Las ciudades son mucho como las canciones o las películas, las puedes escuchar o ver una y otra vez y siempre será diferente. Guanajuato es más que un lugar al que van preparatorianos y universitarios una vez al año. Es un sitio lleno de arte, gastronomía y entretenimiento obligado para todo tipo de viajero.
Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).– Guanajuato es historia, arte, paisajes, el Cervantino, túneles y calles empedradas. Pero también es nieve de piña con chile, micheladas en la Alhóndiga, y nuevos amigos entre ¿mezcales? de 10 pesos.
Ahí, mi primera borrachera, un viaje familiar, un Cervantino, las mejores tostadas de tripa y la reafirmación constante de mi ciudad favorita –fuera de la CdMx, claro.
Guanajuato es de esos sitios a los que puedes regresar una y otra vez y aunque sus principales atracciones se recorren en un fin de semana, las posibilidades para comer, beber y conocer son variadas.
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Quizá un día puedas comer una «guacamaya» típica de León, que es una torta de chicharrón seco cubierta en picante salsa roja.
O puedas ir de compras al Mercado Hidalgo, visitar el Museo de las Momias de Guanajuato y entrar a la Alhóndiga de Granaditas.
Imperdible es subir al Monumento al Pípila, ubicado en la parte más alta de la ciudad, y desde donde se tiene la mejor vista de la misma. A sus alrededores hay tiendas de recuerditos, puestos de elotes, tacos y bares-terrazas con bebidas a muy buen precios.
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Quizá otro cliché que vale la pena experimentar es unirse a una callejoneada, con leyendas, estudiantina y bebidas de dudosa procedencia en un porrón, incluidas. El recorrido terminará en el famoso Callejón del beso, ideal para dar muestras públicas de afecto en su tercer escalón.
Comer en los restaurantes de El Truco o los tacos de la Plaza Baratillo. Caminar hacia la Plaza de la Paz y ver la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato.
Visitar a Don Quijote y Sancho Panza en su monumento o en su Museo, y la clásica foto en las escaleras de la Universidad.
En la noche, colarte a los mariachis alrededor del kiosko del Jardín de la Unión o seguirla en las barecillos estudiantiles.
Jardines, plazas, museos… todo en un pueblo aparentemente tan pequeño.
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