El famoso músico argentino, de larga data en México, presenta su primer álbum solista, diez canciones que tocan las obsesiones conocidas del artista, como el destierro y la prematura nostalgia que suscitó en los hijos del exilio; el desencuentro; la pérdida y la memoria.
Ciudad de México, 9 de julio (SinEmbargo).- Federico Bonasso es famoso en Argentina por su padre, Miguel Bonasso, un destacado intelectual latinoamericano. Aquí vive desde 1980, donde además de dedicarse a su banda de origen, El juguete rabioso, ha trabajado muchísimo en el cine.
Ahora se larga con su primer álbum en solitario. ¿A los 50 años, convertirse en una estrella de rock?
Sus obsesiones, entre el exilio y la pérdida de la memoria, han hecho mucho más que la edad y por lo pronto él no desea ser un rockstar, sino cantar sus canciones frente a un público que lo sigue con mucha lealtad.
Su score para Iluminados por el fuego junto a León Gieco, o su larga relación creativa con Gustavo Loza (Los Héroes del Norte, Qué culpa tiene el niño), destacan en una ya importante trayectoria en la composición para imagen y además es poeta.
Su canción más conocida, La memoria en donde ardía, es un homenaje a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo y contiene íntegro (caso atípico en una canción de rock) el gran soneto de Quevedo del cual se deriva el título.
Ha publicado poesía y narrativa y ganado el premio de la UNAM Punto de partida. En 2007 editó su novela de juventud: Regreso a México.
Su primer disco en solitario La subversión es espectáculo con narrativa propia, que representa un viaje por los temas mencionados y que contará con un contenido visual muy protagónico. Será una muestra del hibridaje que en sí mismo representa este compositor nacido en Buenos Aires, que decidió quedarse a vivir en el país que le dio refugio, en el México que determinó su adolescencia, y donde vio crecer su relación con la música.
–¿Es un poco tarde para ser rockstar?
–Bueno, me debato entre un par de preguntas. Es un poco tarde para ser rockstar o si El Juguete Rabioso hubiese tenido más reconocimiento del que tuvo, comenzar una carrera solista con mayor público, hubiera sido una carrera un poco menos arriesgada. Lo que tiene de arriesgado siendo un artista que ya está consolidado en la música para el cine y todos los amigos y seguidores del grupo, que es un público importante. Como solista y compositor de canciones es una carrera que está empezando. Por otro lado lo que siento es por qué no. El otro camino, el del pudor, me llevaría a un autoexilio triste. Que me cancele el exterior, si lo hiciera yo sería una cobardía.
–Hay mucha historia para contar, ¿verdad?
–Uno no se puede rendir, que acudo a la música y acudo a la poesía, siempre para exorcizar mis angustias o para hablar de mis celebraciones. No puedo dejar de hacerlo. Cuando deje de hacerlo, estaré muerto. El otro día estaba escribiendo un texto justificatorio acerca de esto, recordando a mi abuelo, que era un tipo genial. Hablaba de los viejos jóvenes y que siempre están proponiendo cosas. ¿Eso qué?
–Hace poco entrevisté a Pierre Lemaitre, que publicó su primer libro a los 55 años. Y cuando lo hice me contestó, eran poquísimos…
–Yo me agarro siempre de Paul Valéry, que publicó El cementerio marino a los 54 años y la pegó. Todavía hay esperanza, yo ya tengo publicados dos discos con El Juguete Rabioso.
–El Juguete Rabioso es por Roberto Arlt, ¿verdad?
–Sí. Es el encuentro de un amigo como Santiago Behm, hijo del exilio chileno, que se dio cuando apenas estudiábamos en el Instituto Luis Vives. Y esa amistad desemboca en el grupo. Luego estuvimos en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde conocimos al primer cantante de El Juguete Rabioso, un chico nicaragüense. Fue un grupo latinoamericano y latinoamericanista. Nosotros apelábamos al tema del exilio, al tema de los desaparecidos, a la vez que nos fuimos involucrando con el tema de la realidad mexicana. Fuimos inmediatamente zapatistas. Es un grupo mexicano, con la influencia del exilio.
–¿Por qué se separaron luego de dos discos?
–Por muchas razones, los tres queríamos llevar el rumbo musical a un costado diferente y la otra desilusión fue querer llevar un producto independiente en momentos en que todo estaba dominado por las disqueras. Por otro lado, El Juguete Rabioso nunca terminó de encontrar su nicho identitario. Lo encontró ahora después de 15 años de haber estado en una larga siesta.
–¿Seguiste haciendo música para películas durante todo este tiempo?
–Sí, me gustaba mucho la música instrumental, todo el trabajo con sintetizadores, agarré ese oficio y lo que más me gusta es el cine. Es un trabajo muy emocionante. El año pasado hice el score de Qué culpa tiene el niño, una película muy taquillera. También hice Ella es Ramona, de Hugo Rodríguez, donde hubo mucha libertad creativa. También llevé a cabo el filme Los libros y la noche, de Tristán Bauer, dedicada a Jorge Luis Borges.
LA SUBVERSIÓN, EL PRIMER ÁLBUM EN SOLITARIO
Paralelo al Juguete, Federico promovió un grupo casi secreto: La subversión,
que llegó a reunir más de un centenar de canciones y es así como se llama su primer álbum en solitario.
Se trata de canciones que no podrían haber sido ejecutadas por el grupo y que traen un contexto un poco más íntimo, fruto de las obsesiones del creador.
“Tiene como subtítulo El asqueroso pop y “El dolor” es el cuarto clip que hago. Es la canción más vieja que yo tengo, hace referencia al dolor producido por la enfermedad y la posterior muerte de mi madre querida, a los 50 años, que es la edad que yo tengo, es el comienzo por ese viaje siniestro, esa marca tan jodida del destino, devastadora”, dice Federico Bonasso.
–¿No fue tan terrible el exilio como la muerte de tu madre?
–El exilio fue duro al principio, pero luego se convirtió en una experiencia virtuosa. El exilio me quitó el provincianismo y universalizó mi cabeza. El episodio de mi madre fue devastador, no hay comparación con eso. Después de eso hay varias canciones por el viaje de mi vida, no hay canciones livianas.
–¿Qué es “Misisipi”?
–Misisipi es el recuerdo de alguien muy querido, de una injusticia. Pero también un homenaje a la infancia, a la huella que ese alguien dejó en los corazones de mi hermana y mío cuando fuimos niños. Es la historia de un hombre que por razones de seguridad no podíamos conocer y que bautizamos Misisipi. Era Enrique Sapag y él y su hermano fueron asesinados por la dictadura argentina. El clip no es una cosa testimonial y celebra lo que fuimos como amigos.
–¿Qué es este disco, un viaje a la nostalgia, un decir aquí estamos, cómo es?
–Yo lo relaciono con un viaje al laberinto; es un tipo que a través del dolor, a través de la separación amorosa, a través de la ansiedad de alguna histeria, entra en un profundo laberinto, intentando encontrar la ilusión perdida.
–¿Estás muy ligado a la experiencia de la dictadura argentina?
–Sí, a pesar de que hace 38 años que vivo en México y también estoy muy ligado a la realidad de este país. Nosotros hicimos H.I.J.O.S., para los cuales hay una canción que se llama “Fuegos en San Telmo”, me quedé impresionado por el encuentro de hermanos en el sentimiento y dije, hay que hacer H.I.J.O.S. México, que después fue tomado por los mexicanos y hoy es una organización significativa, ligado al escrache, con un discurso propio y que han hecho cosas muy importantes. Nosotros empezamos por el caso Ricardo Cavallo, un ex represor que vivía en México.