Frente a la magia del cine en Hollywood o el lujo de Beverly Hills, Bukowski (1920-1994) centró su obra, llena de detalles autobiográficos, en la marginación y la pobreza con personajes callejeros marcados por el estigma de los perdedores y la soledad.
Los Ángeles, 8 de marzo (EFE).- Los Ángeles ha exportado al mundo una imagen de glamour, palmeras, sol y estrellato, pero entre sus calles todavía conserva rastros y huellas de Charles Bukowski, escritor maldito de cuya muerte se cumplen este sábado 25 años y que retrató el rostro más sórdido y lóbrego de la ciudad californiana.
Frente a la magia del cine en Hollywood o el lujo de Beverly Hills, Bukowski (1920-1994) centró su obra, llena de detalles autobiográficos, en la marginación y la pobreza con personajes callejeros marcados por el estigma de los perdedores y la soledad.
Y aunque Bukowski tuvo una vida de nómada en medio del desastre, con empleos fugaces y viajes a ninguna parte, encontró en Los Ángeles lo más parecido a un hogar.
«Cuando le preguntaron si pensaba trasladarse a las afueras de Los Ángeles, Bukowski exclamó: ‘¡No, por dios! Me gusta la anarquía de la ciudad, la mugre, el aire contaminado, la peligrosidad de las calles. En el campo me volvería loco. A mí denme el estruendo de las bocinas de los coches y las aceras sucias'», se lee en la biografía Hank: The Life of Charles Bukowski (1991) de Neeli Cherkovski.
Varios murales y grafitis, una de las manifestaciones de amor más propias de Los Ángeles, rinden homenaje al novelista y poeta en su ciudad.
En el barrio de Los Feliz sobrevive un mural con varios de sus libros apilados en lo que sería la biblioteca ideal de un fan de Bukowski.
Además, al lado de la sala de conciertos The Mint, en el cruce de Pico Boulevard y South Crescent Heights Boulevard, un grafiti con el rostro de Bukowski recuerda una de sus sarcásticas citas: «No me gusta la cárcel: tienen el tipo equivocado de barras ahí».
Como no podía ser de otra manera para un escritor tristemente célebre por su alcoholismo, los seguidores de Bukowski tienen un punto de encuentro ideal en Barkowski, un bar de Santa Mónica consagrado por completo al autor de Ham on the Rye (1982).
Pero más allá de tributos contemporáneos, Los Ángeles es también el sitio perfecto para escudriñar la vida del escritor.
Así, la compañía Esotouric ofrece, esporádicamente, un tour literario dedicado a los lugares que solía frecuentar Bukowski, mientras que Discover Los Ángeles, una web impulsada por las autoridades turísticas angelinas, publicó el año pasado una detallada guía para seguir los pasos del novelista.
«Los Ángeles está llena de gente muy extraña, creedme. Hay muchos que nunca han estado a las 7.30 en una autopista, apagado un despertador, tenido un trabajo (…) y morirán antes que tener una vida común», aseguró el escritor en 1972.
«En cierto sentido, cada uno de ellos es un genio a su manera, luchando contra lo obvio, nadando a contracorriente, enloqueciendo, colocándose con hierba, vino, whisky, arte, suicidio, cualquier cosa excepto la fórmula común», añadió un autor cuya obra de realismo sucio y estilo visceral se emparenta con Ernest Hemingway o la generación beat.
En Los Ángeles situó en muchas ocasiones a Henry «Hank» Chinaski, su «alter ego» en la ficción, y a sus desoladoras y nada épicas aventuras bañadas en alcohol, sexo, autodestrucción, machismo, peleas, nihilismo y un absoluto desdén por las normas.
Aunque la figura de Bukowski está tan trazada por el mito como por la realidad, la mayoría de sus seguidores coincide en que The Frolic Room era uno de sus bares preferidos.
Situado en la parte oriental del Paseo de la Fama, junto al Teatro Pantages, The Frolic Room es un antro con un viejo neón en la puerta, jazz y blues sonando por sus altavoces, banquetas acolchadas con tonos rojos y un bar tan oscuro que incluso a las 2 de la tarde uno podría creer en su interior que está en plena madrugada.
Varios recortes de prensa que relacionan a The Frolic Room con el escritor están en las paredes de un bar que sabe que no hay mejor publicidad para un tugurio que tener un vínculo con Bukowski.
El hipódromo de Santa Anita, donde solía matar el tiempo el escritor, y la espléndida oficina de correos junto a Union Station, donde tuvo uno de sus empleos más duraderos, son otros lugares de peregrinaje para los amantes de Bukowski junto al 5124 de la avenida De Longpre, donde vivió durante un buen tiempo.
En sus últimos años, el escritor se retiró a la zona portuaria de San Pedro y no muy lejos de ahí está su tumba con una lápida que tiene la figura de un boxeador y un derrotista epitafio: «No lo intentes».