El 7 de enero de 1986 murió Juan Rulfo en la ciudad de México. Había aprendido a deprimirse y a estar solo. Había escrito dos libros, El llano en llamas y Pedro Páramo, por medio de las cuales se convirtió en un autor universal.
Ciudad de México, 9 de enero (SinEmbargo).- Era un hombre tímido y circunspecto. Tal vez a menudo estaba triste. Y a pesar de que escribió dos libros –sólo dos libros- que son considerados obras maestras de la literatura universal, a él parecía interesarle más la fotografía.
Cuenta la leyenda que destruyó muchas novelas porque su nivel de autocrítica, extremo, le impedía publicar lo escrito y él mismo, con aire taciturno, dijo que El llano en llamas salió a la luz no porque le resultara un buen trabajo, sino porque le dio el borrador a los editores y ellos creyeron que estaba lista para darlo a conocer.
Era Juan Rulfo (1917-1986), el hombre que se mueve como un fantasma más vivo que nunca en el territorio inefable de la literatura mexicana y de quien el pasado 7 de enero se cumplieron 30 años de su muerte.
De su novela primordial Pedro Páramo, dijo Jorge Luis Borges (1899-1986), que “es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica y aun de la literatura”.
“Emily Dickinson creía que publicar no es parte esencial del destino de un escritor. Juan Rulfo parece compartir ese parecer. Devoto de la lectura, de la soledad y de la escritura de manuscritos, que revisaba, corregía y destruía, no publicó su primer libro –El llano en llamas, 1953- hasta casi cumplidos los cuarenta años”, escribió el gran vate argentino en su libro Prólogos con un prólogo de prólogos.
“Un terco amigo, Efrén Hernández, le arrancó los originales y los llevó a la imprenta. Esta serie de diecinueve cuentos prefigura de algún modo la novela que lo ha hecho famoso en muchos países y en muchas lenguas. Desde el momento en que el narrador, que busca a Pedro Páramo, su padre, se cruza con un desconocido que le declara que son hermanos y que toda la gente del pueblo se llama Páramo, el lector ya sabe que ha entrado en un texto fantástico, cuyas indefinidas ramificaciones no le es dado prever, pero cuya gravitación ya lo atrapa”, agregaba Borges, quien murió el mismo año que Juan Rulfo.
Susan Sontag (1933-2004), en el prólogo que hizo en 1994 para la edición inglesa de Pedro Páramo, traducida por Margaret Sayers Peden, escribió: “Con las oraciones iniciales, nos sabemos en manos de un narrador magistral”.
Y ALLÍ ESTÁ ÉL
Y allí está él, con su rostro bello y triste, entrevistado por Joaquín Soler Serrano para la Televisión Española, en 1977, contando la historia de su familia, donde no faltaron un monje en un convento y un capitán en las fuerzas realistas.
Tuvo un abuelo abogado. Tuvo un abuelo hacendado. Tuvo un pasado construido en los bajos de Jalisco y nació en Pulco –un pueblo que no aparece en los mapas- el 16 de mayo de 1917.
“Era un pueblo en una barranca con calles torcitas y empinadas. Mi abuelo construyó casi todo el pueblo, había un puente, un río, una iglesia”, contó Juan Rulfo a Soler Serrano.
El mismo Rulfo que deslumbró a Gabriel García Márquez (1927-2014) cuando su amigo y compatriota Álvaro Mutis (1923-2013) llegó a su casa con un libro y le dijo: – Lea esa vaina, carajo, para que aprenda.
“No son más de 300 páginas, pero son casi tantas y creo que tan perdurables como las que conocemos de Sófocles”, llegó a decir Gabo en un acto conmemorativo sobre el escritor jalisciense.
El mismo Juan Rulfo que perdió a su padre cuando tenía apenas seis años de edad (“y enseguida murió mi madre”, aclaró) y quien lo único que aprendió en el orfanato de Guadalajara donde creció fue a deprimirse.
“Allí fui donde me sentí más solo y adquirí este estado depresivo que nunca me pude sacar de encima”, confesó.
