La nueva fosa hallada en Veracruz está a una distancia no mayor a los 300 metros del lindero con las viviendas de los pescadores, en línea recta con la avenida principal. De un lado casas, del otro, la laguna. Al fondo, el manglar donde se pierde la vista y que la delincuencia organizada encontró ideal para establecer un cementerio privado.
Los hombres de redes ahí tienen sus lanchas, artes de pesca, sus casas, la carnada y sus vidas. En 32 por ciento de las casas no hay lavadoras y 28 por ciento carece de refrigerador.
La Fiscalía General del Estado confirmó el pasado 6 de septiembre la existencia de fosas clandestinas en donde se enterraron al menos 166 cadáveres en la zona centro de Veracruz.
El Fiscal General Jorge Winckler Ortiz detalló que desde el pasado 8 de agosto se inició con la inspección en la zona en donde se encontraron más de 200 prendas de vestir, 114 identificaciones, así como otros accesorios y artefactos personales. Sin embargo, hasta el momento se han recuperado restos de al menos 174 cuerpos y 32 fosas han sido detectadas.
Por Ignacio Carvajal García Alvarado
Veracruz/Ciudad de México, 9 de septiembre (BlogExpediente/SinEmbargo).- Todo buen pescador sabe que es la noche cuando se dan las mejores horas para que pique el pez. En la mayoría de los pueblos de Alvarado así es. Pero en Arbolillo Veracruz (1082 habitantes) no es así desde hace varios meses, cuando notaron la presencia de extraños bogando la laguna en lanchas o en camionetas que se aparecían cuando salía la luna.
«Uno pues no sabe en qué andan o no anda uno de metiche, pero más o menos nos imaginábamos», relata un pescador cuya casa está a unos metros de donde la Fiscalía General del Estado localizó otra fosa en El Arbolillo, con 174 víctimas hasta el momento.
Cuando se dio la noticia de la primera mega fosa, en marzo del 2017, con 47 víctimas, los hombres de redes y sus esposas confirmaron sus sospechas. Algo andaba en esos terrenos protegidos por vegetación y mangle. En estos momentos, a la distancia, en silencio, se escucha el ruido que hacen peritos de la Fiscalía General del Estado mientras hurgan en la tierra rescatando cadáveres.
Hace meses, cuando todo el movimiento comenzó, también se oían las voces a la distancia, el sonido de los motores de las lanchas y de las camionetas que arriban para esconder lo que hoy está siendo desenterrado.
Pescadores que no dan sus nombres por temor, afirman que la cercanía con esos hechos, les cambió la vida y ahora deben andar más tiempo en la pesca de día, navegar mayores distancias en la laguna y con menos éxito.
Quienes viajan por la carretera de Veracruz para Alvarado, por la Costera, desconocen entonces el ritual de miedo detrás de esas bolsas de pulpa de jaiba y de camarones para pelar. De los paquetes de peces frescos y las manos de cangrejo.
Y es que la nueva fosa está a una distancia no mayor a los 300 metros del lindero con las viviendas de los pescadores, en línea recta con la avenida principal. De un lado casas, del otro, la laguna. Al fondo, el manglar donde se pierde la vista y que la delincuencia organizada encontró ideal para establecer un cementerio privado.
Los hombres de redes ahí tienen sus lanchas, artes de pesca, sus casas, la carnada y sus vidas. En 32 por ciento de las casas no hay lavadoras y 28 por ciento carece de refrigerador.
En Arbolillo, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), sus poco más de mil habitantes presentan un grado bajo de desarrollo social, 20 por ciento de la población es analfabeta y 60 por ciento no ha terminado ni si quiera la primaria.
Las mismas cifras establecen que 32 por ciento de sus habitantes no cuenta con acceso a servicios de salud y 99 por ciento no cuenta con acceso agua entubada a una red pública.
Ceferino Leal Yépez, un pescador de Arbolillo, cuenta que se acaba de mudar a la orilla de la laguna, dejó su anterior morada pues los ladrones constantemente le visitaban.
Ahora, los policías ministeriales enviados por el Fiscal Jorge Winckler para mantener a raya a la prensa que busca documentar, se paran afuera de la casa de Ceferino Leal.
Nunca se había sentido tan seguro. Ojalá esos elementos le hubieran cuidado en la primera casa, donde le robaron, bromea.
«Me vine para acá porque tengo familia, luego me voy, qué tal si viene uno y las mata o les hace algo», relata el pescador que ahora ve con ironía que a donde buscó más seguridad, se volvió cementerio privado de la delincuencia.
Mientras el personal de la Fiscalía General del Estado sigue hurgando en la tierra del manglar, los pescadores calientan cubetas de metal con agua para cocinar con sal sus camarones para pelar, otros la emplean para ablandar el caparazón de la jaiba y extraer su carne blanca, que es altamente cotizada en los restaurantes.
Las mujeres se ocupan en pelar el camarón de río para los cocteles y restaurantes evitando no hacer comentarios sobre lo que durante meses pasó a espaldas del pueblo.
Victoria Carmona lleva 40 años viviendo en la orilla de la laguna. Tiene sus lanchas, sus redes y un marrano gordo en un chiquero de madera construido sobre el espejo de agua.
Cada año, rememora, hay inundaciones, y se deben salir de estas marismas para reubicarse temporalmente en escuelas o la iglesia.
Cuando el agua baja, después de unas dos semanas, regresan a realizar sus actividades, rescatan y lavan lo poco dejado por la crecida y se conforman con algunos apoyos enviados por las autoridades.
Pese a las anegaciones de cada año, cuenta, nada hará que se salgan de acá. Menos el narcocementerio del que son vecinos, pues la tierra es poca y las expectativas para los pescadores, son más pequeñas.
Le dice a sus familiares que deben vender el miedo, y ocuparse de trabajar sacando de la laguna lo necesario para vivir. Eso sí, tampoco los deja salir de noche a pescar, «ni a los bailes, antes se podía salir a caminar y a visitar a otros vecinos, ya no».