Las aves marinas comen plástico porque su olfato lo confunde con alimento, estudio

09/11/2016 - 10:55 pm

El año pasado un estudio en Australia, informó que el 99 por ciento de las especies de aves marinas del planeta, entre ellas pingüinos, albatros y pardelas, tendrán plástico en el estómago en 2050. Dicha investigación aseguró que las aves ingieren fibras de ropa sintética, bolsas o tapas de botellas que ha sido vertidas al océano. Un estudio reciente dice que los consumen porque su olfato confunde el material con comida.

El Estudio Pude Abrir La Puerta a Nuevas Estrategias Que Permitan Tratar El Problema De La Presencia De Plásticos En El Océano Foto Especial
El Estudio Pude Abrir La Puerta a Nuevas Estrategias Que Permitan Tratar El Problema De La Presencia De Plásticos En El Océano Foto Especial

Madrid, 9 noviembre (EFE).- Uno de los problemas a los que se enfrentan las aves marinas es la ingesta de plásticos que flotan en el mar, que se debe a que esos residuos emiten un compuesto sulfuroso cuyo olor señala a esos pájaros dónde encontrar alimento.

Un estudio de la Universidad de California (EU) publicado hoy por Science Advance señala que esa pista olfativa engaña a las aves que confunden los plásticos que llegan al océano con comida real.

El texto ayuda a explicar por qué la ingestión de plásticos es más prevalente entre algunas especies de aves, en especial aquellas que tienen pico de tubo, como petreles o albatros, cuyo fino sentido del olfato les sirve para cazar.

El autor principal del estudio, Matthew Savoca, indicó, en un comunicado de la Universidad, que, por norma general, los animales tiene una razón cuando deciden algo y si realmente se quería entender por qué comen plástico había que pensar cómo encuentran comida.

El estudio pude abrir la puerta a nuevas estrategias que permitan tratar el problema de la presencia de plásticos en el océano que representa un peligro no solo para los pájaros, sino también para peces, tortugas y otras especies de vida marina.

Para saber cómo huelen exactamente los plásticos que acaban en el mar, los científicos colocaron en dos lugares de la costa californiana bolsas de malla con los tres tipos más comunes de plásticos que acaban como desecho en el agua, el polietileno tanto de alta como de baja densidad y el polipropileno.

Las bolsas permanecieron tres semanas atadas a una boya, tras lo que los plásticos fueron analizados para identificar los olores que despedían.

Los expertos confirmaron que «apestaban» a un compuesto de sulfuro, el dimetil sulfuro, una señal química que liberan las algas que, con el tiempo, cubren los plásticos flotantes.

La profesora y coautora del estudio Gabrielle Nevitt ya había establecido que el dimetil sulfuro es un olor que activa los picos tubulares de las aves marinas para alimentarse.

Ese compuesto químico se libera cuando las algas son consumidas por animales como el kril, uno de los alimentos favoritos de las aves marinas, por lo que, si bien el alga no huele como alimento, sí lo hace a comida que se come. Sería como «la versión para pájaros de la campana que anuncia la cena», según la Universidad.

Science Advances publica también hoy otro estudio en el que se han usado datos obtenidos por detección remota, el cual señala que hay más de 200 especies de pájaros en peligro de extinción en lugares como Brasil, Centroamérica o Colombia, aunque no estén censadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

En ese trabajo, de la Universidad estadounidense de Duke, se empleó la detección remota para hacer un mapa de los cambios recientes en el uso de la tierra que están reduciendo el hábitat de más de 600 especies de pájaros en el bosque atlántico de Brasil, Centroamérica, el oeste de los Andes colombianos, Sumatra, Madagascar y el sudeste asiático.

De esas 600 especiales solo 108 están en la Lista Roja de animales en riesgo de extinción, pero el nuevo análisis señala que 210 de ellas se enfrenta a un riesgo acelerado de desaparecer y 189 deberían considerarse como amenazadas, teniendo en cuenta la extensión y ritmo al que se pierde su hábitat.

El profesor de Ecología de Conservación Stuart Pimm indicó que el proceso de evaluación de la Lista Roja data de hace 25 años, por lo que no se emplean los avances ofrecidos por las tecnologías geoespaciales.

Al no incorporar este tipo de datos, la Lista Roja esta «subestimando el número de especies en riesgo y que científicos como políticos pasen por alto áreas prioritarias para la conservación», según el estudio

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