Fue oyente en la Facultad de Filosofía y Letras, trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de Gobernación. A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas dos literarias: América y Pan. Publicó sus fotografías por primera vez en América, en 1949, pero fue a finales de la década de 1930 cuando se inició como escritor y fotógrafo, aunque pocos sabían de esto.
En 1952 obtuvo la primera de dos becas consecutivas (1952-1953 y 1953-1954) que le otorgó el Centro Mexicano de Escritores, fundado por la estadounidense Margaret Shedd, quien fue sin duda la persona determinante para que Rulfo publicara en 1953 El Llano en llamas y, en 1955, Pedro Páramo.
La obra de Juan Rulfo ha sido ampliamente difundida internacionalmente con cerca de 50 traducciones a idiomas como inglés, francés, alemán, portugués, holandés e italiano, pero también al serbocroata, ucraniano, griego, chino, japonés, turco, hebreo, lapón y árabe, por mencionar sólo algunos.
A 30 años de su fallecimiento en la ciudad de México, este hombre cuyo mayor aprendizaje -según dijo- fue la soledad, con la que solía sentirse a gusto, es leído con la misma pasión que ayer, idéntico deslumbramiento que no cesa.
JUAN RULFO EN EL CINE
Fotógrafo consumado, también escribió argumentos y textos poéticos que sirvieron de base a las películas El despojo (1960), El gallo de oro (1964) y La fórmula secreta (1964).
Para el cortometraje El despojo, dirigido por Antonio Reynoso y protagonizado por el actor Jorge Martínez de Hoyos, de 11 minutos de duración, Juan Rulfo creó completamente el guión y el argumento, para ello el escritor mexicano recreó incidentes y urdió diálogos sobre la marcha.
La historia de una mujer embarazada (Patricia Conde) que llega a un pueblo donde asesina a un viejo cacique es desarrollada en Paloma herida (1963), filme dirigido por Emilio El Indio Fernández, quien junto con Juan Rulfo es autor del guión.
La fórmula secreta (1964), también conocida como The secret formula o Coca Cola en la sangre, es una mediometraje del mexicano Rubén Gámez sobre un guión de Juan Rulfo. El filme considerado experimental, así como un ensayo poético, alude a los mitos ancestrales, coloniales, hispánicos y modernos, que enajena la individualidad del mexicano de ese entonces.
El destacado escritor en el género de realismo mágico también es autor del guión de El gallo de oro (1964), dirigida por Roberto Gavaldón. Fue escrita junto con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el director. El filme cuenta la historia de un pobre pregonero que tras encontrar a un gallo dorado logra ganar una pelea de gallos y enamorarse de la amante del dueño del contrincante de su animal. Participaron con sus actuaciones Ignacio López Tarso, Lucha Villa y Narciso Busquets.
De este filme se realizó otra versión en 1986 con el título de El imperio de la fortuna, dirigida por Arturo Ripstein, en la que actuaron Ernesto Gómez Cruz, Blanca Guerra y Alejandro Parodi.
El filme Talpa (1956), adaptación de uno de sus relatos, del director Alfredo B. Crevenna, es una película dramática protagonizada por Lilia Prado, Víctor Manuel Fernández, Leonor Llausás y Jaime Fernández.
La historia de Pedro Páramo (1967) fue llevada al cine con la dirección de Carlos Velo. Fue protagonizada por Carlos Fernández, John Gavin, Pilar Pellicer, Claudia Millán, Jorge Rivero e Ignacio López Tarso.
Posteriormente, en 1978, José Bolaños ofreció una nueva versión cinematográfica de la historia de Pedro Páramo, en esta revisión actuaron Manuel Ojeda, Abelardo San Miguel, Venetia Vianello, Bruno Rey, Narciso Busquets y Blanca Guerra.
La película El rincón de las vírgenes, dirigida por Alberto Isaac en 1972, es una adaptación de los cuentos Anacleto Morones y El día del derrumbe, incluidos en El llano en llamas.
Otros filmes basados en cuentos de Juan Rulfo son Ignacio (1975), de François Reichenbach, cuyo guión fue de Carlos Fuentes; el drama rural Diles que no me maten (1985), de Freddy Siso; Rulfo aeternum (1992), de Rafael Corkidi, una adaptación del cuento “La herencia de Matilde Arcángel”.