Ciudad de México, 10 de noviembre (SinEmbargo).- Por sexta ocasión en un mes, la sociedad civil salió ayer a las calles en la capital del país para exigir justicia en el caso de los 43 normalistas desaparecidos forzadamente desde el pasado 26 de septiembre.
Luego de que el pasado viernes 7 el titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, dio a conocer la versión –basada en los dichos de tres detenidos– de que los 43 normalistas habrían sido asesinados y sus cadáveres incinerados en un basurero en el municipio de Cocula, Guerrero, durante este fin de semana miles de ciudadanos indignados e incrédulos respecto a la información oficial salieron de manera espontánea a protestar a las calles, en tres movilizaciones distintas.
Si el pasar de los días sin que se esclarezca el caso de los 43 normalistas desaparecidos ha incrementado la indignación y el hartazgo social –como han manifestado los ciudadanos que han salido a protestar–, la expresión “Ya me cansé” que soltó el viernes el Procurador Murillo Karam también contribuyó a que durante el fin de semana muchos se sumaran a las movilizaciones, que se han realizado de forma pacífica, y sin la presencia visible de policías.
Carteles con leyendas como “Si ya te cansaste, renuncia”, “No estoy cansado, estoy encabronado”, “Ya estamos cansados #Renuncia EPN” o “Algunos se cansan, otros estamos hasta la madre”, resumieron el sentir que entre los ciudadanos provocó lo dicho por el funcionario al finalizar una conferencia de prensa que duró una hora.
El viernes por la noche, al término de una velada en el Ángel de la Independencia que derivó en una marcha hacia la PGR, una frase en el mismo tenor fue pintada en el muro que protege la fachada de la dependencia donde despacha Murillo Karam.
“Ya me cansé del miedo”, decía. Al día siguiente, para cuando los asistentes a la segunda movilización se congregaban frente a la sede de la Procuraduría para partir hacia el Zócalo, la frase ya había sido borrada.
Pero si durante el viernes bastaron unas horas para que unas 500 personas acudieran al Ángel de la Independencia (de acuerdo con notas periodísticas), para el sábado los llamados a una marcha nocturna, hechos principalmente a través de redes sociales, consiguieron que miles salieran a las calles.
Eran jóvenes y adultos coreando “¡Fuera Peña!” o “Fue el Estado”; ancianas cargando veladoras y extendiendo una manta con la palabra “Ayotzinapa”; o padres con sus hijos pequeños, parejas con sus perros o ciclistas que avanzaban al lento ritmo de una marcha que crecía conforme se acercaba al Zócalo.
Era también una extensa bandera de México, con los colores verde y rojo convertidos en un luctuoso negro y con la frase “El Estado ha muerto”; eran veladoras, mantas, imágenes de los normalistas, cartulinas, volantes; eran voces que una y otra vez contaban “Uno, dos, tres…cuarenta y tres”, por cada uno de los normalistas desaparecidos, y remataban gritando “¡Justicia!” o “¡Vivos!”.
Junto con el contingente también creció la potencia estentórea de las consignas que exigían la renuncia del Presidente Enrique Peña Nieto, que clamaban justicia para los 43 normalistas desaparecidos y sus familias, que le recordaban al Estado su ineptitud, que le demandaban a las autoridades el regreso con vida de los estudiantes y de los miles de desaparecidos que se han acumulado en el país.
Ya en el Zócalo, una joven tomó el micrófono y leyó un posicionamiento de respaldo a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, quienes anunciaron que solamente aceptarán los resultados del Equipo Argentino de Antropología Forense respecto a la identificación de los restos encontrados por las autoridades.
Tras repasar sucintamente los problemas sociales que prevalecen en el país, el mensaje leído por la joven concluía con un llamado a la sociedad “a discutir, a continuar movilizándose, a organizar esta digna rabia”.
Al día siguiente, al término de la tercera movilización del fin de semana, un llamado similar resonó nuevamente en el Zócalo.
Las dos primeras protestas fueron convocadas espontáneamente a través de las redes sociales; la tercera fue el colofón de una caravana organizada por un conjunto de asociaciones civiles, cuya cara más visible es el Consejo Estatal de Organizaciones, una agrupación creada en 2005 y que concentra sectores tan diversos como el académico, empresarial, religioso, comercial, asociaciones vecinales, intelectuales “y todo aquel que lucha por una mejor calidad de vida, dentro de su medio ambiente y Comunidad”, según se lee en su página de Facebook.
Dicha caravana, que llevó el nombre de “Movimiento #43×43 Ni un desaparecido más”, convocó a representantes de 43 organizaciones civiles a emprender una marcha desde la ciudad de Iguala, Guerrero -donde fueron agredidos los normalistas- hacia la Ciudad de México, para exigir justicia por la desaparición de los estudiantes, así como la de los otros miles de casos irresueltos de desapariciones en el país.
De ahí que al llegar este domingo al Zócalo capitalino una de sus propuestas fue la creación de un registro ciudadano de desaparecidos, además de la articulación de un movimiento nacional de organizaciones sociales, como expresó el vocero del movimiento, presidente del Consejo Estatal de Organizaciones capítulo Ciudad de México y ex funcionario de la delegación Tlalpan, José Alcaraz García.
Iniciada el pasado 3 de noviembre, la llamada marcha 43×43 recorrió más de 190 kilómetros con un contingente variable, que sumaba y restaba integrantes conforme el paso de los días. El sábado de la mañana, por ejemplo, al salir del poblado de Tres Marías, en el municipio de Huitzilac, Morelos, la caravana contaba con apenas 59 integrantes.
