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Adela Navarro Bello

10/06/2015 - 12:00 am

Victoria pírrica

Con una votación inferior al 50 por ciento de los mexicanos con capacidad para sufragar, ningún partido político debería salir tan airoso a cantar victoria. Realmente resulta el nivel de participación del domingo 7 de junio de 2015, en la confirmación de una democracia no consolidada. 47 por ciento de participación puede tener muchas lecturas: […]

Con una votación inferior al 50 por ciento de los mexicanos con capacidad para sufragar, ningún partido político debería salir tan airoso a cantar victoria. Realmente resulta el nivel de participación del domingo 7 de junio de 2015, en la confirmación de una democracia no consolidada.

47 por ciento de participación puede tener muchas lecturas: hartazgo ciudadano sobre la política, paupérrima oferta en candidatos por parte de los partidos, sistema político electoral anquilosado, un proceso de votación sin evolución, complicidades –aparte de alianzas- entre partidos políticos en detrimento de la sociedad, falta de credibilidad en las instituciones –electorales y de gobierno-, desconfianza en la elección (y usted habrá de sumar sus conclusiones o puede compartirlas acá mismo con nosotros).

A esos factores de decepción ciudadana, podríamos agregar el sistema de partidos, sino fuera porque dos de los tres nuevos partidos políticos, Movimiento de Regeneración Nacional y el Partido Encuentro Social, obtuvieron los votos suficientes para mantener el registro y poder ofrecer en los siguientes procesos electorales, ofertas políticas para la administración pública.

Pero así como hubo quienes concedieron un voto de confianza y utilidad para que estos dos partidos conservaran el registro, la mayoría que realmente es minoría, dio votos de castigo y de refrendo en cantidades preocupantes por lo disminuidas. Por ejemplo, el PRI que presume poder alcanzar junto con el Partido Verde Ecologista de México una “mayoría absoluta”, cuando en realidad obtuvo el 29.10 por cierto de la aprobación y un 7 por ciento el Verde, si consideramos los números reales de los mexicanos con capacidad de votar, que integran el listado nominal, nos damos cuenta que solo el 13.68 por ciento de los electores mexicanos decidieron –votando o no- que los priístas tuvieran más diputados que cualquier otro partido en la Cámara (en el caso del Verde un escasísimo 3.32 por ciento).

Ningún partido pues, debería estar alzando las banderas de la victoria por una elección que tuvo como cénit de participación el 47 por ciento.

Lo anterior es obvio, a la clase política mexicana le importa muy poco. Lo mismo a los ciudadanos que de manera irresponsable –como si en México se pudiesen invalidar elecciones por participación social- promovieron el voto nulo. El voto nulo no cuenta. No por anular la oportunidad de elegir, no se elegirá, de hecho ahí están los resultados, los anulistas (por decirles de alguna manera) permitieron que otros, una minoría eligiera a la mayoría que nos gobernarán los próximos tres años desde la Cámara de Diputados.

La del domingo 7 de junio fue pues, una pírrica victoria. Especialmente para los partidos políticos tradicionales que no fueron capaces de convocar, con sus ideas y candidatos, a los electores. La percepción cada vez más generalizada de que el PAN, el PRI, el PRD son lo mismo, se vio confirmada en el 2013 cuando todos ellos firmaron un Pacto –presuntamente- por México convocados por Enrique Peña Nieto, quien vaya, unos meses antes en la elección de 2012, había sido el “acérrimo” enemigo o por lo menos la persona a vencer por parte del PAN y del PRD.

Pero las distintas ideologías y las diferencias de fondo que debieran existir en los proyectos de nación de cada uno de esos partidos, se extinguieron al llamado de Peña para que le validaran sus reformas transformadoras en una abierta negociación donde cada partido sacaría provecho. Así qué caso tiene votar por alguno de los tres sí al final, en el ejercicio de gobierno para el cual piden el voto, se fusionarán.

El caso del Verde es punto y aparte. Independientemente que el INE le debe a los mexicanos una explicación coherente para no haberle retirado el registro debido a sus conducta irreverente y violaciones sistemáticas a las leyes electorales de propaganda y fiscalización de partidos, cuando sus líderes hablan de haber “ganado” la mayoría absoluta junto al PRI de la Cámara de Diputados, uno se pregunta entonces cuál es la razón de ser de un partido que siempre, invariablemente, va en alianza con otro más grande. Porque en el pasado fue la alianza PAN-Verde, y ahora ya consolidada la PRI-Verde. ¿No sería mejor para todos que el Verde terminara por adherirse formalmente al PRI? Ya son uno mismo, pero con dos presupuestos y con dos proyectos de negociación.

Tan cansados están los electores de los partidos tradicionales, o aliancistas, o integrantes del Pacto por México, que es la primera ocasión que candidatos independientes obtienen importantísimos triunfos, al igual que candidatos de partidos “pequeños” como Movimiento Ciudadano, o nuevos como es el caso de Movimiento de Regeneración Nacional, entonces ni es la política ni son todos los partidos como mencionaba al inicio, sino los tradicionales y los políticos de siempre, quienes inhiben la participación cívica electoral.

El ejemplo del desencanto sobre los partidos políticos tradicionales y sus candidatos sin propuesta es Cuernavaca ¿Qué nivel de hartazgo existe en la sociedad como para elegir gobernante a Cuauhtémoc Blanco? Si los “partidos grandes” no entienden ese mensaje, el futuro del sistema político mexicano está en franca decadencia.

El Instituto Nacional Electoral también debería, de manera sensata, hacer un análisis de la elección por la que atravesamos, y promover nuevas formas de votación, una enérgica política de sanciones a los partidos corruptores, y sistemas democráticos que aseguren la elección de la verdadera mayoría de electores, como puede ser la segunda vuelta electoral.

Cualquier avance que promueva la participación, y que impida como es nuestro caso ahora, que un país sea gobernado en sus decisiones legislativas, por un partido que presume un triunfo con tan solo el 13.68 por ciento de la aprobación de las personas con capacidad para votar. Eso, es terrible… y aquí vivimos.

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