La Berlinale recupera así su seña de identidad como festival abierto al público, tras el segmento restringido al sector del cine y crítica que se celebró en marzo.
Por Gemma Casadevall
Berlín, 9 jun (EFE).- La 71 Berlinale se transforma desde hoy en un «cine de verano», popular y al aire libre, cuatro meses después del segmento cerrado y virtual en el que se adjudicó el Oso de Oro a la sátira rumana de Rady Jude sobre un viralizado video sexual.
Un patio de butacas exterior en la monumental Isla de los Museos es el espacio elegido para la apertura, la entrega aplazada de los premios y las principales proyecciones. El público podrá ver por fin en pantalla grande Bad Luck Banging or Loony Porn (Babardeala cu bucluc sau porno balamuc), la ganadora del Oro.
Era la única entre las 15 cintas de la sección oficial que reflejaba la «nueva normalidad» del covid-19 -el uso de la mascarilla en la vida cotidiana-. Y se centraba en otro mal del presente: la doble moral, a partir del juicio sumarísimo a un maestra, entregada al sexo generoso con su esposo, cuyo video doméstico acaba en las redes.
La Berlinale recupera así su seña de identidad como festival abierto al público, tras el segmento restringido al sector del cine y crítica que se celebró en marzo. El acceso a las películas fue vía screening, sin alfombras rojas ni conferencias de prensa con los directores y actores.
Desde este miércoles y durante doce días se proyectarán 126 películas de distintas secciones, en un total de 16 espacios distribuidos por el centro y sus barrios. Algunos eran ya antes de la pandemia cines de verano, como Freiluftkino del multiétnico Kreuzberg; otros se han instalado en patios de manzana o en un antiguo crematorio, reconvertido en espacio multiusos.
Los dos co-directores de la Berlinale, Mariette Rissenbeek y Carlo Chatrian recibirán ahí a sus invitados. La película elegida para la apertura es The Mauritanian, de Kevin Macdonald, protagonizada por Jodie Foster y Benedict Cumberbacht y proyectada en la sección Special, fuera de concurso.
A esta producción, un thriller político sobre las torturas practicadas por Estados Unidos en esa cárcel ajena a toda convención que es Guantánamo, le corresponde la inauguración. Ni Foster ni el resto del equipo acuden físicamente a Berlín, sino que su presencia se limita a un mensaje pregrabado.
El «cine de verano» es un paso más en la desescalada, pero Berlín sigue bajo el signo de las restricciones. Los pases son en formato reducido y los asistentes deberán presentar un test de antígenos negativo del día -o tener la pauta completa de la vacunación-.
La entrega de los premios será el domingo. Junto al Oro al film rumano recibirá el Gran Premio del Jurado el japonés Ryusuke Hamaguchi, por Wheel of Fortune and Fantasy, así como el Oso de Plata a la mejor contribución artística, para Una película de policías, de Alonso Ruizpalacios.
El cine anfitrión recibirá sus dos platas: a la actriz Maren Eggert, por I’m your Man, de Maria Schrader, y otra del jurado para el documental Herr Bachmann und seine Klasse, sobre un veterano maestro de provincias entre escolares de diversas procedencias migratorias.
NOCHES DE CINE TRAS UN CIERRE INTERMINABLE
Berlín empezó a reabrir restauración, comercios no esenciales, ocio, instalaciones deportivas, museos y resto de la oferta cultural hace un mes. Desde noviembre estaba paralizada la vida pública.
El pico a escala nacional se alcanzó el 22 de diciembre -con 197.6 casos por 100 mil habitantes en siete días-. Se entró en una cautelosa reapertura en abril, cuando hubo un descenso continuado de los contagios.
La marca ahora en la capital está en 22.6 casos -algo por encima de la media nacional-. Los cafés y cervecerías reabrieron, lo mismo que las piscinas públicas -aunque con cita previa-.
Ya no se exige el test de antígenos negativo y del día cada vez que se sienta uno en una terraza a tomar algo -como ocurría hasta hace una semana-, sino solo para acceder a espacios interiores.
Todo invita a recuperar el espacio público. Luce el sol, las temperaturas diurnas escalaron a 28 grados y las noches son cortísimas -de las 22.30 locales a las 04.30-.
Lo único que sigue cerrado -y desde hace ya quince meses- es la actividad más noctámbula, los clubes; para algunos, algo esencial para la vida berlinesa, cuya apertura está en suspenso.