El pasado 5 de mayo se levantó la última alerta de contingencia ambiental después de tres días en que las autoridades tuvieron que duplicar a 2 millones el número de automóviles sin permiso de circulación. Este día también la contaminación del aire ha alcanzado niveles que mantienen a la Ciudad de México al borde de que sea decretada la medida: la delegación Azcapotzalco presenta 147 puntos Imeca, y Tlalnepantla 139, según el último reporte del Sistema de Monitoreo Atmosférico.
Por Alan Hernández
Ciudad de México, 10 de mayo (SinEmbargo/VICE News).- Los niveles de ozono han sido tan malos en la Ciudad de México que las autoridades ordenaron la semana pasada a dos millones de autos — cerca del 40 por ciento de los vehículos de la ciudad — no circular por las calles durante tres días consecutivos.
La prohibición de tres días finalizó el viernes y forma parte del tercer período en que el Gobierno local ha implementado este tipo de medidas de emergencia, impuestas desde marzo pasado. Es la mayor lucha contra la contaminación en la ciudad en más de una década.
A pesar de que los días con mayor contaminación siguen estando lejos de producir irritación en los ojos y garganta, efectos característicos de la capital mexicana desde hace 30 años, sí se ha generado una gran preocupación.
«La ciudad ha estado contaminada al borde del colapso ambiental desde los años 80, debido a políticas ambientales que fueron monitoreadas de manera insuficiente y que no fueron actualizadas», dice Luis Manuela Guerra, renombrado erudito y activista ambiental. «Esto, y el contexto global del cambio climático, nos está empujando de regreso al colapso».
El problema con la calidad del aire en la Ciudad de México se da por su ubicación geográfica, ya que se trata de un valle rodeado por montañas en el que el smog queda atrapado. Esto ocurre con mayor frecuencia en los meses calurosos y secos de primavera, antes del comienzo de las lluvias, cuando se generan más contaminantes y la inversión térmica hace que se disipen en más tiempo.
La primera crisis se logró controlar limitando significativamente la actividad industrial en la región, al igual que la introducción, en 1992, de las pruebas de emisiones para vehículos y la implementación de operativos como el Hoy No circula. A pesar de que la calidad del aire en la Ciudad de México nunca mejoró del todo, para principios del año 2000, se volvió común ver encabezados sobre cómo la mega ciudad de 20 millones de habitantes había sobrepasado los increíbles niveles de contaminación parecidos a los registrados en Delhi y Pekín.
Sin embargo, la situación crítica de este año ha resaltado el hecho de que los anticuados programas sólo proveyeron un respiro temporal. Nadie asegura que las medidas de emergencia impuestas en las últimas semanas — enfocadas en duplicar el número de autos que no pueden circular — constituyan una solución a los problemas de smog a largo plazo.
El ozono del aire en la Ciudad de México es medido en puntos Imeca. La primera fase de emergencia se declara cuando cualquiera de los puntos de monitoreo, ubicados en diferentes puntos de la ciudad, registra más de 150. El lunes 2 de mayo los niveles llegaron a los 168 puntos, el martes a 164, y a 192 el miércoles. Los niveles del miércoles estuvieron a sólo ocho puntos de llegar a la segunda fase de emergencia, en la cual se suspende la circulación a la mitad de los autos, y las autoridades se ven obligas a «considerar» suspender las actividades en oficinas públicas y escuelas. Las medidas de la fase 1 fueron suspendidas el pasado viernes luego de que los niveles bajaran un día antes a menos de 150 puntos.
A pesar de estar lejos de los 400 puntos Imeca que se registraron en la ciudad hace décadas, la cantidad de ozono en el aire sigue superando fácilmente la cantidad de 100 puntos considerada como un riesgo a la salud por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, cada año se calcula que cerca de 20 mil 500 personas mueren a causa de enfermedades respiratorias provocadas por la contaminación en la megalópolis mexicana, el área que conforma la capital y otros 18 municipios.
En las últimas semanas los expertos han señalado varias razones por las que el aire es de mala calidad, incluyendo la endémica corrupción que permite que muchos vehículos aprueben los exámenes de emisiones con la ayuda de sobornos. Otros señalan a las tóxicas emisiones de los viejos, ineficientes y oxidados microbuses e incluso el metrobús, vehículos que recorren la ciudad expulsando humo negro de sus escapes.
«Los programas como el Hoy No Circula nunca han funcionado. Puede que reduzcan un poco el tráfico pero los niveles de contaminación no han cambiado», dice el físico Héctor Riveros de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del equipo que creó dicho programa. «Supongamos que quitamos medio millón de autos de las calles, estaríamos mandando a 800 mil personas al sistema de transporte público, el cual contamina entre cuatro y cinco veces más que los autos privados».
En la década de los 90, el programa obligó a las familias de clase media a comprar un segundo auto para utilizarlo los días en que su carro principal era suspendido. Además se cree que la expansión temporal del programa ha provocado un nuevo incremento en el mercado de autos de segunda mano, que podría terminar colocando más autos en las calles.
De acuerdo con Riveros, la contaminación tuvo una verdadera disminución a principios del año 2000, luego de que Pemex, la compañía petrolera mexicana propiedad del estado, mejorara la calidad del combustible que vendía, y también cuando el gobierno hizo obligatorio que todos los autos nuevos tuvieran un convertidor catalítico que pretendía reducir los niveles contaminantes.
Pero aunque el científico dice que mejorar el monitoreo de la calidad del combustible podría ayudar, enfatiza que «la única solución verdadera» es que las personas no tengan que viajar distancias tan largas para ir a trabajar en la metrópolis que se expande año con año.
Mientras tanto, la actual crisis de smog también ha expuesto la posibilidad de que el cambio climático se haya convertido en una factor agravante adicional para el problema en la ciudad.
Luis Manuel Guerra dice que la causa directa de la emergencia ambiental de este año se relaciona con una tormenta invernal atípica de febrero. Al principio, los vientos de 50 millas limpiaron el aire de tal forma que los habitantes pudieron ver postales espectaculares de los volcanes que rodean el valle. Fue un breve recordatorio de por qué el reconocido escritor Carlos Fuentes tituló uno de sus libros más famosos La región más transparente.
Pero en realidad el smog nunca desapareció. Más bien, fue acorralado en la zona de montañas y, luego de un cambio de dirección en el viento, regresó para establecerse sobre la ciudad una vez más.
Guerra dice que la tormenta de febrero se originó en Canadá y fue empujada hacia la Ciudad de México, donde normalmente no habría llegado por el complejo fenómeno climatológico de El Niño que está relacionado a las corrientes oceánicas.
Los científicos dicen que El Niño se está volviendo cada vez más frecuente e intenso por el cambio climático. El año pasado se le vinculó con las temperaturas globales récord, y hasta el momento también parece ser parcialmente culpable de los ataques de asma que los habitantes de la Ciudad de México padecen por el smog.
Guerra añade que el incremento de las temperaturas en el valle también contribuyen a que la «tapa» de ozono en el aire que evita que el smog se disperse, se haga cada vez más impenetrable. Dice que independientemente del momento en que las medidas de emergencia sean aplicadas esta vez, no espera que la calidad del aire mejore de nuevo hasta que llegue la temporada de lluvias el próximo mes.
-Jo Tuckman contribuyó en el reportaje