El experto señala que en regiones donde hubo unas primeras y «muy grandes» oleadas de COVID-19, como algunas áreas de América Latina e India, la inmunidad puede reducir el tamaño de los brotes posteriores. «Pero en el futuro, el virus aún puede causar nuevos brotes en grupos de edad más jóvenes, que no estaban cerca para ver las olas anteriores», señala.
Madrid, 9 de agosto (Europa Press).- Parece que la infección de COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, ha venido para quedarse. Se va a volver endémica a nivel mundial, lo que significa que incluso a pesar de que algunos países logren controlar el virus, siempre habrá un riesgo de nuevas introducciones en áreas donde todavía no hay brotes.
Esta es la teoría que maneja el profesor asociado y miembro del Departamento de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, Adam Cucharski, en una entrevista con Europa Press, con motivo de la publicación de Las reglas del contagio (Capitán Swing), un manual en el que explica cómo surgen, se propagan y desaparecen las epidemias, y en el que expone que los modelos matemáticos pueden ayudarnos a entenderlo y a lograrlo.
Así, señala que en regiones donde hubo unas primeras y «muy grandes» oleadas de COVID-19, como algunas áreas de América Latina e India, la inmunidad puede reducir el tamaño de los brotes posteriores. «Pero en el futuro, el virus aún puede causar nuevos brotes en grupos de edad más jóvenes, que no estaban cerca para ver las olas anteriores», señala.
Con ello, el epidemiólogo reconoce que las sociedades sólo podrán volver a la normalidad una vez que las poblaciones tengan suficiente inmunidad frente al virus para detener la transmisión. Se habla, en concreto, de lo que se llama «inmunidad de rebaño» y que se lograría en el hipotético caso de que un 60 por ciento -75 por ciento de la población hubiera superado la infección, según estima el Imperial College de Londres, sólo así se frenarían de forma natural los contagios porque el virus ya no podría expandirse de nuevas, al haber estado tanta población afectada.
En el caso concreto de España, sólo un 5 por ciento de la población habría estado expuesta a la COVID-19, según se desprende del estudio nacional de seroprevalencia publicado en mayo de este año.
«En algunos lugares, las epidemias no controladas pueden generar cierta inmunidad contra la infección, pero la esperanza es que una vacuna pueda crear inmunidad. Hasta entonces, tenemos que encontrar una forma sostenible de mantener las infecciones lejos de los grupos más susceptibles», mantiene Adam Cucharski.
¿CÓMO FRENAR ESOS REBROTES?
Según indica este especialista, la detención de los brotes reducirá las interacciones entre personas infecciosas y susceptibles. «Esto puede incluir medidas a nivel individual como el rastreo de contactos y el empleo de las mascarillas, así como otra serie de medidas a escala comunitaria, como son el distanciamiento social, o ya medidas a escala nacional como el cierre de fronteras o la cuarentena a viajeros», detalla.
A su juicio, cada una de estas medidas tiene un nivel diferente de efectividad para reducir la transmisión de COVID-19 y un nivel diferente de interrupción. «Por eso, los países necesitarán encontrar una combinación exitosa y sostenible durante el próximo año si quieren evitar más brotes», afirma con rotundidad el miembro del Departamento de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Su idea de por qué en España el virus está golpeando tan fuerte radica en 3 factores: La conectividad con otros países que tenían epidemias, las medidas tomadas para controlar los brotes locales, y un elemento de oportunidad sobre dónde y cuándo comenzaron los brotes.
«El virus se propagó muy rápidamente en Europa en febrero y principios de marzo de 2020. Por ejemplo, los datos genéticos sugirieron una gran transmisión entre Italia, España, Francia y el Reino Unido. Para hacer frente a los brotes, los países deberán encontrar el equilibrio adecuado de medidas de control interno, pero también dependerá de lo que estén haciendo sus vecinos», subraya el autor de Las reglas del contagio.
Sobre la cuarentena que Reino Unido ha impuesto a los viajeros desde España, el científico inglés considera que éstas pueden reducir el riesgo de infección en un país, y además va más allá, considerando probable que se vean más restricciones en esta línea, aunque siempre dependiendo de qué países tienen brotes actualmente.
«Habrá algunas decisiones difíciles por delante: Si muchos países de Europa pueden encontrar una manera de mantener consistentemente los casos muy bajos, esto hará que sea más fácil tener rutas de viaje abiertas», defiende Cucharski.
Por otro lado, el investigador mantiene que hay mucha evidencia científica de que las interacciones en interiores, como oficinas, bares, reuniones familiares y gimnasios, pueden ser particularmente peligrosas a la hora de favorecer los contagios. Otro punto más sobre el que trabajar si se quieren frenar los rebrotes de COVID-19.
«Hong Kong cerró este tipo de lugares durante su brote anterior y recientemente hizo lo mismo cuando los casos volvieron a aparecer, lo que parece estar ralentizando la transmisión. Idealmente, los países pueden manejar un pequeño número de casos con medidas menos disruptivas, como pruebas generalizadas y rastreo de contactos, pero es probable que se necesiten restricciones adicionales si los brotes aumentan», insiste el especialista.
En cuanto a si el SARS-CoV-2 ha evolucionado desde que se declarara la pandemia en marzo, indica que se han detectado algunas mutaciones en su código genético, como suele suceder con todos los virus, si bien todavía no hay evidencia clara de que estas mutaciones hayan llevado a cambios importantes en la forma en que el virus afecta a las personas, como la gravedad. «Parece que al virus ya le está yendo muy bien propagándose y enfermando a las personas, por lo que probablemente no haya un gran incentivo para que evolucione actualmente», sentencia Adam Cucharski.
EL PAPEL DE RASTREADORES Y LA ATENCIÓN PRIMARIA
Mientras, José Alcamí, doctor en Microbiología y autor de Coronavirus. ¿La última pandemia? (Oberon), junto al físico nuclear e inmunólogo Eduardo López-Collazo, confiesa en otra entrevista con Europa Press que desde que se levantara el confinamiento y la gestión pasara a manos de las comunidades autónomas, algunas se han puesto las pilas, mientras que otras no; lo que también ha influido en la mayor o menor aparición de rebrotes de esta enfermedad.
«Lo que más me preocupa ahora es que han pasado dos meses y creo que en algunos lugares se han perdido los meses. Las comunidades autónomas se tenían que preparar para asumir esa responsabilidad. Se tenían que poner las pilas. Algunas lo han hecho y otras no. Todos los errores cometidos ahora podemos volver a reproducirlos. Pero ahora no tenemos déficit de mascarillas, ni de PCR. No estamos en la misma situación. Por lo que la situación se debe corregir», subraya el también profesor de investigación del Instituto de Salud Carlos III de Madrid.
A su juicio, para evitar futuros rebrotes se deben cumplir también las normas de distanciamiento social, de mascarillas como hemos dicho, así como el tener los famosos rastreadores, uno por cada cuatro mil habitantes, aunque dependiendo del lugar, ya que en las zonas rurales precisa que pueden ser menos.
Aquí Alcamí lamenta que no se está produciendo el control en las cadenas de transmisión, no existe ese contacto entre la Atención primaria y los rastreadores. «Si la Atención primaria diagnostica a una PCR positiva, sus médicos pueden ir al núcleo familiar, pero no pueden buscar con todos los que ha estado esa persona. Es la labor de los rastreadores y hay muchas dudas de que se esté haciendo. Si se trabaja en una oficina, se debería hacer la PCR a todos, por ejemplo, y es ahí donde se está fracasando, en cortar las cadenas de transmisión como han hecho países como Corea o Japón», resalta el investigador español.