Contra el abolicionismo de las feministas, contra lo terrible que es el comercio de gente, muchas de las cuales son sometidas sexualmente, la estudiosa y activista busca litigar y desmitificar la prostitución. En El fulgor de la noche, el libro se levanta como una voz militante a favor de las prostitutas.
Ciudad de México, 10 de febrero (SinEmbargo).- El trabajo más antiguo del mundo es la llamada prostitución o comercio sexual. Es un problema social que ha regularmente se confunde con términos como trata ilegal de personas y explotación sexual. Ese es el trabajo donde Marta Lamas ha encarado su libro reciente, El fulgor de la noche.
Para ella, quien ha estudiado este tema por más de dos décadas, es necesario dejar de referirse a esta actividad como prostitución y cambiarlo por comercio sexual, ya que la primera tiene una connotación denigrante y extremadamente sexista, pues hace referencia que sólo se prostituye la mujer y no el cliente.
El fulgor de la noche es resultado de un estudio de campo que realizó la autora durante casi 10 meses, en el que acompañó a diversas trabajadoras sexuales durante cuatro o cinco noches a la semana. Esto le permitió a la autora explorar las facetas más complejas del comercio sexual en la vía pública.
Lamas plantea que el comercio sexual debe considerarse como una actividad laboral que merece seguridad, derechos y reconocimiento para quienes la ejercen y propone un panorama alejado de la descalificación o victimización sobre la distinción entre el trabajo voluntario y la trata ilegal de personas.
La polémica está servida, sobre todo desde los avances del abolicionismo feminista que confunde trata de mujeres con prostitución y deja a muchas trabajadoras vulnerables.
–La prostitución, al ser ilegal, nadie se preocupa por ella, ¿verdad?
–Es que no es ilegal, lo que es el estigma, la gente no quiere ocuparse del tema porque ninguna mujer quiere ser confundida con el trabajo sexual y los hombres tampoco quieren ser clientes. Hay una actitud bien interesante de un rechazo muy visceral, porque es un tema que mancha a las personas que lo tratan. No es tanto la ilegalidad o no sino el estigma.
–¿Y es una actividad cada vez más frecuente, no es cierto?
–Sí, por supuesto. Está muy difundida. Ha ido cambiando en los últimos 40 años, con la liberación de las costumbres sexuales y los hombres ya no tienen que respetar las reglas de la virginidad y la decencia de las mujeres. Incluso las propias trabajadoras dicen, hay muchas que hoy lo hacen gratis. La vida sexual es muy distinta ahorita a como era hace 40 años. Ahora, el trabajo sexual se ve en determinadas circunstancias y en ambientes específicos. No es como antes, que los papás llevaban al hijo adolescente a la casa de citas. En estos tiempos, la globalización, los viajes y todo eso, ha generado un tipo de comercio sexual, mucho más esporádico, pero que va sosteniendo el mercado.
–Con el agravante de que hay mucha más agresión sexual que antes.
–Se sabe más. Hay un discurso social mucho más consciente, mucha más denuncia, antes había como más convivencia entre las propias trabajadoras y los clientes. No sé si viste una película de Arturo Ripstein, El lugar sin límites, que en los barrios, en las ciudades pequeñas, por el tejido cultural, había cierta naturalización entre las trabajadoras y la gente del lugar. Ahora la ciudad es mucho más grande, hay más estigma, la delincuencia organizada es mayor, todo eso está metiendo ruido en el mercado.
–Hay un trabajo muy importante de investigación que haces en torno a la profesión…
–Bueno, no toda la profesión, porque sólo pude entrevistar a las trabajadoras de la calle, no he podido entrevistar a las que trabajan en departamento o a las que lo hacen de manera esporádica una o dos veces al mes, cuando llegan empresarios extranjeros. O sea, hay muchas modalidades por Internet, que he leído, pero que no he podido investigar cara a cara. De todas maneras, lo que he descubierto es que esta confusión entre comercio sexual y trata es mundial, es general y ese fue el objetivo de mi libro. Son dos cosas aparte. Cada una tiene su problemática, todas las personas pensamos que se tiene que combatir a la trata que no se está combatiendo bien y por otro lado hay que reconocer que hay muchas formas de comercio sexual, nos guste o no nos guste, mientras no haya trabajos con un ingreso similar, vamos a tener que aceptarlo. Estas mujeres están ahí por la flexibilidad de horarios, por la paga, y no sirve a nadie confundir o decir que también son víctimas de trata, que es lo que está pasando.
–¿Tu mirada es una mirada distinta a la que tiene Lydia Cacho sobre la trata de mujeres?
