En la histórica misión del Apolo 11, donde el famoso Neil Armstrong inmortalizó la frase «un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad», algunas mujeres se vieron involucradas. Detrás de las icónicas imágenes de hombres detrás de las misiones espaciales, también existieron (y siguen existiendo) los rostros de varias científicas que han sentado las bases para que el ser humano conozca los misterios del espacio. ¿Quiénes fueron estas mujeres? Aquí algunas de ellas.
Por Marta Macho-Stadler
Profesora de matemáticas, Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
Madrid, 10 de agosto (The Conversation).- El 21 de julio de 1969 Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano que pisó la Luna. Son muy conocidas y emotivas sus palabras tras haber tocado el suelo lunar: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad». Un día antes, el Apolo 11 había alunizado tras su lanzamiento desde la Tierra el 16 de julio.
La fotografía que ilustra este escrito se tomó en la sala de control del Centro Espacial Kennedy de la NASA durante el lanzamiento del Apolo 11. Entre las decenas de personas con camisas y corbatas dirigiendo el despegue de la nave espacial se distingue con dificultad la figura de una mujer: se trata de la ingeniera JoAnn Morgan.
JoAnn Morgan fue la primera ingeniera de la NASA. No lo tuvo fácil en sus inicios cuando se unió a un equipo formado sólo por hombres: algunos de sus compañeros la veían como una intrusa, aunque muchos de ellos también la apoyaron de manera incondicional.
Morgan trabajó en los programas Mercury, Gemini y Apolo y tuvo acceso al panel de control en la sala de lanzamiento del Apolo 11.
Cuando Karl Sendler, jefe de comunicaciones, solicitó personalmente su presencia en la sala de lanzamiento del Apolo 11, Morgan quedó “prácticamente extasiada”. Comentaba en alguna entrevista posterior que su presencia en esa sala en aquel momento histórico “fue una enorme validación, un apoyo absoluto a mi carrera”.
Su última gran misión fue la del envío de robots-rovers a Marte: el Spirit y el Opportunity.
Aunque JoAnn Morgan fue la única mujer en tener acceso al panel de control de la sala de lanzamientos durante el despegue del Apolo 11, no fue la única mujer en aquella estancia llena de hombres. Al fondo de la fotografía, observando con un poco más de atención, se distingue, al menos, a otras dos mujeres (¿quizás había alguna más?): eran Katherine Johnson y Judy Sullivan.
KATHERINE JOHSON (1918-2020)
Katherine Johnson es, probablemente, la más conocida de las mujeres citadas en este artículo. Y lo es gracias a la película Figuras ocultas estrenada en 2016. El largometraje cuenta la historia de esta matemática y de un nutrido grupo de mujeres calculistas afroamericanas que, desde la División Segregada de Cálculo del Ala Oeste del Centro de Investigación Langley, ayudaron a la NASA en su carrera espacial.
Conocida por su gran precisión en la navegación astronómica, Johnson calculó, entre otros, la trayectoria para la misión Mercury de 1961 (la que llevó al astronauta Alan Shepard a realizar el primer vuelo suborbital estadounidense) y la del vuelo del Apolo 11 a la Luna en 1969.
Sin el libro Figuras ocultas, de la periodista Margot Lee Shetterly, la historia de Katherine Johnson probablemente nunca se habría conocido.
JUDY SULLIVAN (1943)
Judy Sullivan era una profesora de matemáticas y ciencias cuando se unió a la NASA en 1966. Se convirtió en la primera mujer ingeniera en Operaciones de Naves Espaciales en la agencia espacial estadounidense. Fue la responsable del sistema biomédico de la misión Apolo 11, aunque también colaboró en las misiones Apolo 8, Apolo 9, Apolo 10 y en las doce misiones Gemini.
En el caso de la misión Apolo 11, Sullivan tenía como cometido observar y comprobar el funcionamiento de los instrumentos de telemetría médica de Neil Armstrong. Cualquier anomalía, cualquier alteración de la frecuencia cardíaca o respiratoria del astronauta debía ser notificada.
Junto a Katherine Johnson, observó en un lugar privilegiado el lanzamiento de aquella nave que haría historia.
OTRAS MUJERES QUE CONTRINUYERON AL ÉXITO DE LA MISIÓN APOLO 11
Un proyecto de la envergadura de la misión Apolo 11 requiere del trabajo de centenares de personas, la mayoría de las cuales permanecen en el anonimato. Desde las costureras de la firma Playtex que confeccionaron los trajes de los astronautas hasta las científicas más especializadas, numerosas mujeres (y, por supuesto, hombres) contribuyeron al éxito de esa misión.
Recordemos a algunas de ellas que no aparecen en la fotografía que encabeza este artículo.
La astrónoma Dilhan Eryurt (1926-2012) trabajó entre 1961 y 1973 en la NASA. Su labor ayudó a conocer algunas propiedades del Sol y proporcionó información crucial a la agencia espacial para modelar el impacto solar en el entorno lunar. Recibió el Apollo Achievement Award en 1969 por su contribución en el alunizaje del Apolo 11.
La astrogeóloga Mareta N. West (1915-1998) fue la única mujer en el Equipo de Experimentos de Geología para la misión Apolo 11. Fue la persona que eligió el lugar en el que debía alunizar esa nave espacial tripulada. Posteriormente contribuyó a seleccionar los lugares de “aterrizaje” para las siguientes misiones Apolo. También trabajó en la geografía marciana en la década de 1970.
La fisióloga Rita Rapp (1928-1989) dirigió el equipo del Apollo Food System y se encargó de la distribución de alimentos en el espacio. Trabajó con la empresa Whirlpool y con un equipo de dietistas para determinar la manera de preparar y empaquetar los alimentos espaciales. Rapp conservaba los alimentos combinando técnicas de deshidratación, termoestabilización, irradiación y control de la humedad. Era la persona de contacto entre el laboratorio de alimentos y los astronautas, cuya comida favorita era la crema de pollo.
No olvidemos, para finalizar, a la ingeniera de software Margaret Hamilton (1936), responsable del desarrollo del sistema operativo para las misiones Apolo. Su procedimiento de excepciones y carga asincrónica de tareas jugó un papel crucial momentos antes del alunizaje de la misión Apolo 11, en el momento en que el ordenador de a bordo comenzó a enviar mensajes de error. Su trabajo, junto al de sus compañeras, contribuyó a que Armstrong pudiera pronunciar sus famosas palabras ese 21 de julio de 1969.
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