Hay algo de mala catarsis en los finales más memorables del cine. En la manipulación de esa complicada alquimia que convierte una escena cualquiera en un recuerdo imborrable en la mente de un espectador, existe un elemento de incomodidad. La sorpresa acontece porque se traicionan unas expectativas. Y es en esa traición donde habita lo intangible, lo que por una razón u otra permanece.
No deja de resultar curioso, en tiempos en los que el fan se ha convertido en el espectador que censura lo inesperado, que si pensamos en algunos finales memorables de la historia del cine casi todos pueden ser formulados como preguntas iracundas que el espectador le podría hacer a la ficción. «Cómo, ¿que Luke Skywalker era hijo de Darth Vader?», y «¿Charlton Heston nunca dejó la tierra?», «¿Cómo es posible que Edward Norton y Brad Pitt sean la misma persona?», «¿Guy Pearce siempre buscó al asesino incorrecto?», «¿La cabeza de Gwyneth Paltrow cabía en esa caja?».
La naturaleza de todos estos grandes finales es muy distinta. A veces es necesario un giro final que reinterprete todo lo que hemos visto, a veces lo memorable se adquiere precisamente por ser finales brutalmente lógicos – el cine norteamericano ha educado tanto nuestras retinas con finales felices que los que no lo son, de repente, tienen más capacidad para trascender-. Pero El imperio contraataca, El planeta de los simios, El club de la pelea, Memento o Seven tienen en común algo: todas provienen de la misma industria. Y, sin embargo, hay mucho cine ahí fuera y las películas que siguen y sus finales pueden ser igualmente memorables aunque no vengan de Hollywood.
LAS DIABÓLICAS (HENRI-GEORGE CLOUZOT, 1955)
¿Por qué? Un absoluto referente del thriller de ayer y hoy. Un artefacto cinematográfico milimetradamente calculado por Henri-Georges Clouzot, que destila una modernidad incontenible sesenta años después.
¿De qué va? El señor Delasalle dirige su colegio con mano de hierro mientras convive allí con su esposa -Véra Clouzot- y su amante -Simone Signoret-. Pero ambas, cansadas de sufrir su violencia, dicen aliarse para tramar su asesinato. Sin embargo, cuando perpetren el crimen y el cuerpo desaparezca, empezarán a sucederse extraños fenómenos en la institución.
EL INQUILINO (ROMAN POLANSKI, 1976)
¿Por qué? Una de las películas más estimulantes del infausto Roman Polanski. Genial thriller psicológico que, en su desarrollo, se descubre como un ejercicio mucho más ambicioso en lo temático y en lo formal, de lo aparente.
¿De qué va? Trelkovsky es un hombre sencillo, agradable y educado en apariencia. Se acaba de mudar a un apartamento parisino cuya anterior inquilina se tiró por el balcón, y ahora permanece ingresada en el hospital. Cuando va en su busca, Trelkovsky conoce a una amiga suya con la que entabla una relación. Pero todo parece complicarse por momentos. Todas las pertenencias de la mujer siguen en el piso: objetos y recuerdos que van alimentando una extraña obsesión.
EL ODIO (MATHIEU KASSOVITZ, 1955)
¿Por qué? Además de ser el amor de Audrey Tautou en Amelie, Mathieu Kassovitz cuenta con una extensa -y bastante desconocida- carrera como realizador. El odio es su obra cumbre, y una de las películas de culto más inflamables de los noventa. Un retrato descarnado de muchos de los problemas que aún hoy acechan a nuestra sociedad: racismo, machismo, homofobia…
¿De qué va? 24 horas en la vida de tres jóvenes de un suburbio de París: Vinz -Vincent Cassel-, Saïd -Saïd Taghmaoui- y Hubert -Hubert Kounde-. Una paliza propinada por la policía a un joven de 16 años caldea los ánimos en un barrio obrero, que inicia una revuelta contra las fuerzas del orden. Entre el barullo, un policía pierde un arma que va a parar a manos de Vinz, que sale con sus colegas con ganas de todo menos de pasar una pacífica velada.
PERFECT BLUE (SATOSHI KON, 1977)
¿Por qué? Ser la ópera prima de Satoshi Kon, uno de los realizadores japoneses más influyentes de la animación contemporánea, debería ser razón suficiente. Empezó bajo el amparo creativo del maestro Katsuhiro Otomo. Este, confiando en su talento, le produjo una adaptación de una novela de Yoshikazu Takeuchi, que terminaría siendo Perfect Blue.
