Debido al confinamiento, el líder de U2 tendrá que pasar su cumpleaños en su mansión de Killiney, una de las zonas residenciales más exclusivas del sur de la capital irlandesa. El cantante es una figura de admiración y antipatía entre la gente; además ha buscado formas de conseguir equipo médico para apoyar a los hospitales.
Por Javier Aja
Dublín, 10 de mayo (EFE).- «Del norte de Dublín. 14 álbumes de estudio. 22 Grammys. 1 Premio Embajador de Conciencia de Amnistía Internacional». Así se presenta la banda irlandesa U2 en su cuenta de Twitter, orgullosa de sus orígenes, de sus logros musicales y del activismo que abandera su cantante, Bono, quien cumple este domingo 60 años lejos de los focos y confinado por el coronavirus.
No es, seguramente, el cumpleaños que habría imaginado el líder de U2, cuya figura despierta admiración y antipatía entre sus compatriotas, pues lo mismo celebran su indiscutible talento como critican su ego supuestamente desmedido y sus contradicciones.
Seguramente hubiese deseado una gran fiesta como la que le organizaron hace dos años a su amigo Shane McGowan, cantante de The Pogues, por su 60 aniversario, con un concierto entre colegas en el que Bono compartió escenario con Johhny Deep, The Corrs o Nick Cave.
No obstante, si sigue las restricciones impuestas por la COVID-19, deberá soplar las velas en su mansión de Killiney, una de las zonas residenciales más exclusivas del sur de la capital irlandesa, donde tiene de vecinos a otras estrellas como Van Morrison, Enya o The Edge, guitarrista y compositor de U2.
Lejos queda Finglas, el barrio obrero del norte de Dublín en el que creció Paul Hewson (Bono), casado con Ali y padre de cuatro hijos.
La cultura popular dice que los capitalinos que viven al norte del río Liffey son los guardianes de la esencia dublinesa, los más castizos, a los que se distingue incluso por su acento, más duro y cerrado que en el sur.
Y, además de pedigrí, al parecer también tienen ritmo y alma, según lo dejó escrito Roddy Doyle en su novela The Commitments, llevada después al cine por Alan Parker para contar en la gran pantalla las aventuras de unos jóvenes dublineses que forman una banda de soul, un estilo desconocido para ellos.
En uno de sus pasajes más memorables, mientras una televisión sin volumen muestra a James Brown contoneándose frenéticamente, el representante del grupo, en respuesta a sus dudas, les tranquiliza.
«Los irlandeses -recuerda- son los negros de Europa y los dublineses son los negros de Irlanda y los dublineses del norte son los negros de Dublín, así que decirlo alto y claro: ¡Soy negro y estoy orgulloso!».
Hace tiempo que Bono ya no tiene acento del norte de Dublín y aunque el estilo de U2 tampoco es el soul, muchas de las letras de sus canciones, casi todas salidas de la mano de Bono, contienen un alto grado de espiritualidad y religiosidad.
Sus críticos le reprochan que traslade ese mismo aire de predicador a sus apariciones públicas, ya sea en entrevistas, pronunciando un discurso en la ONU sobre la erradicación de la pobreza en África o lanzando una compañía de comercio justo.
En general, las ONGs celebran que, gracias a su fama, Bono haya hablado sobre asuntos sociales con destacados líderes mundiales, algunos tan impopulares como George W. Bush, pero también sospechan que son los políticos los que más aprovechan esos encuentros para lavar su imagen posando junto a una estrella del rock comprometida.
Muchos irlandeses también le reprochan que, mientras se embarca en cruzadas sociales, U2 ha tejido durante años un complejo entramado fiscal para trasladar gran parte de sus intereses a Holanda, donde paga menos impuestos.
Asimismo, una filtración masiva de documentos, bautizada como los «papeles del paraíso», reveló en 2017 que Bono fue un «inversor pasivo» en sociedades supuestamente establecidas en un paraíso fiscal para adquirir proyectos inmobiliarios.
Bono es muy consciente de que su figura presenta claroscuros y que no todo el mundo «compra» su imagen «buenista» – de «postureo» para algunos -, motivo por el que casi siempre aborda estas cuestiones con mucho sentido del humor y autocrítica, lo que, a su vez, suele desarmar a sus detractores.
«No creo que este sea el momento para que U2 se ponga en plan Kumbayá. No sentaría bien ahora, lo que se necesita ahora son acciones en vez de palabras», declaró recientemente respecto a la crisis del coronavirus en una entrevista con The Irish Times.
Al comienzo de la pandemia, el Gobierno de Dublín le pidió que participara en un proyecto público-privado encaminado a conseguir Equipos de Protección Individual (EPIs) y test médicos en el extranjero.
Desde entonces, Bono ha estado en contacto, entre otros, con los responsables de Apple y Alibaba, Tim Cook y Jack Ma, respectivamente, y envió una carta al presidente surcoreano, Moon Jae-in, para adquirir suministros médicos.
U2 también ha donado 10 millones de euros para ayudar a los sanitarios en Irlanda y Bono publicó el pasado 17 de marzo en sus redes sociales la canción «Let Your Love Be Known», compuesta por él para animar a Italia, el primer país europeo duramente castigado por la COVID-19.
Hace unos días, las autoridades de Seúl confirmaron que Moon Jae-in había recibido una misiva de Bono, a quien describieron como «líder» de U2, «activista humanitario» y «candidato al Premio Nobel de la Paz».
Cuando pase esta crisis, con los 60 años ya cumplidos, quizá esté un poco más cerca de lograr el reconocimiento de la Academia Sueca por sus cruzadas sociales.