El valor normal de esta grasa en los niños es de 6 por ciento, mientras que el bebé -que nació con un peso de 3.58 kilos y 53 centímetros en el occidental estado de Colima- presentaba un valor de 0.65 por ciento, lo que se traduce en una deficiencia del 93 por ciento de esta grasa antiinflamatoria.
Por Zoilo Carrillo
México, 10 nov (EFE).- Con solo diez meses, Luis Manuel pesa 28 kilos y es porque, según el diagnóstico divulgado hoy a Efe por el cardiólogo mexicano Gustavo Orozco, padece obesidad perinatal por inflamación celular derivada de una deficiencia de grasas en la sangre y la leche materna.
«La inflamación celular es un fenómeno que hace que el niño crezca de manera desordenada y que en valores muy altos puede ser exagerada, como es el caso», explicó el médico, que al realizar el perfil de inflamación celular observó un nivel fuera de lo normal, 23 puntos frente a los 6 que presenta un bebé sano.
Este resultado llamó la atención del equipo médico del Instituto de Investigación de la Inflamación de Guadalajara, que dirige Orozco, y les llevó a inferior que lo que originaba esto es una grasa Omega 3 denominada EPA.
El valor normal de esta grasa en los niños es de 6 por ciento, mientras que el bebé -que nació con un peso de 3.58 kilos y 53 centímetros en el occidental estado de Colima- presentaba un valor de 0.65 por ciento, lo que se traduce en una deficiencia del 93 por ciento de esta grasa antiinflamatoria.
El especialista puntualizó que la prueba únicamente se realiza en tres lugares en el mundo y que la técnica es originaria de Canadá, donde la aprendieron los médicos de su institución.
El análisis permitió identificar un nivel muy bajo de DHA Omega 3, una sustancia que «tiene que ver con la función cerebral, pero también con el metabolismo».
Estas grasas se las otorgan las madres a los niños través de la leche materna. Sin embargo, el niño presentó unos niveles de DHA de 3.12 por ciento cuando lo normal es 7 por ciento.
Esto se traduce en una deficiencia del 56 por ciento de DHA, cuyo origen apunta a la madre del niño, Isabel Pantoja.
Esta sustancia presente en la leche materna es la que activa el metabolismo y, por tanto, evita la obesidad en los bebés, explicó Orozco.
«El estudio de la calidad de la leche que el niño está recibiendo de su madre dice que el DHA que recibe el niño es de 0.15 por ciento cuando lo normal es de 0.99 por ciento», precisó y agregó que «la deficiencia en la leche materna de este nutriente, que evitaría un metabolismo bajo, es del 85 por ciento».
Dicho resultado llevó a realizar una prueba adicional enviando una muestra de hormonas tiroideas a la Clínica Labrix, en Estados Unidos, ya que en México no se realiza dicho análisis.
La hormona tiroidea T3 libre es responsable de que el metabolismo suba, pero necesita de la grasa DHA para realizar esta función.
El niño, según las pruebas realizadas por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), tiene los niveles de T3 normales.
«Las pruebas del IMSS miden los niveles de T3 y T4 total y libre, pero no miden T3 reversa», que es la responsable de reducir el metabolismo, dijo al aclarar que en el país «no hay ningún laboratorio que lo analice».
Así, la prueba realizada en EU reveló que los niveles de la hormona T3 reversa son altísimos y, al realizar el índice metabólico correspondiente a los resultados, se descubrió que «Luis tiene una disminución del metabolismo del 89por ciento».
Todo encajó: «Esta falla en su tiroides es ocasionada por la deficiencia nutricional de DHA y de EPA en su leche materna, que también se refleja en la sangre del niño».
«Este tipo de tiroidismo es consecuencia de la inflamación celular que, a su vez, es ocasionado por deficiencia de estos nutrientes en la leche materna», precisó.
Los científicos realizaron un análisis de la sangre de Pantoja, observando que los niveles de DHA en sangre eran de 1.9 por ciento cuando deben ser de 7 por ciento.
«La calidad de la leche es mala porque la mamá no tiene en la sangre esa grasa», ya que presenta «una deficiencia del 73 por ciento de esta grasa protectora de obesidad», apuntó.
Así, el origen de todo es el embarazo. La mamá no recibió los suplementos alimenticios suficientes durante el periodo de gestación. Ella ingirió «ácido fólico y hierro, en lugar de las grasas Omega 3 que necesitaba».
«Esto se llama programación fetal a la obesidad», aseveró el experto, quien explicó que en «los primeros mil días desde que se concibe un bebé se determina quién será obeso y quién no».
El próximo jueves Orozco comunicará a la madre del bebé -que a los dos meses ya pesaba de 9 a 10 kilos- el diagnóstico y comenzará a dar dosis líquidas de Omega 3, que equivalen a 10 gramos de EPA y DHA.
A esto le agregará 25 microgramos de hormona tiroidea T3 en tabletas masticadas en la mañana como dosis inicial.
«Esperamos que en 3 meses logre reducir el 40 por ciento de exceso de grasa corporal, con unas posibilidades de éxito del 40por ciento», afirmó.
Habrá que esperar unos meses para saber si existe mejoría en el caso del pequeño, cuya madre dice a Efe que es risueño, «ya balbucea, patalea» e incluso «dice papá y mamá».
Pese a que no la deja dormir por las noches, Isabel no ha perdido la esperanza, pero confiesa que «el miedo está ahí».
Ahora, con el diagnóstico, todo queda ahora en manos de los médicos.