China continúa rigiendo su política de «cero COVID», por lo que la realización de pruebas de detección a COVID-19 ya se ha vuelto parte de un control habitual en la nueva normalidad de los chinos.
Por Ken Moritsugu
BEIJING, 9 de junio (AP).— En un nuevo giro de la estrategia china contra la COVID-19, en las veredas de Beijing y otras ciudades han aparecido miles de cabinas de pruebas diagnósticas.
Se forman filas cada día, llueva o haga sol, incluso cuando los contagios están prácticamente desaparecidos. Algunas personas necesitan la prueba para ir a trabajar. Otras quieren ir de compras. En la práctica, todas están obligadas a hacerse pruebas para mostrar un resultado negativo a la entrada de edificios, centros comerciales y otros recintos públicos.
Liu Lele, que trabaja para una firma de videos en vivo, no tiene problemas en hacerse pruebas a menudo, pero dice que las horas de apertura no siempre encajan con sus horarios.
“Ojalá hubiera sitios abiertos 24 horas o que no cerrasen hasta las 19 o las 20”, comentó tras hacerse una prueba cerca de las torres históricas de la Campana y el Tambor en Beijing.
Los controles habituales se han convertido en la nueva normalidad, mientras el Partido Comunista, que gobierna el país, se aferra a una estrategia de «cero COVID» que cada vez se distancia más del resto del mundo.
Las grandes ciudades han recibido orden de habilitar centros de pruebas a una distancia de 15 minutos a pie para todos los habitantes. Muchos son cabinas cuadradas donde los trabajadores sacan manos protegidas con guantes a través de unas aberturas para tomar muestras de la garganta de los ciudadanos.
El despliegue se ha producido tras un brote en Shanghái tan grande que las autoridades confinaron a toda la ciudad durante dos meses para frenarlo, una medida que dejó atrapadas a millones de personas y asestó un golpe a la economía nacional.
Durante año y medio, China mantuvo el virus en gran parte a raya cerrando edificios y vecindarios concretos y poniendo en cuarentena a las personas infectadas. Pero la contagiosa variante ómicron resultó más díficil de frenar. Más de 580 personas murieron en Shanghái, un número alto en un país que sólo había reportado un puñado de muertes tras el letal brote inicial en Wuhan a principios de 2020.
Andy Chen, analista senior de la consultora Trivium China, dijo que la proliferación de centros de pruebas es una reacción a la incapacidad de las medidas ya en vigencia para controlar el ómicron en Shanghái, aunque las autoridades no lo dijeron de forma explícita.
“Los requisitos de pruebas regulares pretenden mejorar la estrategia de cero COVID”, dijo Chen en una respuesta por email. “El objetivo es mantener el virus bajo control al tiempo que se evita otra cuarentena como en Shanghái”.
Muchos otros países, con poblaciones cansadas de las restricciones de la pandemia y que desean pasar página, han apostado a que las crecientes tasas de vacunación y el desarrollo de tratamientos contra el COVID-19 permiten evitar cuarentenas y otras medidas drásticas, y vivir con el virus.
La mayoría de los analistas espera que China mantenga sus políticas de cero COVID al menos hasta después de un congreso del Partido Comunista el próximo otoño, en el que se espera que Xi Jinping obtenga un tercer mandato de cinco años como líder del partido. El gobierno, que defendió su estrategia como un éxito mientras el virus golpeaba otros países, no quiere un brote grande antes de la reunión.