¿De qué va? Mima es una cantante de J-Pop que intenta abrirse camino en el mundo de la televisión. Pero la presión y el abuso al que es sometida, así como las constantes críticas a su imagen pública por ser una idol japonesa la sumen en una profunda depresión que la hace replantearse la vida. Entonces su mánager y su fotógrafo aparecen asesinados, y todo se vuelve muy raro a su alrededor.
FUNNY GAMES (MICHAEL HANEKE, 1997)
¿Por qué? Si no hubieses visto nada de Michael Haneke, y no supieses por dónde empezar, Funny Games sería la prueba de fuego. Si superas su inherente maldad y sus nulas concesiones a la templanza de nervios del espectador, puedes seguir con la obra de Haneke.
¿De qué va? Anna, Georg y su hijo pretenden pasar unas apacibles vacaciones en una ostentosa casa a orillas de un lago. Un día, un joven aparece en su puerta para pedirles unos huevos y hacer una tarta. La conversación se alarga y el joven y su hermano terminan en el sofá de su sala de estar. No parecen haber ido hasta allí por unos simples huevos de corral.
OLDBOY (PARK CHAN-WOOK, 2013)
¿Por qué? Obra maestra de Park Chan-wook, no solo significó una revolución estética dentro del thriller moderno, también el desembarco definitivo del cine surcoreano en estas tierras, con permiso de Kim Ki-duk. Se trata de la segunda entrega de la llamada Trilogía de la venganza de su realizador, que completan las no menos excelentes Sympathy for Mr. Vengeance y Sympathy for Lady Vengeance. Ya ven por dónde van los tiros.
¿De qué va? Un hombre de negocios es secuestrado y confinado durante años en una celda en la que solo tiene una televisión como conexión con el mundo exterior. Un buen día es liberado de su cautiverio, ignorando ni por qué lo encerraron ni por qué lo dejan libre. La búsqueda de respuestas le llevará a caer en una espiral de violencia aparentemente sin fin.
THE BABADOOK (JENNIFER KENT, 2014)
¿Por qué? Perfecta muestra de las capacidades del terror contemporáneo para reflejar algunas de las temáticas más complejas de nuestro tiempo. En este caso, la australiana Jennifer Kent aborda la maternidad como un terrorífico proceso entre el afecto y la educación.
¿De qué va? Amelia -Essie Davis-, aún intenta superar la violenta muerte de su marido mientras lidia con la educación de su hijo Samuel -Noah Wiseman-. El niño, de seis años, vive obsesionado con un monstruo que le acecha en sueños. Cuando llegue a sus manos un cuento infantil protagonizado por una inquietante criatura llamada Babadook, se convencerá de que la criatura es real. Pero las repercusiones de su imaginación tendrán un alcance inesperado.
DIAMOND FLASH (CARLOS VERMUT, 2014)
¿Por qué? Antes de convertirse en uno de los realizadores más alabados por la crítica en el cine español actual, Carlos Vermut debutó con una inclasificable obra entre el thriller de secuestros y la cara oscura del género superheroico. Después vendrían Magical Girl y Quién te cantará.
¿De qué va? Cinco mujeres muy distintas con algo en común verán como su vida cambia de la noche a la mañana. Violeta intenta encontrar a su hija desaparecida, Elena guarda un oscuro secreto, Lola quiere reconciliarse con su pasado, Juana necesita compartir su vida con alguien que la acepte como es, y Enriqueta solo quiere reír para combatir sus miserias diarias. Todas han conocido en algún momento a un enmascarado llamado Diamond Flash.
RAW (JULIA DUCOURNAU, 2016)
¿Por qué? Julia Ducournau se tuvo que enfrentar a la polémica generada por su película debido a sus pases en el festival de Toronto, que provocaron desmayos entre el público. Detrás de la polvareda mediática y la supuesta brutalidad de sus imágenes, sin embargo, se escondía una genial parábola de una generación en busca de su identidad.
¿De qué va? Justine es una joven estudiante de veterinaria sobrepasada por los estímulos de su recientemente descubierta independencia. Entre las novatadas, la presión por mantener su brillante currículum y la influencia de sus compañeras, se verá impelida a experimentar con sus límites. Tras haber crecido como vegetariana, el hecho de probar carne cruda por primera vez alterará de forma intensa su raciocinio. Y todo a su alrededor cobrará otro cariz, uno más sangriento.