Benito Taibo
09/03/2014 - 12:00 am
Conspiración
Cada vez que un suceso fuera de lo común, alarmante, que cimbra a cualquier sociedad se muestra ante nuestros ojos, aparecen, instantáneamente, los que ven detrás de ello una conspiración en toda la regla, para intentar darle cauce, sentido, explicaciones a algo, que en muchos casos no las tiene. No es un fenómeno nuevo, ni […]
Cada vez que un suceso fuera de lo común, alarmante, que cimbra a cualquier sociedad se muestra ante nuestros ojos, aparecen, instantáneamente, los que ven detrás de ello una conspiración en toda la regla, para intentar darle cauce, sentido, explicaciones a algo, que en muchos casos no las tiene.
No es un fenómeno nuevo, ni mucho menos. Durante el franquismo, en España, intentando justificar represiones y matanzas, se repetía, en voz alta y para sí mismos, una y otra vez, que combatían la “conjura judeo-masónica” que provenía de Moscú.
Judíos, masones y comunistas fueron durante mucho tiempo los preferidos de los regímenes totalitarios europeos para echarles la culpa de todo, los chivos expiatorios perfectos. Y yo me imaginaba siempre a un rabino, un maestro masón y a Stalin, en un oscuro sótano del Kremlin, todos con dientes y uñas largas, frente a un mapa, organizando la desestabilización del orbe.
Pero el colmo es lo que acabo de ver la semana pasada; un correo que me llegó de una asociación autodenominada “hispana” (sea lo que sea aquello que signifique, pero que a mí, por fuerza me suena a fascista) que afirma categórica, que Benito Juárez (“gran traidor” lo llaman) también estaba involucrado en la famosa conjura judeo-masónica (afortunadamente no mencionan a los soviéticos, supongo que será que por entonces todavía no existían), y la verdad no he parado de carcajearme.
No les contesté, por qué no vale la pena darle alas a los alacranes, pero estuve tentado de decirles que tenían toda la razón y que era sabido por muchos historiadores (que lo ocultaban celosamente) que los zapotecas, eran realmente, la octava tribu perdida de Israel.
Ahora está de moda la teoría conspiratoria del famoso “Nuevo orden mundial”, cuentan los que saben que existe un grupo de poderosísimos personajes anónimos, que a la sombra, tejen y destejen a su antojo en la economía y la política para tomar el control del planeta y hacernos sus esclavos. Algunos dicen que son “Iluminatis”, y otros, de nuevo, masones. Sí alguien se ve con otro a escondidas, en por ejemplo, un motel, no dudo que aparecerá inmediatamente alguno a acusarlos de masones, y no de vulgares infieles.
Hay cientos de páginas que nos advierten del peligro inminente que corremos, pero ni una sola que proponga algo para evitarlo.
Pero no para allí la cosa.
Se pone incluso más divertido. Como argumento de novela de ciencia ficción de los años cincuenta. De la mala ciencia ficción. Barata.
Muchos de los líderes de la tierra, pertenecen, según varias fuentes “fidedignas”, a una raza cósmica que está mezclada con la humanidad desde tiempos inmemoriales, esperando para dar muy pronto el golpe definitivo contra nuestra estirpe. ¡Los reptilianos!
Haga una búsqueda rápida en Internet y encontrará más de seis millones de resultados. Y la demostración fehaciente, verídica, absoluta, que Obama, la Reina Isabel, George Bush, Benedicto XVI, el Dalai Lama y hasta Luis Miguel, ¡hágame el favor! Entre otros muchos, son reptilianos, y muy pronto, nuestros amos. Aunque para muchos ya lo sean de facto.
No nos bastan las conspiraciones humanas y necesitamos las estelares para demostrar que el mundo se está yendo al carajo, pero que no tenemos la culpa. La culpa siempre será de los otros.
Vemos por todas partes complots, conjuras, maquinaciones, intrigas, manipulaciones.
No dudo ni por un segundo, que al leer estas líneas, aparezca inmediatamente un “alguien” que piense que estoy haciendo este texto para desviar la atención sobre el tema, para restarle importancia, ya que los que escribimos también estamos inmersos en la intriga.
Ha llegado el momento de confesar la verdad. Y he elegido a SinEmbargo para hacerlo, como una primicia.
Es cierto.
Estoy aplicando a una beca para escritores reptiliana y quiero quedar bien con los jurados, que no mencionaré, ya que he firmado con sangre un pacto de absoluta secrecía.
Lo único que me preocupa es que se están tardando una barbaridad en tomar el poder, así que contra mi voluntad, tengo que seguir trabajando.
Los dejo. Tengo mucha ropa que lavar.
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