Pero ayer domingo, conforme avanzó por la Calzada de Tlalpan, la marcha fue sumando participantes. Al llegar al Zócalo, se contaban por cientos. Había jóvenes e incluso niños y adolescentes, pero también muchos adultos, lo que si bien no era inédito no había sido tan común en las primeras tres manifestaciones, convocadas en el marco de las Acciones Globales por Ayotzinapa.
Al paso del contingente sobre uno de los carriles viales de Tlalpan, algunas personas salían a su encuentro ya fuera para sumarse, para mostrar su solidaridad o sólo para regalarles agua y fruta a los caminantes. Varios automovilistas tocaba los cláxones de sus carros como muestra de apoyo.
Las banderas de México teñidas de negro en donde debían ir los colores verde y rojo y banderines con la leyenda “¡Justicia, libertad y paz! #43×43 ¡Ni un desaparecido más!” se distinguían en las manos de varios de los manifestantes.
Un padre con su hijo adolescente sostenían sendos carteles, apostados afuera de la estación del metro Chabacano. “Los ineptos deben ser despedidos ¡Te toca Murillo Karam!” se leía en el del padre; “Yo también #YaMeCansé Si no pueden renuncien Peña Nieto/Osorio Chong/Murillo Karam”, reclamaba el del hijo.
“¡Súmense! ¡Súmense!”, les pedían los que marchaban a quienes sólo habían salido a apoyar unos instantes.
Entre quienes marchaban estaban Ricardo Zúñiga, su esposa y su pequeña hija. La pareja también salió a protestar anoche.
Aunque no avanzaron con el contingente desde la PGR, sí llegaron al Zócalo y ahí atestiguaron, como muchos de quienes participaron en la movilización nocturna, cómo un puñado de jóvenes -casi todos con los rostros cubiertos- intentó derribar la puerta de Palacio Nacional, para después rayarla con aerosol y prenderle fuego, lo que provocó el arribo de granaderos por primera vez en un mes de movilizaciones.
Ricardo no tenía claro si se trató de infiltrados, como leyó en redes sociales, o si fue una expresión del hartazgo que transforma la impaciencia en violencia.
No duda que el gobierno “mete gente infiltrada” en las manifestaciones, pero también cree que los medios de comunicación siempre se enfocan en los desmanes y “se minimiza la movilización”. A pesar de ello, no desiste de su intención de apoyar las marchas si puede, como lo hizo este fin de semana.
Sin detener el paso ni soltar la mano de su hija, el joven de 29 años concluyó: “La gente está desconfiada, pero hasta cierto punto no quiere violencia”.
Al llegar a la altura de San Antonio Abad, la marcha del 43×43 ya ocupaba toda la calzada, y al entrar al Zócalo el grito del contingente se fundía con el rugido de ocho motocicletas que avanzaban en la vanguardia.
Desde el templete, Carlos Pérez Ventura, fundador y presidente del Consejo Estatal de Organizaciones, arengaba: “Ya no queremos más ‘narcopresidentes’. Que se vayan los ineptos, que se vayan los corruptos”.
Luego, Alcaraz García llamó a una “resistencia pacífica pero de exigencia firme”. Refrendó que el Movimiento 43×43 era pacífico y que la mayoría de los ciudadanos quieren paz.
En una alusión al Presidente, dijo: “Le pedimos que asuma su responsabilidad, y si no puede, que renuncie”. Anoche, la joven vocera exigió más: “Que se vayan todos”.
Mientras Alcaraz García hablaba desde el templete, dos mujeres, que se identificaron como residentes de la delegación Tlalpan, comentaban sobre el liderazgo de Alcaraz García, a quien ubicaban como funcionario delegacional durante la gestión del perredista Higinio Chávez.
Una de ellas criticó al vocero del Movimiento 43×43 por considerar que se “colgaba” del dolor que provocaba en la sociedad la desaparición de los 43 normalistas. Mas tarde, Alcaraz García dijo a SinEmbargo que la “emergencia nacional” es lo que obliga a las organizaciones a salir a manifestarse.
Cuando el mitin terminó y la gente comenzó a disgregarse, una pregunta soltada al vuelo por el vocero del Movimiento 43 x 43, quedó en el aire: ¿Cómo articular a las organizaciones sociales para dar cabida al clamor popular?
Mientras, atrás del templete donde recién concluyó el evento, algunos curiosos se acercaban a la fachada de Palacio Nacional para constatar lo que posiblemente vieron anoche en las noticias.
Pero del acto vandálico apenas queda una mancha de pintura blanca sobre el techo del balcón principal, ese por donde cada 15 de septiembre se asoma el Presidente, y otra color naranja sobre el marco de la puerta.
La puerta fue arreglada y pintada de color café y las pintas hechas en la fachada de piedra fueron lavadas desde temprano. Las dos líneas de vallas fueron levantadas nuevamente para separar el paso de la gente del edificio de gobierno.
Desde los ventanales del flanco derecho del inmueble, al menos tres sujetos permanecen con la vista fija hacia la plancha del Zócalo.
Aunque de la fachada de Palacio Nacional han borrado todo rastro de lo ocurrido anoche, justo frente a ella pero sobre el asfalto permanece una pinta que tras un mes de movilizaciones recuerda su esencia: “Ayotzinapa. Vivos se los llevaron. Vivos los queremos”.