De acuerdo con el investigador Kevin Smith, además de que la encuesta apunta a una posible crisis sanitaria, los resultados podrían indicar un problema para la democracia.
Madrid, 10 de febrero (Europa Press).- Una investigación del politólogo de la Universidad de Nebraska Lincoln Kevin Smith, ha revelado que los ciudadanos, al menos en Estados Unidos, tienen la percepción de que la política ejerce un efecto negativo crónico en su salud, según publica en la revista PLOS ONE.
El estudio es una continuación de otro innovador estudio realizado en 2017 en el que midió por primera vez los efectos del clima político en la salud física, social, mental y emocional de los estadounidenses. Smith repitió la misma encuesta de 32 preguntas dos veces en 2020: dos semanas antes de las elecciones y dos semanas después. Los reflejaron los mismos resultados de 2017, y volvieron a encontrar que una gran proporción de adultos estadounidenses culpan a la política de causarles estrés, pérdida de sueño, relaciones fracturadas y más.
Al igual que los resultados de 2017, las encuestas de 2020 revelaron que un 40 por ciento de los estadounidenses identificaron la política como una fuente importante de estrés. Además, entre una quinta y una tercera parte de los adultos (entre 50 y 85 millones de personas) culparon a la política de causar fatiga, sentimientos de ira, pérdida de humor y desencadenar comportamientos compulsivos. Alrededor de una cuarta parte de los adultos declaró haber considerado seriamente la posibilidad de mudarse a causa de la política.
El hecho de que los resultados se mantuvieran casi estables después de casi cuatro años es motivo de alarma, advierte Smith.
Politics is making us sick: The negative impact of political engagement on public health during the Trump administration https://t.co/9WvrIjCpOE
— Dr Anthony Martin (@AMAinsight) January 15, 2022
«Esta segunda ronda de encuestas demuestra de forma bastante concluyente que la primera encuesta no estaba fuera de campo, que lo que encontramos en esa primera encuesta es realmente indicativo de lo que muchos estadounidenses están experimentando», alerta Smith, presidente y profesor de ciencias políticas.
Según apunta, «también es desagradable pensar que en ese lapso de tiempo no ha cambiado nada. Una gran parte de los adultos estadounidenses percibe realmente que la política está causando un grave perjuicio a su salud social, psicológica e incluso física».
Smith repitió la encuesta con el mismo grupo de personas antes y después de las elecciones para ver si el resultado de las mismas -sea cual sea- modificaba la percepción de la gente.
«Nos preguntamos si un cambio de presidencia, como efectivamente ocurrió, cambiaría las actitudes, y la respuesta corta es que no –recuerda–. En todo caso, los costos que la gente percibe que la política impone a su salud aumentaron un poco después de las elecciones».
Lo más sorprendente para Smith fue el hallazgo repetido de que el cinco por ciento de los estadounidenses culpan a la política de tener pensamientos suicidas.
«Uno de cada 20 adultos ha contemplado el suicidio a causa de la política –destaca Smith–. Eso apareció en la primera encuesta de 2017, y nos preguntamos si era un artefacto estadístico. Pero en las dos encuestas realizadas desde entonces, encontramos exactamente lo mismo, así que millones de adultos estadounidenses han contemplado el suicidio a causa de la política. Eso es un grave problema de salud».
Los adultos con más probabilidades de verse afectados negativamente por la política eran más jóvenes, con más frecuencia de tendencia demócrata, más interesados en la política y más comprometidos políticamente.
«Si hay un perfil de persona que tiene más probabilidades de experimentar estos efectos de la política, son las personas con esos rasgos», desvela Smith.
Además de apuntar a una posible crisis sanitaria, advierte de que los resultados podrían ser una mala receta para la democracia.
«Existe la posibilidad de que se produzca un efecto de desmovilización –aventura Smith–. Si la gente ve la política como algo tan conflictivo, y potencialmente una amenaza para su propio bienestar, dirá ‘al diablo, no quiero participar’. Y las democracias dependen de la participación. Necesitamos ciudadanos comprometidos cívicamente».
Ver si se pueden mitigar estos efectos es una cuestión que Smith planea explorar más en futuras investigaciones, aunque su equipo ha identificado una posible herramienta: adquirir más conocimientos políticos.
«Las personas que tenían más conocimientos políticos eran menos propensas a informar de estos resultados negativos –resalta–. Algo que realmente me gustaría estudiar es si se toma a alguien que está interesado en la política, pero que no tiene un conocimiento político particular, y se le da información sobre el sistema político, ¿reduciría esto los costes negativos de la política? Ese podría ser un resultado positivo de la educación cívica que nunca se ha considerado antes», concluye.