Tornatore desea que en el futuro se siga ahondando en la figura del músico, muchas de sus partituras y creaciones se encuentran en paradero desconocido.
Por Gonzalo Sánchez
Italia, 10 de septiembre (EFE).- Aunque parezca mentira, de niño Ennio Morricone jamás quiso ser músico. Fue su padre quien le obligó a tocar la trompeta, empujándole sin saberlo a una carrera que le convertiría en el gran compositor que fue y que queda ahora retratada en un documental de su amigo Giuseppe Tornatore estrenado hoy en Venecia.
Ennio, presentado fuera de competición, es el documental en el que Tornatore trabajó durante años y tiene el aroma de un último homenaje al compositor, fallecido en julio de 2020, al recoger las loas de algunos de los personajes más famosos del mundo del cine.
«He comprendido que no solo se le escuchará siempre, sino que siempre se le estudiará», apuntó Tornatore, autor de Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988), en rueda de prensa ante la viuda de Morricone, María Travia, y sus hijos, sentados todos en primera fila.
La cinta muestra la rutina del músico, al que se le ve incluso haciendo deporte en su casa. Después, aparece ensimismado en un estudio repleto de hojas, desplegando su genio en una partitura en blanco y llevándose la mano a la frente cuando una corchea cojea.
Acto seguido, desde la comodidad de un sillón, Morricone revive sus momentos íntimos más remotos en una larga conversación con su amigo.
UNOS ORÍGENES INESPERADOS
Morricone fue un niño más en una Roma fascista que desfilaba sin frenos hacia el desastre. Entonces barajaba la opción de ser médico, pero fue su padre quien acabó con esa idea y le puso una trompeta en las manos. El pequeño Ennio debía ser músico como él.
Sin embargo, la guerra desvió ese destino, al menos en parte. El músico recuerda, con lágrimas en los ojos, cómo se vio obligado a tocar para los soldados para poder comer, «una humillación» que, confiesa, le hizo dejar de amar aquel instrumento al que parecía destinado.
No obstante, la pasión por la música había germinado, alimentada por otros grandes compositores como Ígor Stravinski, esencial en su estilo. Así, empezó a estudiar composición en la Academia de Santa Cecilia con su gran referente, Goffredo Petrassi.
Aunque su carrera no se limitaría a la orquesta sinfónica, sino que enseguida se conjugaría con el cine y el mundo del espectáculo después de entrar en la televisión pública, la RAI, recomendado por su propia esposa, que trabajaba para la Democracia Cristiana.
Su nombre empezó a destacar en los programas de los sesenta. Renovaba y revolucionaba todo lo que tocaba, introduciendo sonidos de latas o de agua, en canciones para Edoardo Vianello, Gino Paoli o Mina sin las que Italia, hoy en día, no sonaría igual.
La próspera industria de la Hollywood del Tíber se fijó en aquel músico reservado de grandes gafas que aceptó componer bandas para películas, pero con la condición de usar el pseudónimo de Dan Savio, para no «avergonzar» a sus maestros de composición clásica.
Luego llegarían sus trabajos más conocidos para su compañero de escuela, Sergio Leone, poniendo música a sus western más famosos, y comenzando una carrera que le convertiría en uno de los compositores más prolíficos del siglo, con más de 500 bandas sonoras y dos Óscar.
EL CINE RINDE TRIBUTO AL MAESTRO
El documental de Tornatore es al mismo tiempo un panteón de mitos que recuerdan al maestro: el primer Clint Eastwood, el protagonista de la Trilogía del dólar de Leone y que le considera «único aún en la actualidad», al igual que su música y ritmos.
Asimismo se deshace en elogios el alemán Hans Zimmer, el otro gran compositor para el cine, quien reconoce que Morricone escribió «la mejor música clásica de nuestra era».
Pero también dan fe de aquel talento otros cineastas como Bernardo Bertolucci, fallecido en 2018, Marco Belocchio, Dario Argento, los hermanos Taviani, Carlo Berdone, Oliver Stone o Quentin Tarantino, desde siempre enamorado de sus melodías.
Incluso Bruce Springsteen confiesa haber alcanzado lo espiritual a través de las composiciones de Morricone.
MÁS ENNIO PARA EL FUTURO
Tornatore expresó su deseo de que en el futuro se siga ahondando en la figura de este músico genial y enormemente productivo, pues muchas de sus partituras y creaciones se encuentran en paradero desconocido y podrían salir a la luz simplemente buscándolas.
«Espero que la película sirva de material para otros documentales y que más que ser vista, sea consultada», animó el cineasta.
En la cinta, Ennio aparece tranquilo, se ríe y emociona, e incluso se avergüenza, curiosamente, al escuchar el tintineo o los silbidos de algunos de sus temas más conocidos realizados para Leone.
Se muestra completamente sereno, un clima que fue posible solo gracias a la confianza que tenía con su querido amigo Tornatore, pues es bien sabido lo poco que le gustaba a Morricone someterse a entrevistas o sencillamente hablar con desconocidos.
«Tuvo todo el tiempo para poder contarse a sí mismo y se aprecia mucho su transparencia», celebró el cineasta, quien subrayó además que una de las sorpresas a la hora de rodar es que todo lo que él contaba coincidía exactamente con el testimonio de otras personas.