–Sí, totalmente. Lydia hizo investigaciones sobre trata, se metió en lugares donde yo no me hubiera metido, pero todas las personas que analizan el tema, como es tan terrorífico todo lo que descubren, quedan muy marcadas por eso. Yo discrepo de Lydia sobre su mirada sobre comercio sexual, ella ve el comercio sexual vinculado totalmente a la trata y yo lo veo como que hay muchos comercios sexuales, algunos estarán vinculados a la trata y otros no. Para mí el problema de fondo es el tema laboral y económico que me preocupa y para ella es un tema más de degradación. Quiero mucho a Lydia, pero no nos vamos a poner de acuerdo en este tema.
–¿Cómo está el tema en la Ciudad de México?
–Lo que tiene la Ciudad de México, aparte de que es mucho más liberal en estos temas, es que hubo una jueza federal que obliga al gobierno a reconocer el trabajo sexual, por el que venían peleando desde hace 15 años. El trabajo sexual se ve ahora como no asalariados, como las personas que venden otros servicios en la calle. Fue en 2014, cuando pusieron un pleito jurídico, lo ganaron y la resolución de esta jueza es que de acuerdo al artículo 15 de la Constitución hubo que reconocer el trabajo sexual. Por empezar, ya pueden demostrar que tienen ingreso por algo, si llega un operativo a un antro pueden demostrar que son trabajadoras sexuales independientes, ha habido un avance simbólico importante y hay otros Estados donde las trabajadoras sexuales están haciendo esfuerzo para poder imponer esa medida. Esto también ha generado una reacción por parte de las abolicionistas de querer atacar a un gobierno, de decir que el gobierno es un lenón, es una reacción muy pedestre, pero al mismo tiempo a los políticos no le gustan que les den periodicazos, aun cuando sean falsos. Cuando uno entiende que el grupo organizado llevaba pidiendo durante 15 años las licencias, que pertenecen a la Red Mexicana de Trabajo Sexual, este grupo muy importante, logra este pequeño avance que tiene una carga social y simbólica muy importante.
–Este grupo se organiza por primera vez en México
–Sí. En los 60 el grupo de trabajo sexual no estaba visto así. Esto empezó en el 2000 cuando los gobiernos panistas se manejaban con mucho puritanismo con todo el sexo. Antes no había tanta necesidad, había una serie de acuerdos en que todos se movían más o menos por su cuenta, había usos y costumbres, había burdeles, casa de citas, las chicas no estaban tanto en la calle. En este momento, si tres amigas deciden rentar un departamento para ejercer la prostitución, la que firma el alquiler puede ser acusada de lenona y llevada presa. Si una chica sola en la casa de su hermano decide rentar un cuarto para hacer trabajo sexual, su hermano puede ser acusado de lenón y llevado preso. Lo importante es no llevar las medidas contra la trata de mujeres para el trabajo sexual. Son dos cosas muy distintas. Ahora, a nivel internacional, el abolicionismo es muy fuerte y en algunos lugares han logrado prohibir el comercio sexual. A mí lo que me parece muy interesante es la reflexión de esta filósofa Martha Nussbaum que dice que no nos debería preocupar el trabajo sexual, porque si una chica universitaria o una mujer de recursos acude a ese trabajo, nos debería preocupar porque hay muchas mujeres que reciben toda su economía de ese trabajo. Y esa es mi preocupación. Una mujer que no ha terminado la primaria, esa mujer donde más dinero va a conseguir es en el trabajo sexual. Explotar es trabajar ocho días a la semana, por 70 pesos diarios, limpiando oficinas. En el trabajo sexual se ganan 600 pesos en cuatro horas, la mujer tiene tiempo para ir a buscar a los chicos al colegio, cocinarles rico y descansar. Yo sigo trabajando con las chicas independientes, las feministas están divididas, hay algunas que comparten conmigo y hay otras que no, que se quejan muchísimo de mí.
–Tu libro insiste en diferenciar la trata de mujeres del trabajo sexual
–Sí, totalmente. La trata de mujeres es algo terrible, pero insisto mucho en que hay distinguir y separar. Hay un intento de diálogo con mi libro. Cuando yo luché durante varios años para que se despenalizara el aborto, no fue para que todas fuéramos a festejar y a hacernos aborto, sino para que las mujeres que decidieran abortar no fueran a hacerlo a un lugar clandestino, con muchas desventajas. Y esto es igual, hay muchas mujeres muy vulnerables por no aceptarse el trabajo sexual tal como es.
–¿Qué esperas del próximo gobierno?
–Bueno, no sé quién vendrá en el próximo gobierno. En este gobierno, en la Ciudad de México, tuvimos la suerte de que la secretaria del trabajo era Patricia Mercado. En este gobierno de la Ciudad tuvimos muchos aliados, creo que lo necesita este país es un debate público y mi libro es un aporte para ello.